Ema.

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7:00 de la mañana. Suena el despertador. Apoyé mis pies sobre la alfombra violeta del piso y me levante de la cama. Aun medio dormida caminé hasta la ventana y corrí las cortinas, también violetas. Tenía la esperanza de que estuviera nublado y lloviera, esos eran mis días preferidos, y justo hoy era el primer día de clases, así que arrancar el día de buena manera no estaría mal. Pero no, afuera el cielo estaba despejado y el sol que empezaba a asomarse. "Genial", pensé sarcásticamente mientras me paraba frente al espejo centrado en la pared despintada y descuidada, y me vestía con un jean gris, unos Converse negros y el canguro azul del uniforme. Me arreglé un poco mi cabello lacio castaño claro y bajé la escalera de mi cuarto que daba a la cocina donde estaba mi padre prepárandome el desayuno.

-Buenos días preciosa- me saludó mientras yo me sentaba con cara de pocos amigos en una de las 4 sillas destartaladas de la mesa redonda.

Mi casa no era un lujo, era un pequeño apartamento al costado del puerto al cual se accedía por un largo pasillo donde hay 3 casas más. La nuestra era la tercera. Al entrar había un pequeño espacio que era el living-cocina, había un sillón viejo con una tele enfrente y más atrás la cocina, una heladera vieja, un horno viejo, una mesa vieja, todo viejo. Al lado del sillón había dos puertas, una da al cuarto de Marcelo, mi padre, y la otra a un baño. En la pared que seguía (donde está la cocina) había una descuidada escalera que llevaba al altillo, lo que vendría a ser mi dormitorio, y abajo al costado de la escalera estaba el cuarto de mis hermanos mellizos 4 años menores que yo: Luna y Pedro, que aun dormían. Eramos muy humildes, papá trabajaba casi todo el día en un campo a unos 30km de casa para poder mantenernos ya que mamá era una alcoholica que vivía con un asqueroso hombre del otro lado de la ciudad.

Al principio, cuando yo era pequeña, vivíamos todos juntos en un apartamento mucho más lindo en el centro. Mis padres todavía estaban juntos y trabajaban de mozos en un bar. Apenas tengo recuerdos porque yo tenía 6 años, pero siempre estaba alegre y en el atardecer me sentaba con mamá frente a la ventana mientras me contaba cuentos. Pero todo cambió cuando el bar se fundió y mis padres quedaron desempleados. Mamá entró en una crisis depresiva y lloraba todo el día, a la noche se ponía muy ansiosa y agresiva y había unas discuciones horribles que acababan con mi madre yendose de casa a quien sabe donde. Cada vez empezó a ausentarse más ya que el problema del dinero aumentaba y aumentaba. Por fin mi padre decidió vender el apartamento y alquilar este, que salía mucho menos dinero y podía pagarlo con un trabajo que consiguió en el campo arando cosechas. Mamá conoció a un señor llamado Eduardo, se fue a vivir con él y nosotros la visitabamos cuando queríamos, generalmente 1 o 2 veces al mes...

-Ema! Ya son 7:40, no vas a querer llegar tarde al liceo en el primer día!- mi padre me sacó de mis pensamientos.

Tomé la mochila, el skate, me puse los auriculares y salí de mi casa. El liceo me quedaba a 11 cuadras y definitivamente mi parte preferida del día era esa, ir andando por las calles silenciosas escuchando música hasta llegar a mi destino. Cuando llegué bajé la vista y caminé hacia el salón. A mi al rededor todos se reunían con sus amigos y gritaban emocionados. Qué podía tener de emocionante el primer día de clases? Absolutamente nada. Al menos no para mi. No tenía amigos y las caras eran las mismas de siempre ya que este era el cuarto año en el liceo. Me senté en el penultimo banco contra la pared y suspiré resignada a afrontar el año que me esperaba...

El círculo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora