Reflejo | #01

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El frío del invierno le calaba los huesos. Sentía las manos levemente entumecidas y sus dientes chocar entre si haciéndolo tiritar. Pero lo valía, tenía que hacerlo. O por lo menos eso decía el blog que leyó antes de colocar un pie fuera de su hogar. Salir desabrigado en estaciones de baja temperatura para que el cuerpo queme grasas para mantenerse caliente. 

Nada de eso tenía una mínima base de ser verdad. Pero si Louis ignoraba los comentarios positivos sobre su cuerpo, también ignoraría lo que sea que no lo ayude a adelgazar. 

Por suerte (para él) encontró a una mujer y a quién parecía ser su hijo. Se les acercó y ofreció la comida junto con dos botellas de agua que había traído de su casa. La mujer acepto agradecida y el infante copió el gesto de su madre.

Entró al aula pensando una excusa para evitar entrar en la cafetería. La frase de ir a la biblioteca estaba muy gastada ya, y más con su mejor amigo, que parecía ser su segunda madre.

— Es raro que llegues tan temprano. — Comentó su amigo, quien había notado su presencia detrás suyo.

— Lo mismo digo, de hecho, nunca llegas temprano. — Respondió Louis y su amigo soltó una risa nerviosa, había dado en el clavo.

—Hey, ¿entendiste el problema de fórmulas? —Louis abrió los ojos y dio un pequeño sobresalto.

—Lo siento, lo olvidé por completo. ¿Teníamos tarea?

—Matemática, química y cívica. Desde hace tiempo estás distraído en clase, olvidas las tareas y hasta me atrevería a decir que estás más irritado. ¿Te ocurre algo?

—¡No es nada, Hayden!  — respondió intentando ocultar su irritación por siempre la misma pregunta de su amigo, movió la cabeza para quitarle peso a la pregunta —. Son tus instintos maternales lo que te hacen pensar eso.

—Como digas. Pero sabes que puedes confiar en mí para lo que sea, ¿cierto? Por algo tenemos trece años de amistad.

Louis sonrió en agradecimiento. La maestra de cívica dejó de hablar con el de educación física y entró al aula.