Capítulo 12

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"Hay tanto egoísmo en este mundo, que ninguna persona quiere que seas feliz"

DAYANA

–Estás despedida, no vuelvas a mi casa– Habla Igizi desde la puerta.

Me quedo detrás de la puerta escuchándolo hablar, no quiero decir ninguna palabra porque no tengo ánimos, me siento triste, impotente porque Basilio no me cree. Lo escucho abrir el ascensor para luego descender hasta el primer piso. Limpio las lágrimas que desbordan por mis ojos, y suspiro cansada, cansada de tanta injusticia en este mundo, cansada de las malas personas y las humillaciones hacia las demás, de la superioridad y de un mundo donde ya nadie posee educación ni valores. Estoy harta de que las personas se crean más que otros. Después que tenía una vida de maravilla se daña por un delito que yo no cometí. Respiro para poder tranquilizarme, pero solo viene la cara colonia del señor Igizi, se ha impregnado por toda la sala y maldigo en voz alta porque ese hombre tiene el poder de hacerme perder la cordura. Tiene un carácter de mierda pero reconozco que me atrae. No obstante así es la vida, siempre gana quien tiene el poder no importa si no tienes la culpa.

Me derrumbo en mi cama, y el solo pensar que tendré que buscar trabajo me pone mal, odio tener que ir a entregar resumes, es incomodo, es decir me pongo nerviosa e intimidada. Volver a lo mismo de hace días me frustra, me entristece, ya no quiero pasar más necesidad, tampoco humillaciones. Solo quiero un maldito trabajo estable, solo eso. Me acurruco en mi cama y varias lágrimas se asoman con muchas ganas de salir.

Una vez más la soledad me atormenta. Una vez más la inteligencia me falta. Noches oscuras silencio amargo. Observo a mi alrededor pero no veo a nadie, solo la soledad me acompaña. Pensamientos dudosos pasan por mi mente, y es que ya no sé que hacer con mi vida. No sé porque estoy en este mundo, un mundo falso y llenos de hipócritas. Sonrisa fingida se filtra en mi rostro.

BASILIO

Luego de haber tenido una noche placentera con Dianora, nos encontramos cenado en su departamento en la ciudad de Nueva York.

–¿Quieres más vino?

–Si– Respondo, Dianora llena mi copa de vino a la medida exacta para luego llenar la de ella y retirarse hacia la cocina – Hay un teléfono sonando– le digo desde la mesa, pues este suena desde su habitación.

–Ve por el, está en la coqueta en la gaveta izquierda– habla en tono alto pues no logró verla del todo porque se encuentra terminando la cena.

Con pasos lentos camino hasta la habitación y busco la gaveta izquierda pero al abrir la primera gaveta mis ojos buscan el molestoso aparato, más sin embargo me encuentro con un lujoso y dorado reloj. Dudoso lo tomo entre mis manos, es el mismo mío, es idéntico, pero no puede ser posible, está diseñado por mi abuelo.

Volteó el reloj y veo la oración italiana que había escrito mi abuelo "Para mi amado nieto".
Coraje, pero sobre todo ira inunda mi sistema. La que robó el reloj fue Dianora, no Dayana.  Escucho pasos provenir y se que es Dianora pero no me muevo estoy asombrado por esa acción.

–Basilio, no era en la izquierda era en la derecha– habla nerviosa y agitada mientras la veo por el espejo. Debe saber que ya encontré mi reloj, pues he abierto la gaveta que no era.

–Si, ya se. ¿Ocultabas esto?–Digo mientras me volteo y la encaro
–¿Porque robarme un reloj? Y más sabiendo el valor sentimental.

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