Capítulo 3

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La ambición es el último refugio del fracaso - Oscar Wilde

DAYANA

Abro mis ojos y la oscuridad me sorprende. Me levanto de la cama, no logró conciliar el sueño. Es imposible con tantos pensamientos cruzando por mi cabeza. El calor es notable en mi cuerpo, comienzo a sudar debido a que la porqueria de ventilador termino dañándose.
Abro las ventanas de mi cuarto y una suave brisa me acaricia el rostro. Observo a las afueras, varios focos iluminan el estacionamiento. Las calles de Manhattan es tan desiertas. Dan un poco de miedo.

No obstante revisó la hora, el reloj marca las dos de la mañana y no logró dormir. Paso las manos por mi rostro frustrada. Enciendo mi viejo ordenador, y lo conecto a internet. Gracias a mi vecina Samantha quien me dio la contraseña de su internet para poder hacer las tareas de la universidad. Entro a mi red social favorita y veo como todos mis compañeros de la universidad presumen sus vacaciones en diferentes países del mundo.
¿Y yo? Yo ni si quiera he salido de Estados Unidos. No guardo rencor en mi corazón, solo quiero tener una mejor vida, cumplir mis metas y sueños. Mi ordenador suena y un mensaje aparece en la pantalla.

Hola boba ¿ Quieres conversar? Estoy abajo.

-Alfred

Mi corazón se acelera, Alfred Clive ha sido el amigo que nunca tuve y me haría muy bien hablar con el. Observo por la ventana y lo veo sentado en un pequeño banco. Saco mi mano por las hojas de la ventana y la agito en forma de saludo. El solo sonreí y devuelve el gesto. Me acerco a mi ordenador y comienzo a teclear.

Claro, solo dame cinco minutos.

–Dayana

Corro hacia la ducha, me despojo de mis pijamas y me adentro a la regadera. El agua fría del grifo cae por todo mi cuerpo erizandolo por completo. Ni para un calentador hay dinero en esta casa. Me baño en menos de dos minutos. Corro hacia mi habitación, busco una sudadera, un pantalón corto mahón, me coloco unas sandalias y prosigo a echarme, crema hidratante, perfume y por último desodorante. Si algo me caracterizaba es que amo verme bien y oler bien. Es obvio que no tengo la mejor ropa, pero trato de lucirla lo mejor posible. Suelto mi cabello y corro hacia las afueras de mi apartamento.

Hace más de tres semanas que no veo a Alfred pues ambos hemos estado en los exámenes finales y hemos ocupado nuestras mentes demasiado. Bajo las escaleras de mi departamento y me dirijo a mi amigo.

–Dayana– Alfred me abraza fuertemente si sigue así creo que me exprimirá.

–Alfred, amigo del alma.

La colonia de Alfred llega a mis fosas nasales, es un olor tan masculino. Su cabello rubio anda algo despeinado pero luce tan bien en el. Debo admitir que tengo un amigo demasiado guapo.

–Estás más guapa de lo normal– mis mejillas se tornan color roja y pasó un mechón detrás de mi oreja nerviosa.

–¿Como has estado? ¿Ya
conseguiste empleo?

Ruedo mis ojos fastidiada por esa pregunta, por un segundo se me había olvido mi situación y ya vino a recordármela.

–Aún no, y la verdad que cada día la posibilidad es más nula.

–No digas eso, solo ten fe.

–He tenido fe durante toda mi vida pero parece que ya no funciona.

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