Los Rivera

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Nada, absolutamente nada estaba bien.

Luego del despegue la mayor parte del viaje Hiro paso a ser de un muchacho normal a casi una máquina de vomitó. Se había mareado más de una vez hasta casi desmayar, y gravado de ese viaje solo se quedaron los rostros preocupados de los demás tripulantes. De hecho se podría jurar que bajó aún más delgado de aquel avión.

A pasos torpes y cansados recorrió la sala de espera del aeropuerto despidiéndose con una leve sonrisa de la azafata que más de una vez le ayudo a levantarse del suelo y tomando sus maletas salió de aquel lugar aspirado el frío y ligero aire. Eso nesecitaba desde hace horas, pero sabía que abrir la ventanilla del avión sería estúpido.

Recorrió el exterior y una ola de emociones golpeó su persona. Aquel lugar solo era un prototipo de ciudad, era lo que solían llamar como pueblo en su mayoría, todo muy sencillo y colorido.

Casi llora del impacto.

Más posibilidades de perderse y ya no regresar.

-¿¡Como que se perdió!?-

-Lo sentimos, casi nunca pasa, al parecer solo fue un intercambio de maletas, es todo-

- Y entonces me la devolverán o yo me quedaré con esto solamente-

- Solo es una Maleta señor Hamada, haremos lo posible por que la tenga en sus manos lo antes posible-

Colgó la llamada lo más rápido posible intentando regular su respiración, estaba exausto, molesto y hambriento, además de que estaba perdido.

Recorrió nuevamente una y otra vez aquellas calles intentando encontrar algún hotel o Ostal el cual pudiese ser el lugar en el que se supone se debería de instalar, pero lo único que podía ver era un pequeño resinto adornado por la palabra "Rivera" bien marcada en su exterior.

Se sentó en la quinta vuelta, sería bueno activar a Beymax, pero le pesaba sacarlo de la maleta y esperar que se moldeara.

- Mire Tío, le dije, esa niña lleva dándole vuelta a la calle desde hace un chorro de rato-

Rodó los ojos exasperado, lo que menos quería era interactuar con las personas de aquel lugar.  Agachó la mirada recargándose en sus piernas y se quedo así por unos segundos, hasta que una sintió un leve jalonsito en su hombro izquierdo.

-Mijo, de casualidad ¿usted es Jiro jamadá?-

Y agradeció las clases de español que había tomado un tiempo atrás, no lo dominaba muy bien pero lograba entender conversaciones enteras e incluso mantener una conversación.

Asintió levemente con el ceño levemente fruncido.

-Hiro Hamada- corrigió.

 una sonrisa calmada surco los labios de aquel hombre.

-¡Maria mija, dile a tu tía que ya llego el muchacho de intercambio!-

 Desvió un poco la vista apreciando como una pequeña niña corría rápidamente dentro de aquella propiedad, el hombre había mencionado algo de el intercambio, eso significaba solo una cosa.

-Bienvenido a nuestra humilde morada muchacho, no es mucho lo que hay aquí pero siéntete como en casa-

El se quedaría a vivir ahí.

-¡Amá Elena ya llego el chino ese!-

Pasó siendo empujado por algunos cuantos niños los cuales jugueteaban con su sudadera, él rió. No estaba siendo una mala bienvenida después de todo.

-¡Hay Mijo!, mirate nadamas-

Una señora ya mayor lo arrebato de las pequeñas manos de los niños y comenzó a manosear su torso con una mirada siempre decidida.

-Todo flaco y ñango ¿Qué allá en china no te dan de comer otra cosa que no sea perro?- Dirigió su mano a sus mejillas para después abrazarlo, Hiro solo estaba aturdido ante aquellas extrañas muestras de ¿Afecto? que le estaban dando- Ahorita te doy unos buenos tamales pa' que me quites esa cara de calaca-

Lo soltó y se alejó de el a grandes y pesados pasos.

-Y...¿Usted no habla?-

-Oh, s-si disculpe-

Hiro dirigió su mirada a una bella mujer que sostenía en sus brazos una bebe, lo observaba con tranquilidad, tal vez analizando lo que tenia enfrente. 

-Dime, ¿Cual es tu nombre?-

-Hiro, Hiro Hamada-

-Bueno Hiro, es un gusto, siéntete cómodo y no te preocupes, la única amenaza aquí era Mamá Elena y mira namas, le agradaste-

Le habían dicho que era un chico bastante inteligente que contribuiría con la mejora de Santa Cecilia, tal vez algo no tan simple pero a todos les emocionaba la idea de tener al genio en su hogar... bueno, a la mayoría.

-¡Que no quiero ver a ese chino come perros amá Elena!-

-¡Miguel!, ahora va andar por acá, así que mas te vale no andarlo fregando y ve a darle la bienvenida-

Un joven, moreno, delgado y de una estatura un tanto pequeña salio de entre las demás personas, no se le veía muy feliz. Se acercó a él peligrosamente, observándolo detenidamente y una atmósfera  un tanto incomoda se creo en aquel lugar.

-Miguelito, dile hola a Hiro- Interrumpió su madre en un intento de aligerar la situación. 

-Hola Ji-ro- escupió con frialdad. Hiro sonrió nervioso. 

-¡Bueno!- y de repente se pudo ver como una sandalia aterrizaba en la cabeza del menor.

-¡Auch!-

-¿Qué les parece si vamos a comer unos tamalitos de mole bien sabrosos que acabo de preparar?-

Todos sonrieron afirmando que la idea en si era bastante buena. 

Hiro, fue alado por las demás personas a lo que parecía ser su comedor, mientras aquel chico se quedaba parado en el mismo lugar sosteniendo su cabeza, Hiro le sonrió, no quería tener ni causar problemas y al parecer a aquel moreno él no le caía para nada. Miguel solo se dio la vuelta.

No, no quería tratar con aquel chico, mucho tenía con toda su familia para que metieran a alguien mas, y que buena idea meter al chino ese en su cuarto a dormir bien pinche cómodo ¿No?, tal vez el tendría que dormir en el incomodo sillón de la sala o con Dante en algún lugar de afuera y dios bendito sabía si no se le subía el muerto en la madrugada.

Pero vamos, solo era la única primera impresión.

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-Bien, hola Miguel, soy Hiro, es un gusto- 

Sabes una cosa (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora