5. Six differents days.

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Apenas abrió los ojos al sentir el tacto, miro por el cristal de enfrente que el mesero, algo alto, algo fuerte...sucio. Dio apenas volteó para ver aquella sonrisa encantadora.

-Lo recuerdas- Dio lo miraba, ilusionado, mientras el viento arremetía contra su rostro, pero no quería cerrar los ojos...lo sabía muy bien...

-No, claro que no.- Jonathan pronunció las palabras en secó, con una pequeña niebla entre sus labios. Pero... él nunca aprendió a mentir, apenas una sonrisa se le escapo y sus ojos azules giraron para ver al pálido Rey. - ¿Qué tienes?

-Nada. - Giro su cabeza al frente, la bufanda no le cubría su rostro que empezaba a ponerse pálido, pero con ese sonrojo que le latía en sus pómulos. - Entonces...- insistió

-Bien, bien, lo recuerdo. ¿eso te hace feliz? - podía oír aquel corazón de niño tras ese hombre encantador.

¿Cuánto había esperado para verlo así? Como su fiel compañero... como un hombre.

-Supongo que sí. - Dio comenzó a caminar un poco más rápido, sentía como ese corazón palpitante iba tras él. - Entonces. - como niño volvió a insistir.

-Tú me hace feliz. - y aquel corazón lo atrapo...

Espero, en la tranquilidad de aquel auto a que el frío pasará, suspiro y miro al frente, definitivamente aquel hombre que conducía no era el hombre encantador.

En otra ocasión lo vio, paseando a los perros, que lo jalaban con fuerza y lo alejaban de Dio, que le sonreía emocionado esperando a que domase a aquellos animales. Como sus fuertes brazos no eran nada contra la voluntad animal, ¿acaso siempre ha sido así? ¿aquel hombre encantador siempre fue puro, con ese corazón de niño?

En un tercer día lo vio como un mimo que lo seguía en el parque, claro que Dio estaba algo fastidiado por los ajetreos, pero... ese príncipe encantador del que todos hablaban y que negaban su existencia en la Tierra estaba con el rostro pintado de blanco y sonriéndole... solo a él, para que llegada la noche siguiera con sus historias, sus gestos extraños y...

Un cuarto día, tan solo llego, canado y con los ojos apagados, con la voz cortada y sus manos sucias, para solo contar una historia e irse tan pronto como llegó, sin decir adiós...

El quinto día, el hombre de suerte se sentía apagado, estaba perdiendo todo, estaba acabado, estaba cayendo en una profunda tristeza, le hacían algunas bromas pesadas como que regresaría en bicicleta y nadie podría ayudarlo en medio de la nada; ¿dónde había quedado aquel hombre encantador? ¿hace cuánto lo había visto? ¿hace cuanto que no se había puesto tras la máquina de escribir y...y?

Dejo de jugar, a penas le alcanzaba para pedir el taxi e irse con dignidad, pero, tras aquel monton de hojas apenas cortadas, se levantaba el rocío y lo dejaban ver, aquel hombre que le sonreía a las flores, aquel hombre que aparecía en sus mas malos momentos, en su desesperación.

Dio corrió un poco, su mente ya le jugaba malos recuerdos, no quería que este fuera con él, apenas se escucho el crujir de las ramas rejadas en el pasto y el hombre encantador...

- ¡Jojo!- corrió a abrazarlo, cubriendo su traje blanco con tierra y rocío, con unas hojas verdes en sus cabellos dorados.

- ¿No puedo entrar así?

-¡Vamos!- lo llevaba de la mano, causo algo de "temor" ante los demás, como es posible que Dio Brando el famoso escritor infantil se llevará con alguien...con un simple jardinero.- Dime un número, Jojo.

- ¿Yo?

- ¡Vamos hombre encantador! - se pronunció tras la barra, unos cuantos lo miraron... algo...

- "Si es posible, el príncipe encantados siempre ríe, con los ojos brillantes y abiertos como el Sol, de color cielo suave, de perlas blancas y armadura de plata, de rostro sucio y alto alto alto, tan alto que todos desconfían de él."

Jonathan posó apenas, en roce, sus dedos tras aquella cicatriz, dijo un numero al azar y vio como los dados caían...

-"Había aun esperanza en sus ojos, con lagrimas que roseaban las rosas, en sus brazos llevaba a un viejo amigo. Tras esos ojos de cielo había destellos de esperanza, tras aquellos ojos cielo...y su sonrisa, tan encantadora."

Y el día seis...

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CHARMING MANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora