epilogue | into it

924 126 65
                                    

Dos meses después

Marta, Elsa, Rocío y Lucas llevaban diez minutos—por lo menos—riéndose de mí por el grupo de WhatsApp que teníamos los cinco en conjunto.
Al parecer era muy gracioso que dentro de menos de tres horas tuviéramos la cena de fin de curso y que yo me acabara de despertar de la primera siesta de mi vida. Nunca dormía siesta, bajo ningún concepto, más que nada porque me era imposible conciliar del sueño con el sol vespertino; aún así debía de tomar una el día de la "Orla"...

¿Por qué soy así?

La "Orla" era una especie de festejo que realizaban todos los cuartos de la ESO al finalizar su último curso dentro de la educación obligatoria, o por lo menos eso hacían en nuestro instituto año tras año, copiando la idea a los alumnos mayores de Bachillerato. Quedaríamos en un lugar para cenar todos los que nos graduábamos y luegos nos iríamos de fiesta sin importar la edad ni las normas.

En resumen: una locura.

Aún adormilada me levanté estirando mis articulaciones y caminando con los ojos entrecerrados hasta mi armario, donde en su interior descansaba lo que me iba a poner esa noche.
Gracias a las coincidencias, hacía poco menos de un mes había acudido a la comunión de mi prima menor y tenía algo refinado—más o menos—que ponerme para esa noche.
Sabía de sobra que mis compañeras se vestirían como si fueran a una boda en vez de a una cena con la misma gente que ve todos los días. Sí... Y los chicos irían con pajaritas y pulcros trajes caros que no se iban a volver a poner en sus vidas... Un desperdicio de dinero sí o sí, vaya.

De repente mi móvil sonó notificando un mensaje. Aquello me resultó de lo más extraño ya que los únicos que me mandaban mensajes—y con excesiva efusividad—eran mis amigos, y tenía a todos silenciados por un año.
Con cuidado dejé el mono de color añil sobre la cama aún colgado en su percha para tomar el móvil entre mis manos. No pude evitar esbozar una enorme sonrisa al ver el nombre del remitente iluminando la pantalla.

Min Yoongi.

Rápidamente tecleé una respuesta a su escueto mensaje en el que anunciaba que no quería ir a ningún lado esa noche, y menos a una cena con gente que no le caía bien.

En realidad yo tampoco tenía mucha ilusión por ir a aquella fiesta. Lo único que me hacía ilusión era salir con mis amigos por primera vez de fiesta por la noche y, claramente, ver a Yoongi.
Los dos meses transcurridos habían sido duros pues los exámenes no daban tregua nunca, pero me atrevería a decir que conseguí mi cometido con el chico que me gustaba. Logré acercarme a él, hablarle de manera amistosa sin sentirme estúpida y hacerle sonreír por cosas insignificantes que a él tanta gracia le causaban.
Min Yoongi y yo no éramos uña y carne, para nada, pero nos llevábamos mejor de lo que alguna vez yo hube imaginado.
A pesar de recibir con esperanzas su oferta de amistad, me seguía sintiendo algo ridícula cada vez que mencionaba algo relacionado con mis sentimientos hacia él, los cuales no se iban, es más, se fortalecían cada vez que me miraba directamente a los ojos con ese brillo especial que solo sus orbes azabache poseían.

Mantuve una corta conversación con el surcoreano hasta que el timbre de mi casa sonó. Maldije recordando que había quedado con Elsa para prepararnos y solté el móvil con rabia sin siquiera despedirme de mi amigo.
Elsa, con sus negros rizos recogidos en un elegante moño alto y un sencillo vestido de verano beige, me sonrió antes de reírse de mí al ver mi cara de muerta.
Logró despertarme dándome golpes en la cara y soltando insultos a diestro y siniestro. Cuando me quise dar cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, ya estábamos las dos arregladas esperando en la calle a que el padre de Lucas nos viniese a recoger.

—Como pongan Despacito esta noche me mato—dijo Elsa suspirando con una mueca de asco—. ¿Puedes volver a explicarme porqué no vamos a un McDonald's los cinco y nos dejamos de orlas de mierda?

Smile | Min Yoongi; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora