"Noche en París y de paso en la prisión"

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He vivido muchas injusticias a lo largo de mi vida, si me permiten confesarles. Me han levantado falsos, me han apartado de mi ciudad natal, me han quitado cosas preciadas por culpa de un matrimonio fallido del que no tengo nada que ver, pero esta... Pfff, esta es de las peores injusticias que he podido vivir a lo largo de mis diecisiete años de vida.

Después de tres puñeteros años solamente quería una maldita puta noche de diversión, carajo ¿Y que termina ocurriendo? Pues termina ocurriendo una injusticia; Mía Stefano y Milán Laforêt detenidas en una inmunda comisaría de Paris por detener el tráfico en una calle transitada de Francia. ¿Es justo? ¡Pero por supuesto que no si todo fue culpa de los granos en el culo también conocidos como paparazzis!

Al parecer los sujetos que me habían llevado lejos de aquellas bestias con cámaras caras eran unos policías de la zona y la camioneta en la que Mía se encontraba era una patrulla, pero estaba tan ebria que los confundí con los inútiles de mis escoltas. Y sí, estaba, porque por el susto de ir presa se me a bajado la borrachera en un dos por tres.

Mía suelta un gemido al observar como las rejas son abiertas y dan bienvenida a un señor musculoso, tatuado, con pinta de secuestrador violador de niñas y traficante de drogas. Se que mi mejor amiga tiene miedo cuando sujeta mi brazo con fuerza y trata de cubrir sus piernas desnudas cuando ve la mirada de aquel hombre sobre ella, quien la observa como si fuera un pedazo de carne bien cocido.

Me es inevitable no sentir un nudo de asco en el estómago.

El lugar en el que nos encontramos detenidas también es un asco. Las paredes grises están rayadas, las rejas son viejas y oxidadas y hay un olor repugnante impregnado. Mía y yo estamos sentadas una al lado de la otra en unos asientos incomodos. Hay una chica transexual, el hombre violador y un pobre vagabundo que me sonríe con picardía cuando lo inspecciono.

Dios santo, ¡Sálvame de esta por el amor a Harry Styles!

—Milán, quiero salir de aquí, tengo miedo— Mía susurra lo más bajo que puede en mi oído. —Ese hombre me va a tragar con la mirada, ¡Solo obsérvalo!

Llevamos una hora en este lugar y estamos esperando a que lleguen por nosotras. Ya han avisado a nuestros familiares... En realidad, ya le he hecho una pequeña llamadita, con permiso de los estúpidos oficiales, a mi querido hermano mellizo que casi muere de un ataque de risa cuando le expliqué la situación. "Estas en graves problemas" Había canturreado burlón. "Como si no lo supiera, idiota" Esa había sido mi respuesta.

—No temas— Trato de tranquilizarla ocultando mi miedo para verme fuerte y lograr reconfortarla. Le doy una sonrisa de lado y enlazo nuestras manos. —Reese ya le avisó a mamá, todo estará bien— Le guiño el ojo.

Ella chasquea con la lengua. —¡Si eso es lo que más me da miedo!— Exclama en un tono bajo, gimoteando. No podía estar más de acuerdo con ella. Reese puede llegar a ser muy castrozo si se lo propone, no me sorprendería si decide dejarnos aquí hasta la mañana para realizarnos unas de sus magníficas bromas.

Mía suspira cuando observa mi rostro de duda y retira sus ojos chocolates de los míos para no hacerse más ideas en la cabeza. «Lo siento amiga, te quiero mucho» Pienso.

No me importaba un Reese salir en las revistas con la noticia de mi escándalo, no me importaba que me llamaran rebelde y malcriada los programas de chismes o ser juzgada por las madres que habitan en el mundo, tampoco me importaba ser tendencia, lo único que si me importaba y por lo que verdaderamente temía en estos momentos era por solo una persona, más bien, un ogro rubio con metro sesenta y seis de estatura.

The Bad and the Play BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora