THE BEGINNING

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Voces se escuchaban cerca de ella, alzándose y bajando en una discusión. Se puso en cuclillas en su banco en una solitaria esquina que había reclamado en el jardín, encogiéndose cuando su propio nombre llegó a sus oídos.

-¿...Dónde está la hija de Esperanza?

-¿Wyatt? Oh, ella está probablemente merodeando en algún lugar. –La voz se convirtió en un susurro, y Wyatt solo podía hacer que aquellas palabras familiares que había escuchado aplicarlas a las demasiadas veces que las había escuchado en su vida. -...extraña ...bizarra...

Las voces se alejaron através de las cercas, y el alivio limpio a Wyatt en una gran ola.Había hecho un "esfuerzo" ya que su madre la llamo. Estuvo entre la multittud y soportó la conversación durante varios minutos. Pero pronto, el ruido extremo y las ráfagas de perfume y los cepillados ocasionales de los hombros contra ella se habían convertido en un ataque de cacofonía a sus sentidos y no podía soportar permanecer en medio de mucha gente. Se alejó determinada a escapar de toda su familia tanto como Garzas y Enslows.

Encontró refugio en la esquina fría y oscura de los jardines donde las hojas verdes sombreaban un banco de piedra cerca de los establos de su madre. Las ocasionales voces callejeras eran su única compañía, y ella podría haber pasado el resto de la reunión piadosamente sola si su prima no hubiera recordado ese lugar cuando ambas eran pequeñas.

Pero inevitablemente, pasos crujieronrumbo hacia ella través del sendero del camino, y una sombra borró los rayos de la luz del sol que atravesaban las hojas de arriba.

Wyatt se preparó, y alzó sus ojos para encontrárse con los de ella. Mentalmente se recordó que supuestamente debería hacer durante interacciones interpersonales: Hacer contacto visual. ser educada, observaciones superficiales con educación. Decir por favor. Decir gracias. Hacer un cumplido sobre su cabellos o su ropa.

-Tu cabello está muy bien peinado. –Wyatt dijo.

-¿Qué?

-Nada. –murmuró Wyatt.

-Así que tú eres Wyatt, ¿huh? –Marissa dijo.

Wyatt frunció el seño, recordando a su tía presentándolas temprano en el día, y en la forma en la que lo dijo...

-Está es tu prima Wyatt. ¿La recuerdas? Ella tiene trece años, igual que tú!

Esas fueron exactamente las palabras, así que Marissa ya sabia la respuesta. Eso significaba que estaba fingiendo ignorancia, y esta pregunta fue un superfluo, y por lo tanto Wyatt no entendía por qué Marissa se molestaba preguntando eso. Debe haber una razón por la cual preguntaba eso, aunque, alguna respuesta correcta se le escapaba a Wyatt.

Ella se removió inquieta en el banco llena de incertidumbre.

-Si, ¿Qué es lo que quieres?

-Estoy aquí solo para conversar. No nos hemos visto desde que éramos muy pequeñas. Discúlpame por ser amistosa.

-Estás disculpada. –dijo Wyatt.

Para el horror de Wyatt, Marissa se sentó en el asiento de piedra junto a ella, tan cerca que el calor de su brazo se filtró en el suyo. Ella se deslizó hasta muy al borde del banco, la esencia de la colonia de fresas de Marissa le produjo escozor a sus fosas nasales. No pudo mantener sus ojos hacía Marissa a esa distancia tan corta, así que bajo la mirada, hacia la blusa de su prima.

Después lo vio: Marissa tenía una mancha de mostaza en su blusa.

-Estoy tan aburrida. –Marissa se quejó apoyando sus manos en el banco, balanceando su pie. –Somos las únicas de aquí que no somos mayores de cincuenta o menores a cinco años. Hablan de gente muerta que nunca conocí.

Wyatt no le respondió. Todavía miraba paralizada a la mancha de mostaza. Era alrededor de tres cuartos de pulgada de largo y tenía la forma del estado de Oklahoma girado hacia la derecha en un ángulo de sesenta grados, una brillante, estrella amarilla contra la tela de la blusa blanca de Marissa

-No hablas mucho. –Marissa continuó. –Es raro porque la gente habla de ti demasiado. Mamá me dijo que conseguiste una medalla de oro en Matemáticas Olímpicas. Tía Esperanza le dijo que es una gran oportunidad. Como que podrías ir a la universidad mañana gratis si lo quisieras.

-Olimpi-adas. –corrigió distraídamente. Todo su sentido común estaba fijado a esa mancha de mostaza, como si fuera una alarma a todo volumen en sus oídos. -Fueron las Olimpiadas Matemáticas Internacionales.

-Está bien, de acuerdo. Felicitaciones en tu Olimpi-ada.

La mente de Wyatt imaginó los lugares donde pudieron dar como resultado esa muy evidente mancha de mostaza en su camisa, pensó que Marissa debió haber comido algo que estaba lleno de mostaza. Tan pronto como lo mordió, la mostaza salpicó y manchó su blusa. Eso explica el tamaño de la mancha; eso explica porque no ha tratado de limpiarse todavía.

Ella necesita limpiarlo. El pensamiento pareció presionar la cabeza de Wyatt, incluso mientras Marissa parloteaba.

-...ni siquiera viven muy lejos. Tal vez nuestras mamás no se soportan la una a la otra...

Wyatt se desesperaba más por contar a Marissa sobre la mostaza, pero supo que podría causar vergüenza innecesaria, de la forma que su mamá le dijo que solía hacerle a la gente.

Aquella vez, Wyatt visitó a su abuela en la casa de retiro y le dijo que olía a un poco de orina. Lo dijo con propósito de ayudarla así su abuela sabría que tenía que limpiarse mejor, pero su abuela empezó a llorar.

Wyatt no trataba de repetir esa escena hoy. Aún si la mostaza estaba ahí... Justo ahí a plena vista donde Marissa debió ya haberlo notado...

Y podría manchar...

-Asi que si eres un genio. –Marissa se quejó mientras miraba alrededor del jardín. –entonces ¿por qué no dices algo inteligente envés de hacer que yo haga toda la platica? Vamos, estoy esperando.

¡Esta era! Su entrada, ¡su momento! Wyatt tomó una respiración profunda que hizo su cabeza girar, y la forzó a ver hacia los ojos de Marissa. Trató de mantener la mirada por un segundo antes de que regrese su mirada al suelo de nuevo.

Las palabras salieron fuera de su boca muy fuerte.

-¡Hay una mancha de mostaza en tu blusa!

Su prima se quedó callada por varios segundos. Después...

-¿Qué?

-Mostaza. –Wyatt exclamó con agitación al final de su voz. Se aseguró de apuntar la mancha así Marissa lo notaría. Sus palabras salieron con precipitación pero con alivio de haberlo dicho. –Mira, está justo ahí. Es tan obvio. ¿Cómo no lo has notado todavía? Necesitas irte y limpiarte o tendrás que tirar esa blusa. Tienes que ir a limpiarte lo más pronto posible.

-Sabes, si querías que me fuera, lo hubieras dicho. No tienes que ser una perra al respecto. –Marissa giro sus ojos.

Con eso, Marissa resopló y ese resoplido movió su cabello oscuro, se levantó del banco y se alejó de ella. Wyatt se encontró sola de nuevo con el solitario banco y los árboles, preguntándose por qué la gente siempre se enojaba con ella cuando trataba ayudarlos. Confusión y una sensación de desesperanza descendió sobre ella.

Era una sensación familiar.

Entendía números, pero los sentimientos humanos eran estraños, entidades misteriosas cuales sus acciones eran arbitrarias y caóticos rompecabezas con piezas que nunca han sido puestas en un orden lógico del todo. Cuando Wyatt interactuaba con ellos, se sentía como una extremidad rota en un ángulo incorrecto, completamente fuera de lugar. Cosas que le interesaban a ella eran aburridas para otros; cosas que les interesaban a ellos era perplejico para ella. Invariablemente decia algo que se suponía que no debía hacerlo, y después se alejaban enojados hacia ella, y nunca volvían hablar con ella de nuevo.

Ese era el por que evadía a la gente. Eran irracionales, extraños. Se veían como si no valieran la pena.

Arrastró sus piernas hasta su pecho y se encorvo hacia abajo, esperando que nadie la puediera ver, nadie más la puediera notar. Nunca estaba realmente sola, después de todo. Se sentía bien cuando estaba completamente sola.

Allies - S. J. Kincaid ( Insignia 1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora