Remordimientos.

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Jin arrojó un palo para que Akemi fuera a recogerlo mientras los dos iban paseando por la playa.

Cuatro semanas de perfecto descanso en Jeju le habían puesto un brillo muy saludable en las mejillas y alegría en el caminar. Había vuelto a recuperar la tranquilidad y las cosas más
pequeñas le hacían sonreír, como el hecho de que NamJoon se hubiera ganado el afecto de Akemi a base de croquetas para perro. Jin se sentía muy feliz, pero, de vez en cuando, sentía un escalofrío por la espalda al pensar que, inevitablemente, su relación con NamJoon tenía que
terminar.

Nada duraba para siempre y lo sabía. Seguramente, Nam se
cansaría pronto de él. De hecho, Jin no podía creer que llevaran
juntos tanto tiempo. Sin embargo, estaba decidido a vivir el momento…

NamJoon, por su parte, había hecho todo lo posible por agradarle y entretenerlo. Le regalaba flores, le compraba juguetes a Akemi, procuraba
que todo estuviera al gusto de Jin e incluso se había atrevido a
preguntarle si le parecería bien que él le regalara algo extravagante y lindo para su
cumpleaños. Como faltaban casi dos meses, Jin se había alegrado en secreto de que él pensara en detalles sobre él con tanta antelación.

A las nueve habían llevado los periódicos del día y, en el momento en el que él
vio el primer titular, sintió un profundo sentimiento de intranquilidad.
Decidió dejarlos a un lado y, tras tomar unos prismáticos y localizar a Jin en la playa, fue a buscarlo. Vestido con unos pantalones cortos de
color blanco y una camiseta de tirantes de color amarillo a rayas, estaba precioso.

Decidió que Jin era un diamante en bruto. Era sincero y amable, y había sido también el primer hombre que lo valoraba más allá de su riqueza. Jin era suyo.
Sin embargo, había momentos, como aquél, en el que sentía miedo por lo que le había hecho a Jin.

En un par de ocasiones había estado a punto de sincerarse sobre la actitud que tuvo con él cuando lo conoció, pero no había sabido cómo hacerlo. Sabía que era imperdonable y no
estaba seguro de que Jin fuera a perdonar aquella traición.

¿Cómo iba Jin a comprender un deseo de venganza que se le había ido a él mismo de las manos? No podía decirle la verdad.

Jin notó que, aquel día, NamJoon estaba muy callado durante la
hora de cenar. Aunque casi nunca tomaba alcohol, aquella noche se sirvió un coñac. Cuando él decidió bajar a la playa, Jin no lo acompañó.

Para pasar el tiempo, se puso a leer el periódico que él había estado hojeando. Había un largo artículo sobre la vida de un hombre que había muerto en América del Sur. Se llevó el periódico a la cama y terminó
leyéndolo de principio a fin.

—¿Qué estás leyendo?—Jin se sobresaltó y levantó la mirada.

—Nam… ¿Dónde has estado?

—Pareces una esposa—respondió, arrastrando ligeramente las palabras.

—Si fuera tu “esposa”, te habría llamado por teléfono y te habría
preguntado dónde estabas exactamente y cuándo regresarías.—NamJoon sonrió y se tumbó en la cama a su lado. Entonces, miró la
página que él había estado leyendo.

—Veo que has estado conociendo la vida de Lee Chang.

—Era un hombre malvado, pero jamás fue a la cárcel por sus delitos.

—Sin embargo, murió en el exilio, solo, enfermo y
despreciado.—Jin se quedó asombrado por aquel comentario. NamJoon jamás
mostraba su lado más sensible a menos que pudiera hacer una broma al  respecto.

—De joven, era un hombre muy guapo, lo que resulta bastante
turbador. ¿Sabías que era de Jeju?—NamJoon le arrebató el periódico y lo arrojó al suelo.

Revenge. •NamJin°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora