one | bad liar

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No me gustaba madrugar, no me gustaba ir a clases y no me gustaba tener que ir andando al instituto por las mañanas.
No vivía cerca del centro educativo al que acudía, había una media hora andando, aún así a mi madre le daba igual y nos obligaba a mi hermano mayor y a mí a ir andando. Lo peor de todo tal vez era que mi querido hermano recogía a su novia por el camino y me tocaba aguantar sus cursilerías durante la larga media hora de paseo... Aunque si tenía suerte ellos aligeraban el paso y se alejaban de mí, dejándome sola con mi música y pensamientos de odio matutinos. Gracias al Señor, a mediados de diciembre ambos se cansaron de estar pendiente de mí y dejaron de venir conmigo.

Muy en el fondo me gustaba pasear a esas horas por las calles de mi gran pueblo. Me gustaba ver a las personas e intentar crear en mi cabeza su historia o hacia dónde se dirigían y también disfrutaba de ver cómo se organizaban los comercios a tempranas horas de la mañana.
Inventar y crear historias era sin duda mi pasatiempo favorito, así que muchas veces cuando llegaba a clase me entretenía anotando en los bordes de mi agenda lo que se me había ocurrido en vez de escuchar a mis profesores.

Ese día llegaba tarde. Era diez de abril y acabábamos de volver hacía nueve días de las vacaciones de Semana Santa. En esos cortos días de descanso no había hecho nada más que leer fanfictions y quedar con mis amigos para ir a tomar té en una pequeña cafetería que hacía esquina en la calle principal del pueblo.
Admito que una de las pocas cosas que me animaban a ir a la escuela eran mis cuatro amigos. Ellos estaban igual de locos que yo y me habían enseñado tantas cosas que no podría numerarlas aquí.
Todas las mañanas mis amigos y yo quedábamos en la farola que se encontraba justo enfrente de la puerta de nuestro colegio, nos esperábamos y entrábamos juntos. Ese día yo llegaba tan tarde que no había ni rastro de mis amigos, es más, no había nadie en la puerta.

Con la respiración agitada corrí por el recibidor del colegio ignorando las llamadas de atención por parte de la secretaria para salir al patio que conectaba esa parte del edificio con las aulas de la ESO. Subí las escaleras a la velocidad de la luz y llegué a la clase en la que ponía 4º B. Llamé con los nudillos y abrí la puerta con vehemencia encontrándome con treinta ojos sobre mí, más los de la profesora de Matemáticas. Treinta y uno.

—¿S-se puede?—pregunté sintiendo como si mi pesada mochila me tirara al suelo.

—Sí, pasa—respondió la profesora con una sonrisa—. ¿Tienes justificación? Si no te tengo que poner una amonestación.

Me mordí el interior de la mejilla negando con la cabeza.
La profesora hizo un gesto de disgusto y se acercó a la mesa del profesor para apuntar en su agenda la sanción correspondiente que le llegaría más tarde a mis padres por la plataforma.

Anduve por el pasillo de pupitres hasta llegar a mi sitio de esa clase. Marta, mi compañera de pupitre, se hizo hacia delante para dejarme pasar. Ya allí me senté soltando un suspiro.
Coloqué la mochila a mis pies y saqué mis libros mientras la profesora nos introducía al maravilloso mundo—según ella—de la trigonometría.

—Nora, ¿sabes qué?—susurró a mi izquierda Marta.

Marta era una de mis mejores amigas e integrante de aquel grupo de amigos tan extraño del cual formaba parte desde que tenía doce años. Su voz dulce y sus constantes "¿sabes qué?" eran algo que o te ponía de los nervios o te derretía el corazón.

Y, hablando de derretir el corazón, en esa clase se sentaba delante de mí Min Yoongi.
No tenía clara su nacionalidad, no sabía si era chino o japonés, así que solía pensar que era chino por estadística—en España hay muchos chinos—. Tampoco sabía si su nombre era Min o Yoongi, o si lo era todo junto. En realidad me daba bastante igual de dónde fuera pues era la obra de arte más preciosa que mis ojos habían visto en mis cortos quince años de vida.
La mayoría de mis historias de romance estaban protagonizadas por un chico de rasgos asiáticos, frío y callado: Min Yoongi. Él era mi inspiración, mi ¿muso?
A pesar de todo ello, no habíamos intercambiado ni una palabra en los dos trimestres que ya llevábamos de curso, es más, creo que no había hablado con nadie de la clase todavía.

Smile | Min Yoongi; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora