"La chica mala de Hollywood"

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Reese Francis Laforêt mi queridísimo hermano mellizo, espero que escuchen el sarcasmo, me observa desde el marco de la puerta con sus increíblemente hermosos ojos azules. Su cabello rubio y lacio cae en los costados de sus sienes y pasa sus dedos por su cabello en un movimiento galante para acomodarlo.

—Pequeña mocosa— Puedo escuchar levemente el acento británico en sus palabras francesas y se que es por culpa de esos tres años en aquel internado de Manchester.

—Mocos los que traes colgando— Respondo sin ni una pizca de amabilidad.

Me dedica una sonrisa falsa y me quita la manzana ignorándome. Se sienta a mi lado y copia mi postura, sube sus pies a la mesa de igual manera. Suelta un sonido satisfactorio cuando le da la primera mordida a la manzana, lo observo con recelo, teniéndole envidia.

—Deja de estar tan de malas, finalmente saliste de breshwellington deberías de estar feliz— Habla como si no pudiera entender mi actitud.

—¿Porque mejor no te callas?— Le pregunto irritada. ¿Que no debería de enojarme? Bah, ¡Me han castigado por el siempre hecho de defenderme! No sabe cómo me estoy sintiendo y me molesta que hable por solo hablar.

—¡Hey! Yo no tengo la culpa de tus errores y de tus peleas con mamá así que no empieces a desquitarte conmigo. Si te vas a enojar, enójate con ella pero yo no tengo la culpa— Apunta hacia la puerta con referencia a Victoria. Habla de una manera defensiva y por sus palabras se que tiene toda la razón. Le quito la manzana y la termino de devorar por completo.

—Gracias por comerte mi manzana— Gruñe.

—Era mía, mocoso— Con esa palabra la tensión en la habitación termina de desaparecer.

Reese me arrebata la revista del regazo, la sujeta entre sus largos dedos y la hojea.

Chifla. —¿Que tal?— Se burla en mi propia cara. —Al menos, ¿estuvo divertida la fiesta?— Pregunta con ironía. Me hace sonreír a medias.

—Ni tanto...— Respondo, Reese echa la cabeza hacia atrás y lanza una carcajada.

Somos interrumpidos por un joven francés.

—Gracias por avisarme... Si... Ahora mismo les avisaré. ¿En el canal cinco? Está bien— Robin, el asistente de mi madre, entra a la habitación terminando una de sus llamadas diarias.

Rob es un chico de unos treinta y cinco años, más homosexual que el propio Freddy Mercury. Tez blanca, estatura promedio, cabello castaño, ojos azules y una pinta de gay. Más que un chico guapo, es adorable. Con cara de ángel que es más que nada una falsedad y producto de su fachada impecable, eso sí, el mejor en el oficio de asistente y mi favorito por siempre. ¿Acaso eso rimó? Creo que si.

Apaga el celular y lo mete en su bolsillo trasero. Corre en dirección al televisor, moviendo sus manos en el aire con terror, de cierta manera verlo hacer aquello me recuerda a Bob Esponja, de echo, si lo analizo mejor, tienen un leve parecido a Bob.

—Tienen que ver esto— Dice con seriedad y por la manera en la que nos observa, más a mí que a Reese, me hace preocuparme. Algo grave está ocurriendo. Lo sé. Lo siento.

El canal cinco que es el canal de las noticias, está en la pantalla de plasma y mi rostro aparece ahí. Observo a Rob con inquietud, este comienza a morderse las uñas de los dedos.

The Bad and the Play BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora