- c h a p t e r t w o -

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     Pequeños infantes correteaban de lado a lado por la gran plaza del pueblo, lanzando bolas de nieve por doquier, riendo, saltando... Jack los observaba con cierto tono de nostalgia en su mirada, también deseaba jugar así, hacía más de trescientos años que no jugaba así.

     Si al menos pudieran verlo, sería todo distinto, muy distinto.

     Podría narrar multitud de historias a los niños del pueblo, como aquella vez que salvó a un pequeño lince recién nacido de morir sepultado bajo la espesa nieve invernal. O esa vez en la que hizo nevar en toda Noruega menos en el pueblo, disfrutó demasiado con los rostros confusos de sus habitantes al percatarse del perfecto círculo de nieve que lo rodeaba.

     Pero no, no podía contar esa historia, ni ninguna otra por mucho que quisiera. Nada ni nadie podía verle, por que nadie creía en él.

     " Hace falta creer para poder ver. "

     Se trataba del guardián del invierno, controlaba el viento, la nieve y el hielo. Vagaba por la ciudad usando sus poderes para congelar las cosas a su antojo, llenando de escarcha las ventanas, atrayendo los vientos del noroeste... Todo eso lo hacía él solo y aún así, seguían sin poder verlo.

     Echó un vistazo a la luna, sólo ella había sido testigo de cada una de sus aventuras, de sus logros, de sus fechorías, era la única que podía verle, más no podía conversar con ella.

     Un leve suspiro desertó de entre sus labios, transformándose en una gélida brisa que hace estornudar a uno de los niños de los ahí presentes, Jack sonrió enternecido al contemplar cuán adorable era aquella criatura.

     Sin embargo, quedó desconcertado al ver que éste no solo no jugaba o se divertía junto a los demás niños, sino que permanecía en solitario, sosteniendo algo brillante entre sus pequeñas manos.

     El chico de cabellos blancos bajó del árbol en el que se encontraba con ayuda de su cayado, lo apoyó en el suelo poblado de nieve, y se deslizó por él con gran agilidad.

     Cruzó la plaza en un abrir y cerrar de ojos, presumiendo de sus habilidades inútilmente. No le era de extrañar que aún pasase inadvertido para el niño a pesar de que se encontraba justo delante de él.

     Llevado por la curiosidad, Jack tocó con levedad una de las manos del pequeño, dejando un rastro de escarcha sobre su piel.

     Se inclinó con la intención de ver que era lo que sostenía el chiquillo, pero, para su sorpresa, acabó encontrándose con algo mucho mejor, su mirada.

     — ¡Hola! —dijo el niño. Una gran sonrisa despreocupada adornó su rostro sonrojado por el frío—. Soy HoSeok, ¿me ayudas a hacer un muñeco de nieve?

     — E-eh... ¿P-puedes verme?

Jack Frost | YoonseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora