Tres, cuatro

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Tres

Los tres felinos miran atentos la pantalla. A un hombre le vuelan la cabeza y un chorro de sangre exagerado sale disparado. Leon ríe. Los otros dos se mantienen serios. Pretenden no acordarse. Una imagen de estío sanguinolento. Bonnie yace acurrucada en el hombro de Duncan. Frota su rostro en el pecho ajeno y da palmaditas en las costillas, amasando con sus manos acolchonadas. El joven de diecinueve años, de ojos semi rasgados, cabellos brunos, alborotados, y eterna indumentaria negra, ronronea también. Toma un pelo de su cabeza y se lo lleva a la boca. Mastica. Además de ellos solo hay en la sala una pareja de novios que hacen de todo menos mirar la película. Traga. Cuando las luces son muy brillantes guardan silencio y los seis orbes observan con fijeza. Siguen la linterna roja del auto proyectado.

Duncan es el cácaro del cine barato más cercano. Ha visto quince veces la misma cinta. No se aburre. Sabe, además, cuándo está a punto de terminar, así que se levanta a finalizar su trabajo. Encontrándose solos, Leon aprovecha para aproximarse a Bonnie y le muestra sus colmillos de plata que son más briosos y afilados que los de Duncan. Ella le teme. Acaricia al rubio de ojos como olivas y sugiere vayan a divertirse. Rojo. Rojo. Pero Leon, el líder de la manada, está cansado de desvelarse en el rastro. Rapta con un solo brazo a la muchacha que va gritando y arañando, como un ave que caza, como un cerdo, y así salen a las calles soleadas que queman la piel debido al frío.


Cuatro

Es viernes y los gatos usan sus mejores pieles. De igual forma, los tres emplean la misma aguja. Andan cantando a la luna, mientras el pueblo duerme. A Leon le gusta cómo luce Duncan con pantalones de cuero y su sombra bajo los faroles; ama la forma en que juega con sus hebras de ónix y cuando una se desprende, la enreda en su lengua con pícaro encanto. Entonces el gato amarillo se la pasa rodeándolo con pasitos graciosos. Grita, presume sus habilidades y lo reta en fuerza y velocidad. Bonnie piensa: «Par de drogados subnormales» al verlos causando destrozos en la fuente del parque. Temerosos del agua. Traviesos. Maliciosos. Luego recuerda que cuando se hallaba en el basurero de un callejón inhóspito fueron los únicos que decidieron adoptarla y resuelve callarse. Incluso les sigue el juego. Se persiguen, la abrazan empapados y ella se divierte.

Hasta que Leon orina a Duncan.

No se sabe cómo ocurrió precisamente. De un tajo lo inmoviliza desde la nuca y le mete la lengua hasta la campanilla. Bonnie cierra los ojos y se deja llevar por la sensación, ignorando a aquellos que forcejean y se abrazan con obscenidad y violencia. Ese es el nombre. Violación. Silenciosa, consentida, dolorosa. La ropa interior termina manchada de sangre. A Bonnie también le escurren algunas gotas de la nariz.

Y recuerda la pulpa rojiza del estío.

A veces somos gatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora