Nivel de crueldad.

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¿Estoy en tus manos, diré?

 ¡qué va! , si no estoy ya en ningún lado

 (por lo menos no en este cuerpo),

 pero ojalá anduviera sobre el tuyo, 

reconociendo en tus cúpulas la esfinge que he querido coronar,

 mi Everest personal,

 camino a cuyo pico me fui perdiendo y desliz.


Ahora intentas ponerme en pie con la sola acción de tus palabras,

 precisamente aquellas mismas que antes me hicieron zancadilla

 y ya me ves en el fondo del cañón.

 Lo gélido de tus intenciones, sin embargo,

 me hacen creer que aún sigo en la cima.

 A ese nivel de crueldad.

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