3. Gypsy

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Todos lo miraban, al niño que perdía su fortuna llorando, sosteniendo al chico más pobre. Era de esperarse, ellos debían llevarse bien, uno seguía tras otro.

Dio perdió un zapato en la nieve, Jonathan se preocupaba por sostenerlo entre sus brazos. No, no era fuerte, ni alto, ni obeso, no era feliz.

- ¿Qué le paso?- por fin se acercó un mayor.-Vamos.

Jonathan espero sentado mirando al médico, esperaba que con sus 5 centavos fuera más que suficiente pagarle, haría cualquier cosa, Dio era ya su amigo, si lo era.

-No se repondrá hasta mañana, déjalo descansar. - el doctor lo miraba.

- ¿Yo, no sé cómo...pagarle?

El medico apenas le apretó el hombro.

-Necesitaré ayuda en vacaciones.

El moreno le sonrió, triste, pero sonrió.

Dio soñaba, era cierto...

"Mi amigo fiel."- lo veía con una armadura tan pesada y reluciente como la plata.

Mientras que él, el grandioso Dio Brando, con su armadura de oro, empuñando un arco.

"Tras la bestia, mi rey." Veía al moreno tan mayor, tan simpático y maduro... tan apuesto.

Y que decir de él, un síndrome de "Narciso", no se quedaba atrás, sus cabellos rubios se alborotaban, su piel tan brillante y sedosa, la sentía al tacto, tan alto, fuerte y...porque no, con algo más que músculos. Sus ojos ámbar brillaban de esperanza.

- ¡Alto, Jojo! - alcanzó a decir. - ¡Morirás, moriremos, seguro es!

- ¡No! - su sonrisa... como...

"Como un libro abierto."

Oyó su corazón valiente, su corazón lleno de felicidad le contagiaba...

Despertó, caliente por una frazada, aunque la habitación blanca y fría no le dejo libre, se tocó el lóbulo de su oreja, con aquella cicatriz. Apenas se levantó y cayó tan frágil como el cristal, tocio un poco y miro a los demás pacientes.

Fue hasta medio día, que alguien se digno a visitarlo. Jonathan quien traía migajas de galletas en los labios.

- ¡Hey, hey, amigo!

-Cállate. - su voz irritada salió.

- ¿Cómo estas Dio?

-Buenos días Jojo...

El moreno se sorprendió, como ayer mientras leía, nunca le había dicho así, era tan formal el rubio, que este mismo se espantó por tales palabras.

- ¡Si! - se sentó ante sus pies. -¿Quieres?

Dio metió la mano en la bolsa y saco tres galletas.

- ¿Qué haces aquí?

-Vine a verte, tonto. - le sonrió.

-Bueno, ya me viste.

- ¿Jugamos?

-No quiero jugar contigo nunca. - sonó seco, no le dirigió la mirada. -Vete, tu padre te ha de estar esperando en tu lujosa casa.

-Lo siento. - Jojo bajo de la cama. -Igual, vine a pagar un favor.

Le miro por unos momentos, Dio nunca iba a cambiar, le dejo las galletas sobrantes y se fue directo a su trabajo, otra vez aquella tristeza lo invadió.

-Adiós, Jonathan. - Dio se cubrió con las sabanas, hablando con la soledad.

"Claro que lo recuerdo, como podría olvidarlo, lo recuerdo..."- Dio sonreía volteando ante la gran ciudad, esperando encontrar al dichoso hombre encantador.

Dio, algunas veces se levantaba a ver la nieve, a sentir el frio mármol de la clínica, a escucharlo... escuchaba sus carcajadas, sus pies correr, sus manos, escuchaba sus gestos por más leves, Jojo era como un libro abierto.

-Buenos días, Jonathan.

-Hola, Dio. – Alcanzó a decir tras la cortina. – Hace diez minutos me dijiste lo mismo.

-Quiero irme.

-Estas grave.

- ¿Cómo sabes eso?

- Me hice buen amigo del doctor. - le sonrió. - ¿Jugamos?

-No.- Dio mira el frio techo, todo lleno de blanco. - ¿Dime porque me mentiste ayer?

- Jugaba.

- No es bueno jugar conmigo.

- Te veo, escribes cuentos, quizá jugando te ayude a inspirarte.

Esta vez el rubio lo miro, estaba hecho un desastre y completamente sucio. Y de pronto, como en su sueño, aquella armadura de plata le cubría el cuerpo, Jonathan Joestar, todo un hombre ardiendo en batalla, con sangre de enemigos, con barro por guerra.

- ¿Dio?

- Mejor, tu cuéntame una historia. – al menos le sacaría provecho de lo que le ocasionó.

- Yo soy un guerrero. - se irguió imponente ante Dio. - Y hay una batalla.

- Tonto no sabes contar historias.

- No, es una anécdota. – El rubio dudo mucho que este supiera que significaba aquello. - Era el más valiente guerrero, Jojo, con un escudo rojo y dorado sobre un estar dante que cargaba, a pie, caminaba al castillo de mi ...- se sonrojo un poco.- De mi Rey. ¡El más grandioso y valeroso de todos!

- ¿Cómo sabes eso?

- Porque era mi Rey. - cerró los ojos, inspirado cerró el puño y lo llevo al pecho. - "Cuando sale el Sol, en las montañas, el hilo dorado cae... Cuando sale el Sol sobre las montañas, el hilo dorado cae... Sobre las montañas, mi reino me llama."

- ¿Qué fue eso?- Dio tuvo un brillo en los ojos, Jojo ciertamente no cantaba mal.

-Un himno.

- ¿Cómo se llama tu reino?- le miraba atento.

- No tengo idea.- sonrio tontamente y el interés de Dio se fue...

-Continúa.

- Mi reino es dorado. - ahora se creía un sabio. - Ahí donde se levanta, el Rey también tiene cabellos dorados, todo él está hecho de oro...

" Jojo siempre fue un libro abierto"

- ¿Dio, te molestas si te incluyo en la historia?

-Si vas a decir que soy tu fiel amigo, olvídalo.

Y Jonathan Joestar, se arrodilla ante él, con una reverencia, mira a Dio, tan solemne, que lo ve, vislumbra al hombre.

-Olvídalo.

Y de pronto, de la nada, Jonathan acarició aquella cicatriz, en el lóbulo de su oreja, dejo de dolerle, sentía una calidez. La respiración de Jojo se aceleraba de estar tan cerca, como acción propensa, besó los labios rojos de Dio. Más que eso, solo un roce de labios, pero ahí lo veía, aquel príncipe encantador, aquel gitano, ya le había robado su corazón.


CHARMING MANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora