Capítulo 23

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La sensación de ahogo en su garganta fue tan grande que estuvo a punto de dejar de respirar.

Su cuerpo fue quien se removió por cuenta propia en el limitado espacio del lugar y no había dónde poner sus manos sin que el metal se pegara contra el sudor. Le tomó posiblemente un minuto completo para respirar adecuadamente y otros dos para sentirse valiente y abrir los ojos. No escuchaba nada, no sabía si era porque definitivamente se había perdido entre un punto del espacio-tiempo o porque todavía estaba tan aturdido que sus sentidos no cooperaban mucho.

Cuando su mirada se enfocó, pudo verse sí mismo frente a un espejo. Su cabello estaba despeinado, tenía ojeras bastante notorias y su ropa era diferente.

—¿Señor? —Prácticamente gritó cuando un par de golpes vinieron de su izquierda, se pegó contra lo que parecía ser un lavabo compacto y al fin se dio cuenta de que ya escuchaba perfectamente—. ¿Todo bien? ¿Hay algún problema?

Por instinto, Jongin se quedó callado. Cubrió su boca porque esa era una voz femenina, y durante mucho tiempo eso era siempre un sinónimo de peligro, de que debía de ocultarse o pelear, y precisamente no se sentía nada bien como para hacerlo. No obstante, cuando la voz preguntó de nuevo, Jongin tuvo un golpe de realidad. La memoria le llegó de manera tan fría en su cabeza que sus ojos se abrieron de par en par y la adrenalina corrió por todo su cuerpo.

Había atravesado un portal. Había vuelto a casa.

—Señ...

La chica pegó un pequeño brinco cuando Jongin abrió la puerta, dio un paso atrás y miró a su compañero. Jongin los estudió de arriba hacia abajo y poco le importó que esos dos lo miraran como si se hubiera vuelto loco. Sus uniformes eran azules y a juego, la chica tenía el cabello recogido y los labios rojos mientras que el hombre tenía la corbata atada firmemente alrededor del cuello.

—Señor, ¿está usted bien?

—¿Dónde estoy? —Su voz sonó tan ronca que incluso él se sentía como si tuviera la cruda de su vida. Eso precisamente parecieron pensar los dos personas extras, porque volvieron a mirarse—. ¿Cómo es que...?

—Nos encontramos en un vuelo, señor. —El hombre contestó, caminando hacia delante y dejando que su compañera fuera detrás de él como si temieran que Jongin hiciera algo peligroso—. Precisamente, está en uno de los baños. Lleva allí metido desde hace tiempo. Por casualidad, ¿ingirió bebidas alcohólicas en exceso o acaso es un poco propenso a que el efecto ocurra rápidamente?

Jongin dejó de escuchar tan pronto dijo vuelo. Estaba en un avión, ahora todo era más claro. El váter debajo de él, el espacio reducido, las pequeñas nauseas que sentía. Todo tenía sentido y a la vez no, por lo que con pasos algo torpes Jongin salió de la cabina, sintiéndose como si no hubiera caminado en días y todavía desequilibrado. Cerró los ojos un momento y respiró profundamente.

—¿Nos dirigimos a Los Ángeles? —cuestionó, exhausto—. ¿Qué día es hoy?

Porque, viéndose a sí mismo y la posible situación, Jongin se sintió casi en un sueño. Más bien como si hubiera despertado de uno bastante largo y extenso, como aquellas veces donde tus sueños son tan realistas que incluso te despiertas frustrado y con dolor de cabeza. Dio un paso hacia el frente, tomando la pequeña cortina y la abrió. Había montones de personas en sus lugares, cada quien sumergido en sus propias acciones y fue cuando su corazón latió ferozmente.

Recordaba a esa pareja de ancianos. Recordaba a ese niño con capucha verde dormido en los brazos de su padre. Recordaba aquella azafata quien les había dado la bienvenida una vez que subieron al avión.

Touched With FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora