II

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Contenido +18. (O algo así)
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Desde el momento en que nací, durante diecisiete años creí, afirmé y no dudé el hecho de que era un Alfa.

Hace alrededor de dos meses, me enteré de que las constantes "fiebres" que sufría casualmente en la temporada de otoño e invierno, no eran exactamente por el cambio climático y que la medicina antifebril que me daba mi madre, era en realidad medicina supresora. Según ella, esperaba a que lo notara por mi mismo, pero vamos, no es como si estuviera anticipando mi celo, mucho menos cuando estaba seguro de ser Alfa.

Hay otra cosa que descubrí, y tiene que ver con mi pequeño Alfa. Esto va de que cada vez que estoy cerca suyo, mi Omega interior hace de las suyas y reacciona con demasiada sensibilidad ante su presencia.
Una vez por ejemplo, fui invitado a su casa, pero tuve que irme enseguida debido a un ataque post celo. Aunque incluso si estoy cerca o lo miro de nuevo, mi celo no se hace de esperar, pensé que si tomaba los medicamentos antes de verlo otra vez, todo estaría bien, pero no era así, ¡y me desesperaba!
Por este motivo, decidí asistir al médico de la familia... Mi propio tío. Beta. Hermano menor de mi madre, un tipo joven, seguramente comprendería mi situación y me ayudaría.

—¡Oh, mira quién apareció!—saludó con una gran sonrisa desde la silla giratoria de su escritorio.—¿En qué puedo ayudarte sobrino?

—Necesito supresores.—dije sin rodeos plantándome frente a él.

—No puedo hacer eso, ya le di a tu madre la dosis adecuada para ti.—Contestó simple mientras se levantaba de su asiento.

—Pero...¡esas píldoras ni siquiera funcionan!—Hablé frustrado.

—Sí, sí... comprendo, pobre de ti.—¿se estaba burlando?—Creo que sé lo que sucede. Eres un chico muy correcto ¿verdad? Sospecho que te haz dejado llevar después de conocer a tu pareja. Después de todo, a esta edad hay hormonas y feromonas por todos lados.—Rió al percatarse de que quizás estaba muy sonrojado en ese instante. Definitivamente se burlaba de mí. Pero aunque él no lo supiera, tenía toda la razón. Me he dejado llevar. Mi Omega interior se deja arrastrar y se lleva a mi parte racional consigo.

—¡¿Por qué tienes que decir esas cosas tan vergonzosas?!—Me quejé, cubriendo mi rostro con ambas manos.

—Porque soy doctor. Y porque quiero y puedo. Ahora, a pesar de que no hace mucho que te has dado cuenta de que eres un Omega completo, y, a pesar de que tu medicina no cumple con sus propósitos, no tienes que ingerir de más...

—¡Pero no puedo contenerme cada vez que veo a mi pareja!—Corté sus palabras en medio de mi desesperación.

—Oh... así que en esas estamos.—Sonrió de lado mientras recargaba su peso en el respaldo de la gran silla.—Así que dime, ¿qué clase de Alfa te tocó? ¿Un chico lindo? ¿o una belleza?—Sus cejas subían y bajaban juguetonas, mientras yo no cabía en mi vergüenza.

—Él es... es un niño... ¡qué aún no alcanza la pubertad!—Lágrimas de impotencia me nublaban la vista.—¡Apenas tiene nueve años!

Él me observaba con la cabeza ladeada y el ceño fruncido, quizás ya comprendía el por qué de mi frustración. Pero me descoloqué al escuchar sus fuertes y chillonas carcajadas, ¿qué había de gracioso en todo esto?

—¡Vaya!—Se secó una lágrima.—¿No es eso un crímen?

—¡Por eso vengo a pedir ayuda, no soy un delincuente!

—De acuerdo, creo que no te queda de otra que dejar salir tus descontentos.—¿De qué habla este charlatán? Lo observé dirigirse a un armario y abrirlo con una pequeña llave. De allí sacó una linda bolsa rosa de cartón a lunares.—Toma, liberate. Déjalo salir. Pero no abras la bolsa hasta llegar a tu casa o lo echarás a perder.—Tomé el paquete un poco dudoso, había un peso poco destacable dentro y no podía husmear porque estaba sellado con engrapadora.

Little Alpha || NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora