La PDI Y El BICRIM Siguiéndonos Las Huellas.

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Trataré de complacer y hacer el capítulo con más acción, aquí les va, venga.

El Comisario Salgado junto a su equipo salieron a las inmediaciones del lugar y encontraron las marcas de las llantas de la camioneta en la que habíamos escapado rumbo a Coyhaique, además de lo que ya había encontrado en el interior del galpón restos de semen, fluidos vaginales, sangre, y un poco de mi colostro, aparte de vellos púbicos tanto míos como los de él.

Todo fue cotejado y guardado cuidadosamente, tomaron pruebas de ADN y examinaron cada parte como verdaderos sabuesos, viendo y analizando con detenimiento cada pista que los llevara hasta salvar a la víctima osea a mi.

Después de hacer minuciosas pesquisas y tomar muestras identificatorias, procedieron a cercar el perímetro y limpiar minuciosamente el lugar.

El Comisario Salgado por otra parte, encontró algunas anotaciones en una libreta que Martín había olvidado con números de teléfonos y lugares en donde pensaba pasar para visitar a sus amigos.

A lo mejor fue un arranque de estupidez de parte de Lafontaine o algo más, pero dejar rastros a los investigadores no era su estilo, de seguro debe haberla dejado para despistarlos.

En cuanto a nosotros, seguíamos viajando rumbo a Coyhaique y yo por mi parte tenía unas ganas de saltar por la camioneta y escapar de las manos de este psicópata declarado.

Unas ganas locas que me remordían la mente y no me dejaban en paz, debía abrir el pick up de la camioneta, pero ¿Cómo? ¿Cómo poder hacerlo sigilosamente, sin hacer ruido y que Martín no se diera cuenta?

Eso era lo más difícil, pero no imposible, de eso estaba 100% segura y debía actuar con cautela y rapidez para lograr mi plan.

Di varios golpes apoyándome con todo el peso de mi cuerpo, y empujando, balanceándome de un lado para otro y cuando estuvo relativamente suelto le di una patada.

Era una situación riesgosa, pero recordé las instrucciones que recibimos del instructor de paracaidismo mi mejor amiga Maite y yo al tirarnos del paracaídas especialmente en el momento del aterrizaje.

Como debíamos hacernos un ovillo en forma fetal y después rodar de manera que no nos golpeáramos, ni chocáramos con nada al estar en contacto con el suelo.

Sin pensarlo casi instintivamente tomé forma de lulo, agarrándome fuertemente el vientre y salté, caí de tal forma que rodé exactamente igual a como me habían enseñado.

Me paré como pude, estaba con magulladuras y heridas, no tan graves, pero si de consideración, coloqué mi mano en mi barriguita para escuchar y percibir los latidos del corazón de mi bebé, pero nada.

No sé, me desesperancé, me sentí abrumada, a pesar de ser un hijo o hija de una violación, quería mucho a ese bebé, creo que con todas mis fuerzas.

Traté de tranquilizarme como pude, tratando de respirar hondo y no llorar, era un sentimiento extraño sentirme tan inútil sin poder hacer nada por mi criatura.

Comencé a dar pasos tambaleantes en la espesura del denso bosque, lo único que sentía era sed, estaba mareada y tenía unas ganas tremendas de vomitar.

Traté de concentrarme un poco, relajando y manteniendo la respiración a un ritmo más lento.

De nuevo puse la mano en mi panza, y por fin lo oí, oí sus latidos, parece que en el momento del salto su reacción instantánea fue dormir, no imagino porqué, por ende disminuyó sus pulsaciones y latido cardíaco.

Fue un alivio, casi como nacer de nuevo poder sentirlo y hacerle cariños sobándome mi guatita, eso me hizo muy feliz.

Seguí caminando y los deseos de vomitar aumentaron, sentía una sed tremenda como si estuviera totalmente deshidratada.

Después todo comenzó a dar vueltas, me sentía extraña y débil, mis pisadas ya no eran firmes, sino tambaleantes como piernas de muñeca hecha de lana, alcancé a dar unos pasos más y me desvanecí en la soledad del bosque.

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