three | friends

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Me pasé todo el santo fin de semana entero pensando en todas y cada una de las frases de Yoongi, en sus gestos, en lo impaciente que era cuando la información tardaba un poco más en cargar para nuestro trabajo...
Podría llamarse obsesión o lo que sea, pero a mí me llenaba demasiado saber que me conocía, que se había dado cuenta de que existía. Me hacía feliz, aún siendo un desconocido—dentro de lo cabe ya que nos conocíamos de vista—.

Una vez Elsa me preguntó intrigada porqué me gustaba el asiático. Lo primero que me vino a la cabeza en ese momento fue lo poco que sabía de él y, asimismo, lo mucho que quería descubrirle. Él me interesaba porque no me parecía uno del montón, destacaba ante mi ingenua perspectiva porque era misterioso, diferente, especial...
No, desde luego Yoongi no era el típico adolescente de dieciséis años que solo pensaba en buscarse una novia guapa con buen cuerpo, fútbol, fumar cachimba y que le queden menos de cuatro asignaturas.

El lunes a primera hora tenía Biología. Yoongi llegó tarde, con el pelo rubio algo húmedo delatando que había tomado una ducha antes de venir al instituto.
No hace falta decir que me pasé toda la hora observando a Yoongi cual psicópata y revolviéndome en mi sitio, conteniendo las ganas de levantarme y caminar hasta mi nuevo amigo.

Porque Yoongi ahora era más que un compañero de clase, ¿no?

Era mi amigo, ¿verdad?

En el cambio entre la clase de Biología e Inglés, me puse de pie nada más la campana sonó y corrí hasta el sitio de Yoongi. Su compañera de sitio desalojó su pupitre nada más ver a mis espaldas a su mejor amiga. Aproveché la situación y me senté donde antes estaba mi compañera.
Estaba tan nerviosa que no me había percatado de que Yoongi me miraba atento, abriendo más de lo normal sus felinos ojos y algo adormecido.
Su flequillo ya estaba seco y tenía una marca roja en la mejilla que me daba una idea de su posición en la anterior clase.

—¿No te gusta Biología?—pregunté procurando no mirar directamente al lugar donde estaba la silueta de su mano.

Se encogió de hombros—qué raro—y, haciendo un gesto de asco, cerró el libro de texto de dicha asignatura y lo guardó en la cajonera.

No pude hablar más con Yoongi porque el profesor de Inglés irrumpió en la clase. Me despedí con una pequeña sonrisa nerviosa a la que respondió con un gesto de cabeza que me hizo daño, mucho; tanto que estuve toda la clase de Inglés explicando a Rocío con pelos y señales la bonita imagen del perfil de Yoongi y lo afilada que era la línea de su mandíbula.

En el siguiente descanso no pude acercarme a Yoongi porque acudió a mí Anastasiya—una de las pocas compañeras de clase que me caía bien—pidiéndome que le explicara con mis palabras las diferencias entre el present perfect y el past perfect.
Mientras hablaba con Anastasiya sobre aquellos dos tiempos verbales se me ocurrió una maravillosa idea: ¿y si aprendía coreano para impresionar a Yoongi?

Nah, qué pereza, le iba a conquistar con mi sensualidad natural y ya.

El recreo se me hizo eterno. No vi en ningún momento a aquel chico que tan loca me traía y lo único que hicieron mis amigos fue pelearse por el asiento y quejarse de lo pesada que era Rocío hablando de Got7 y SF9.
Las dos siguientes horas fueron también eternas bajo mi punto de vista. La verdad es que las clases de Lengua y Filosofía pocas veces se hacían amenas, y mucho menos si parece que ambos profesores te están cantando una nana en vez de enseñarte la lección.

La última clase del día, Educación Física, comenzaba y no había intercambiado ni una sola palabra más con Yoongi que mi estúpida pregunta en el cambio de clase.

Patético, sí.

Cuando mis amigas y yo terminamos de ponernos el chándal del colegio fuimos al gimnasio encontrándonos con casi toda la clase reunida en un semicírculo.
Después de hacer un calentamiento articular y dar un par de vueltas corriendo al gimansio, la profesora nos explicó que empezaríamos ese último trimestre con baloncesto.
Hicimos primero unos ejercicios individuales de bote y cambio de manos. Más tarde comenzamos a realizar pases de pecho y pases altos. En uno de esos intercambios de balones—que iban y venían por el lugar de una manera que no os lo podéis ni imaginar—, mis ojos se toparon con Yoongi.
Pasaba la pelota con una soltura ejemplar, pero sin ganas, como si le pareciera una estupidez de ejercicio. La imagen de aquel chico algo sudado sacando la lengua y tomando pequeñas bocanadas de aire para recuperar el aliento, me desorientó. Fue tal el cruce de cables en mi cabeza que Lucas me pasó un balón que dio de lleno con mi cabeza.

Smile | Min Yoongi; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora