Capitulo 13 - Te lo contare...

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TE LO CONTARÉ

CAPÍTULO 13

Salieron de la clínica y Albert iba con una sonrisa que no cambiaba por nada, pensaba que se sentía completo con ella a su lado aunque sonara a locura. Iba robándole besos por doquier los cuales ella correspondía con algo de timidez, aun así se sentía dichoso.

Heysli, por su parte, estaba realmente preocupada por su trabajo, ya era hora para que fuese de vuelta hacia el restaurante, pero no estaba siendo así, pues estaba al lado del hombre más guapo que había visto y que aparte de todo le había dado su primer beso. No supo de donde salió el valor para besarlo, no sabía si a él le había gustado pues su beso fue algo torpe, pensó.

Ya iban adentro de su auto, que por cierto a ella le agradaba todo al interior de este; era perfecto más que todo el olor que desprendía, pues el perfume tan varonil de Albert lo tenía regado por todo el ambiente del carro.

La joven veía cada sonrisa de él hacia ella, por lo que su corazón latía con demasiado frenesí aunque con miedo, si, aquello le daba miedo. No sabía mucho de relaciones, ni de cómo funcionaba.

¿Se suponía que con los besos, ya eran novios?” Se preguntó y pensó respondiéndose así misma que sí, que ya lo eran y sonrió emocionada, buscando la mano del doctor para apretarla y echándole una sonrisa que él le devolvió. Iban camino a algún lado ¿qué destino? No sabía, pero por dentro confiaba en él como si su sexto sentido le dijese que era lo correcto. También reinaba el silencio desde que salieron de su oficina hacia su auto y dentro de este también, pues desde que empezó a manejar concentradamente. El silencio no era incómodo, para nada, era muy cómodo y el ambiente tranquilo. Él cada que podía voltear hacia ella y echarle una mirada, lo hacía.

-Eres menor de edad ¿quién es tu tutor legal?- Preguntó él, deseando saberlo.

¿Qué le respondía? Su hermano estaba en la cárcel, él era su tutor, contaba con la suerte de que la oficina de trabajo social no la había visitado, y rogaba a Dios, le oraba mucho para que no lo hiciera, pues temía mucho de que iba a pasar con ella. Si se daban cuenta, la devolverían a ese lugar que nunca le gustó y que con mucho esfuerzo su hermano Rafael la había sacado, sería simple decir que su prima Marisol era mayor de edad, y podría ser, pero eso llevaría meses pues ella no tenía un trabajo en el que ganase mucho dinero; aparte de eso, tenía a un hermoso bebé que debía cuidar, no era una solución, aunque era viable; sin garantías y su mayoría de edad le faltaba tiempo aun para cumplirla.

-¿Tienes permiso para trabajar?- volvió a preguntar el doctor algo impotente pues quería una respuesta inmediata y veía como ella estaba reacia a hacerlo.- ¿Permiso? - No, tampoco. La señora Enna era tan buena y de buen corazón que la tenía trabajando sin aquel documento.

-Heysli- suspiró, llamándola y con algo de opresión en su pecho. -Necesito saberlo-. Ella lo miró topándose con esos ojos tan azules que tenía, él, era un sueño muy bonito.

-No, no tengo. En el primer restaurante donde trabajé con la señora que es mi jefa ahora, era amiga del dueño y por eso me aceptó y... bueno, después de estar unos meses ahí, la señora Enna abrió su restaurante, me llevó con ella y no me lo pidió no lo vio necesario-. La respiración de Albert era dificultosa pues la escuchaba atentamente, pero también se sintió agradecido con esa señora por haberla ayudado. Detuvo el carro en una acera, sentía una quemazón por dentro, era la culpa, él lo sabía.

-¿Quién es tu tutor? No me has respondido- habló algo incómodo y con la quijada notoriamente tensionada. Ella lo miró con algo de sorpresa por el estado en que lucía en esos momentos; no quería decirle, no quería que la mirase con lastima, ya muchas personas lo hacían y le daba rabia, su hermano estaba encerrado en el hueco más inmundo que hubiese deseado. Un suspiro salió de ella y procedió

-Mi hermano- susurró en voz baja, sin mirarlo aún, sintiendo la penetrante mirada de él sobre ella.

Su hermano, seguro era aquel chico negro, pensó el doctor. Fue donde su corazón arremetió con fuerza contra su pecho. Ese chico no lo debía ver, no, no por ahora aún no estaba preparado para perderla, no cuando apenas había probado sus labios. No, aun no quería privarse de eso, pues su plan en esos momentos y después de darle muchas vueltas, era enamorarla tanto para después decirle con calma la verdad, algo que lo ponía realmente nervioso.

-Y... ¿en dónde está?- preguntó curioso y algo confundido pues él ya había ido a su casa y nunca vio alguna presencia masculina.

-En la cárcel- le respondió. Un nudo en la garganta se formó dentro de ella, pues sabía que las lágrimas no dudarían en asaltarla, era un tema duro para ella, se sentía culpable de todo lo que estaba pasando su hermano. -Fue mi culpa, él solamente quería salvarme, él sólo quería que yo viviera- recordarlo hizo que todo detonara, sus lágrimas salieron y lloró. Albert, al verla así no dudó en llevarla hacia él y abrazarla fuertemente, haciendo que ella escondiera su rostro contra su pecho y sufriendo junto ella, verla sufriendo no era agradable para él.

-¿P… por qué dices eso? No fue tu culpa, no lo ha sido- habló nervioso y sintiéndose hipócrita, aunque no sabía que decisiones había tomado ese chico después de aquel día para salvarla, él sabía que si hubiese hecho algo para ayudarla no estaría en esa situación, y por ello se sintió aún peor, su hermano debía odiarlo y con mucha razón. Y qué decir del doctor, quien desde ese día no había vuelto a dormir tranquilo desde entonces ella lo siguió atormentando en sueños. -Habla de ello cuando estés preparada, no es necesario que lo hagas ahora- terminó diciendo. Si era necesario, pensó, pero no la presionaría, veía como le afectaba y lo menos que quería era verla llorando como en esos instantes.

Heysli ya algo calmada se separó de esos fuertes brazos que la tenían cobijada y en los cuales estaba tan cómoda. Él sólo gruñó al sentir como se apartaba para mirarlo con esos ojos que tanto deseó descubrir en sueños y que ahora los llevaba rojos por el llanto. Esos ojos de ese marrón claro lo tenían cautivado.

-Te lo contaré- suspiró ella. -Pero no aquí, vamos a otro lugar- Albert quedó tieso, pero de inmediato reaccionó. El era quien no estaba preparado para escuchar su versión, aunque de boca para afuera dijera que sí, tenía miedo de descubrir o escuchar algo que lo hiciera sentir más miserable.

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