Prólogo

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—¿Sabes que eres como una mariposa?— volvió a decir Margareth.

Amber dirigió la vista a ella sin entender a qué se refería.

—Las mariposas siempre han sido mis animales favoritos— continuó diciendo Margareth mientras Amber la observaba fijamente, sin desprender sus manos, poniéndole mucha atención —son tan libres, andan por ahí, sólo volando, sintiendo el viento, recorriendo todo, si las persigues vuelan más, no se dejan atrapar. Pero de pronto, como de la nada, se posan en ti, sobre todo si no las estás persiguiendo, si sólo las estás observando... Tú sabes, si cuidas tu jardín y lo mantienes lindo, seguramente se van a posar ahí, y cuando se posan en ti, en tu jardín, es algo mágico. Puedes sentir su aleteo, las observas de cerca, sus alas, todos su colores, son tan vivos y parece, parece que son de otro mundo, para mí las mariposas son seres mágicos, no son de aquí, no pertenecen a este planeta...

Amber no le había quitado la vista de encima a Margareth, le gustaba escucharla hablar, no era común que Margareth hablara de eso con todo el mundo, pero casi desde que se conocieron, podía hablar con Amber, de lo que en verdad estaba en la profundidad de su ser.

—Cuando pienso en ti, no puedo evitar pensar en una mariposa, porque tú eres así, Amy, eres como una mariposa, eres mi mariposa.— Agregó Margareth viendo también fijamente a Amber, Amber sonrió y la abrazó con fuerza, amaba lo que Margareth acababa de decir, amaba lo que le hacía sentir, amaba estar con ella así.

¿Tendría que haberle dicho que ella también la amaba?

Hay mariposas en todas las estaciones. PoemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora