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"I'll sing your name over the airways"

Por primera vez en su vida, Cassie tenía una tercera razón para ir a Sally’s.

El chico enamorado.

El chico que, a pesar de que ella no supiera su apariencia o su nombre si quiera, ella quería tanto que podría dar su chamarra favorita de cuero por él.

Se acercó al café, sus manos sudando, decidiendo que ese día le iría a buscar y le hablaría, que, sin duda alguna, lo conocería y admitiría que sus poemas estaban guardados en su cajón, justo al lado de las rosas que había terminado por aplastar para, cuando se secaran, no se vieran totalmente mal. Entró en el local, y casi se paralizó, pues, en la esquina dónde aquél solía estar, no había nadie ¿Acaso otra vez se había quedado cuidando de su madre? ¡Oh! Tal vez estaba escondido entre las sombras.

Esperanzada, caminó a la mesa, casi soltando un golpe hacia esta: ahí no había nadie. Se giró hacia su tabla, al igual, tampoco había nada… Miró hacia el mostrador, pero ahí no estaba Catie ¿Qué en sólo cuatro días se había cansado de su trabajo? Con mal gusto en la boca, se giró para caminar a la salida, justo cuando visualizó,  en el rincón del mostrador de madera, una magdalena con envoltorio color rosa junto con una flor amarilla, dónde se encontraba atada una pequeña nota. Se acercó, no esperando nada y a la vez esperando todo; miró primero la tarjeta, sus manos temblando ¿Por qué estaba tan solo aquél lugar? Leyó las líneas a duras penas, al fin notando que estaba totalmente oscuro en la habitación.

«Me gustan las diferencias, tanto como a ti te gustan las historietas ¿Cuál es tu librería favorita, chica del té?

—the lovestruck guy»

Cass lo meditó por unos segundos, respirando de una manera algo agitada, sus manos temblando ¿A qué tanto se refería? Tomando los artículos que le había dejado, miró que había una caja del mismo color del envoltorio, y guardando ahí el panecillo, metió la caja a su morral, dejando la flor lo más suavemente posible en el mismo lugar.

Tomó un hondo respiro antes de salir, y sintiendo un escalofrío recorrer su espina dorsal, rápidamente pensó ¿Cuál era su librería favorita? Dejó que la primera idea viniera a su mente; casi nunca iba a esta, pero, de igual forma, amaba vagar por aquellos lares. Echó a correr calle abajo, ansiosa por encontrar qué era lo que todos se tramaban ese día y por qué aquél chico hacía aquello ¿Qué acaso no se conformaba con simplemente decirle dónde lo podía encontrar? Mierda, mierda, mierda, mierda. Entró en la tienda lo más rápido que pudo, y mirando a todos lados, esperó a que, de la nada, apareciera el señorito que tanto deseaba.

Pero no.

Sólo vino un señor en uniforme de la tienda, indicando que era un empleado.

—¿Buscaba algo, señorita? —Cuestionó, arqueando una ceja.

Cassiopea lo miró con grandes ojos ¿Tal vez había visto a aquél?

—¡Sí! Digo, uh, sí. Me refiero, sí, busco a un chico —Asintió, sin embargo, cuando le cuestionó cómo era, ella se quedó muda. No sabía como era. —Yo… sólo, no, olvídelo.

Negó con la cabeza de manera violenta, sonriendo a duras penas, dándose la vuelta para irse.

Pero, nuevamente, una mano gigantesca la sorprendió; se giró para encarar a un chico de, aproximadamente, veinte años, sonriendo como si fuese el último día de su vida.

—¿Chica del té? —Cuestionó.

Oh, joder ¿El era el chico enamorado? No, no podía; cuando lo había observado de rejo, pudo notar que su espalda era notablemente mas ancha.

lovestruck » c. h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora