Promesas

891 118 19
                                    

"Confieso padre, que he pecado."

—¿Dónde estabas?—dice Steve cuando abre la puerta. Su sonrisa pícara y amable de siempre obliga a Bucky a sonreír también.

—En la iglesia—contesta al cruzar el umbral de la puerta.

Steve no pregunta que hacia ahí, no siente la necesidad. Si Bucky hubiera querido decírselo, lo habría hecho en ese instante, pero como no es así no insiste. Así es Steve, él siempre sabe, él siempre entiende, aunque a veces Bucky quisiera que no.

—¿Tú cómo estás?

Steve se encoge de hombros, hace tiempo que dejó de preocuparse por su salud, "estar bien" o "estar mal" son conceptos que se le mezclaban en la mente y en el cuerpo. Bucky le sonríe no sin cierto desasosiego.

—¿Quieres té, Bucky? Queda un poco. Hace frío afuera, ¿verdad?

—Sí, creo que hoy nevara—con una seña le dice que él se hace cargo del té.

—¡Qué bien! Este año se ha tardado la primera nevada.

Bucky asiente y ríe un poco. No entiende porque a Steve le emociona tanto la primera nevada, él no puede salir durante esas fechas. Bueno, no es que no pueda, no debería, que es distinto. Bucky había mantenido la esperanza de que ese año no cayera nieve, pero el reporte del tiempo de esa mañana pronosticó nieve para la noche. Bucky odia la nieve, la odia profundamente, tanto o más que al invierno per se. Cuando llega el invierno Steve siempre enferma, y cada invierno que pasa, la enfermedad se vuelve más persistente.

—¿Por qué no te recuestas, Steve? No tienes buena cara.

—¿Qué? ¿Tengo ojeras? Son para asustar a Krampus.

—Ja, ja, no seas idiota y vete a acostar.

—A la orden, capitán—bromea Steve y camina despacio, descalzo, por el piso de madera hasta su cama.

Bucky lo observa sin decir nada. Ve el cuerpo delgado de su mejor amigo, el estremecimiento que le causa un escalofrío al subir a la cama. Tiene ojeras, sí, y se le marcan los pómulos. Ese año casi no han tenido dinero para comer, menos aún para medicamentos. La última crisis económica tiene a todo el mundo en la miseria, le llaman ya "La Gran Depresión". A Bucky no le importa si no puede comer, pero le preocupa que Steve no lo haga, o que no tenga el tratamiento médico que necesita. Le preocupa, porque puede perderlo y es algo que no puede permitirse.

"Te escucho, hijo mío"

—Toma, el té está listo.

—Tómatelo tú, Buck, yo no quiero.

—No digas eso, te hará bien.

Steve niega con la cabeza en la almohada, su cabello rubio se electrifica por la fricción y Bucky no puede evitar intentar aplacar las hebras con una mano.

—No tengo fiebre—dice Steve al sentir el toque cerca de su frente.

—No es eso.

Bucky se da cuenta que le gusta acariciar el cabello de Steve, se siente suave, y es relajante.

—Para, o me voy a dormir—dice Steve con una risita.

—Dormir te haría bien.

—No quiero dormir.

—¿Por qué no?

Steve no responde de inmediato, con una de sus delgadas manos sujeta la de Bucky, éste siente su tacto frío y duro, Dios, ¿por qué es tan delgado? ¿Por qué no puede estar sano y fuerte? ¿Por qué?

Stucky SeriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora