Noveno llanto.

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A veces resultaba ser cruel y seco. Tan frío como el hielo puro. Era amargado y solamente quería estar en su cama, durmiendo.

Pero, en algunas ocasiones, era tan cariñoso y amable con él. Le compraba cosas y le regalaba muchos besitos. Era atento y le daba suaves caricias, claro, si estaba de buen humor. Incluso le permitía dormir a su lado o le enseñaba alguna de sus pinturas, pues el esqueleto albino había tenido muchos “asuntos importantes”.

Nunca le contaba sobre su vida, y en raras ocasiones le mencionaba sobre lo que le gustaba y lo que no.

Sin embargo, hoy era diferente a los demás días.

Su amado ha estado a su lado abrazándole y pareciera que no se iría de allí.

Lo observaba de reojo y lo notaba débil.

Al momento de sacarle alguna conversación, él simplemente lo ignoraba. No quería hablar, estaba claro. Pero había algo que no comprendía, ¿por qué, después de tanto tiempo, tenía tanto cariño que darle? ¿Por qué ahora?

—¿Ink? —el nombrado volteó a verle—. ¿Estás bien?

—Como nunca, bebé. —contestó sin mucha emoción.

Error no estaba convencido por la respuesta dicha por el mayor, pero al momento de replicarle, le interrumpe.

—¿Quieres ir al planetario? —al esqueleto azabache le brillan los “ojos” al escucharlo—. Digo, me lo vas pidiendo desde... mucho tiempo. Además, ya nunca salimos juntos.

Error sonríe, mientras asentía con la cabeza e Ink se sonroja por el acto tan tierno, para luego abrazarlo y darle un “choquesito de dientes”, lo cual, deja sorprendido al glitch. Sin embargo, este no le toma importancia y ambos se van al lugar dicho por el albino.

Se la pasan de maravilla, tal y como un bello y estúpido cuento de hadas. En donde todos son felices y a cada pinche rato andan cantando.

Por supuesto, ven y dime tú quién es feliz aquí.

Como sea, Error más alegre no podía estar, pues su amado estaba a su lado. Dándole atención y amor como siempre había querido.

Pero aquello no siempre será así.

Sin que el menor se diera cuenta, Ink consumía unas pastillas que guardaba en su bolsillo derecho del pantalón.

«¿En dos semanas podré hacerlo feliz? » se pregunta el pintor al ver a su pequeño observar las estrellas artificiales y leer un documento sobre estas.

—¡Kiki, ven! —llamó su “ruru”.

Ink va caminando a paso lento hacia donde él está.

Aún no podía creer que su madre había fallecido hace unas semanas y, encima, tenga ese... inconveniente.

—Te amo, kiki. —comentó con cariño, para luego besarle el pómulo.

—Yo igual, ruru.

Unos cuantos minutos bastó para oír los sollozos de su bebé, mientras era abrazado por el mayor.
No obstante, Ink se calmó al saber que las lágrimas eran de alegría y no de tristeza.

Estaba consciente que había pasado mucho tiempo sin pasar un rato juntos, sin tener una adorable cita.

Lo estaba apartando, ignorando lo. Haciéndole ver menos.

Se lamenta ahora que se encuentra mal y quiera hacerlo feliz. No puede, o no por mucho.

Sin darse cuenta, deja caer una gota salada.

«Si me voy, él no debe enterarse. »




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Supongo que sólo falta dos o tres capítulos pa' que acabe esta cosa fea :v
O más, quien sabe.

Los amo ❀

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