♪ Dos ♪

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«Unas cuantas nuevas emociones»

Los largos silencios se habían convertido lentamente en un placer culposo para Seokjin. Tanto que se encontraba caminando por los pasillos del edificio para ver a Namjoon cada vez que tenía un rato libre. A veces incluso iba por la madrugada porque de todas formas sabía que él estaría despierto. Según le había contado, tenía problemas para dormir debido al ruido.

Como Jin era una persona realmente espontánea, le había pedido quedarse en su departamento para cantarle y que así pudiera dormir en paz. Pero claro, no lo había pensado muy bien cuando lo dijo porque de lo contrario no estaría a punto de llorar en su trabajo. Y es que a Namjoon le había parecido una maravillosa idea. Obviamente, como no.

El peligro que representaba quedarse en ese sitio a dormir era realmente alarmante para el pobre Jin. ¿Qué si el adorable mudito resultaba ser un asesino? ¿qué si cantaba mal? ¿qué si lo besaba o el se daba cuenta de que lo miraba demasiado? bueno, esas eran opciones a tomar en cuenta considerando la personalidad del cocinero alto. Sobre todo esto, le avergonzaba estar mucho tiempo junto a el. Adoraba el silencio y la presencia del contrario, si. Pero no pensaba que era recíproco. No era una mala persona, era amistoso y muy ruidoso, lo cual era en realidad el problema porque podía llegar a hartar a la gente. ¿Qué sería del pobre mudo que tenía que usar una libreta para escribir todo lo que debía decir?

Jin hablaba tanto que a la fecha, a unas tres semanas de comenzar a hablarle, ya había gastado más de tres libretas intentando seguirle el paso. Tres libretas. No una, no dos. ¡Tres libretas de doscientas páginas cada una!

Siendo el egoísmo más grande que su vergüenza al acabar su turno se dirigió al departamento de puerta marrón desgastada y como era ya su costumbre tocó con el pie la puerta. Escuchó a Chloe, la perra de Namjoon, ladrar y escarbar en la puerta probablemente reconociendo su olor o el del pollo que llevaba. Reconoció el sonido de los pasos de pesadas pisadas y comenzó a ponerse nervioso otra vez.

Para cuando le abrió ya estaba camino al ascensor porque no podía decir con honestidad que tuviera suficiente valor para cantar ese día sin sufrir un infarto fulminante. Desgraciadamente la carita de preocupación de su vecino lejano fue como el canto de una sirena para un barco pirata por lo que entró a ese departamento sin siquiera notarlo.

"¿Te pasa algo, Jin?"

Fue  lo que anotó en una pagina completamente limpia de un cuaderno nuevo. Del cuarto cuaderno, por el amor de Dios.

—No me pasa nada, ¿por qué debería pasarme algo? estoy perfecto, no sé de qué me hablas—se excusó tosiendo.

Al parecer Namjoon era excelente para reconocer el lenguaje corporal de Jin, era eso o había notado el tropezón que se había dado mientras hablaba y se había dado cuenta de lo ansioso que estaba. Realmente el moreno no debía escribir para que Jin lo comprendiera a la perfección. A este punto ya sabía lo que significaba un ceño fruncido en conjunto con brazos cruzados. Puede que estuviera enojado o que no entendiera lo que estaba pasando, ambas cosas lo ponían aún más nervioso.

—Seré honesto contigo, Nam—pronunció vagamente amortiguando el sonido de su voz con una mano.

Antes de poder continuar con su cometido de explicarle detalladamente el pavor que le causaba toda la situación, la sonrisa ladina de su acompañante lo interrumpió. Estaba consciente de que no se encontraba bien, probablemente porque no estaba hablando tanto como regularmente lo hacía. Y el hecho de que le tomara la mano mientras sonreía solo logró que quisiera vomitar. Quizá por la emoción, quizá por los nervios. Obtuvo el valor necesario para comenzar a cantarle la primera canción que se le ocurrió, y para cuando terminó se dio cuenta de dos cosas.

Número uno:

Kim Namjoon era un hombre malditamente educado, amable y merecía todo lo que pudiera pedir.

Número dos:

Estaba seguro al cien por ciento de que quería darle todo eso.

El había sujetado su mano mientras cantaba, logrando transmitirle seguridad suficiente para cantar no solo una, sino varias veces y al terminar aplaudía de la manera más adorable del mundo. A decir verdad ya no le importaban las libretas o el hecho de que hablar mucho pudiera molestar a Namjoon. Su única preocupación ahora era hacer feliz de la manera que pudiera a ese tipo de la misma manera en la que él podía hacerlo feliz, probablemente engordarlo en el proceso. Porque a sus casi veintisiete años de vida nunca se había sentido admirado hasta el día en que un silencioso moreno le aplaudió al cantar.

Sonido ➳ n.jDonde viven las historias. Descúbrelo ahora