♪ Uno ♪

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«El lío del pastel sobrante»

Un viernes por la noche acostado en su fría cama, Namjoon no podía dormir. Escuchaba perfectamente la discusión de su vecino, porque pese a que eran las dos con cincuenta y cinco de la madrugada, era el momento perfecto para discutir sobre la comida que iba a cocinar al día siguiente. Escuchaba los ladridos del perro del frente, las bocinas de los autos que pasaban, gente que caminaba en el piso de arriba e incluso podía escuchar la música del club que quedaba en la cuadra siguiente. En momentos así, a Namjoon le gustaría poder hablar. Podría decirles que todo el ruido que estaban haciendo no lo dejaba dormir y que estaba muy irritado por el hecho de desear más que nada en el mundo decirle a su vecino que estaba bien comer arroz por la tarde, decirle al dueño del perro que podía dejarlo entrar a su departamento y así este no lloraría por el frío, y quizá también podría ir al club.

En realidad, deseaba poder hablar más que nada porque pese a que había mucho ruido, no era esa la razón de su insomnio. Su razón tenía nombre y unos gruesos labios rojos. Su razón cantaba como un ángel y hablaba en demasía.

A Namjoon le molestaba el ruido porque era desagradable y hacía a sus oídos zumbar por horas. Debido a que era mudo, su audición era demasiado buena y contrario a lo que se piense, no era nada deseable. Era terrible. Pero hubo veces en las que caminando por el edificio o sentado cerca de la puerta, lo escuchaba cantar. Y su voz lo calmaba, se sentía entumecido, relajado.

Seokjin era muy tímido. Le gustaba escabullirse entre el gentío del edificio de apartamentos en el que vivía para que nadie lo notara, aunque a veces las cosas que hacía lo saboteaban. Trabajaba cocinando para la escuela de su calle, y a veces también repartía comida en el edificio para los señores a los que le gustaba el olor de su comida. Para los señores y para un chico moreno muy silencioso que vivía a tres departamentos de distancia del suyo. Se preguntaba si el chico tenía alguna discapacidad, porque cuando entraba para darle su parte recibía muchas miradas y ninguna palabra, el tipo hablaba con las manos y debido a su timidez Jin solo hablaba con él para pedir su dinero y para dar las gracias.

Pero le gustaría hablar con el chico silencioso, porque él parecía interesante y porque cuando Jin se retocaba el labial, el no lo miraba con asco o mal, simplemente le sonreía.

Seokjin hizo un pastel de fresa, y decidió llevarles a sus vecinos porque según el estaba muy bueno y sus amigos no tenían tiempo libre para pasar por el.

O bueno, no a sus vecinos, decidió llevarle al moreno tranquilo que vivía a tres departamentos de distancia.

Tocó la puerta con el pie mientras sostenía su creación, sorprendiéndose de que la puerta se abriera tan rápido y de la reacción del inquilino del lugar. Parecía... ¿irritado? o quizás molesto, como si algo lo sacara de quicio y quisiera pegarle a alguien. Y Jin quiso caminar sobre sus pasos y llevar la maldita cosa a la anciana de en frente para no tener que pasar la vergüenza que estaba por pasar a continuación.

—Uhm, uh... ¡traje este pastel porque me sobra, y ademas estás muy delgado y pareces solitario así que creí que estabas pasando hambre y me preocupé, toma!—exclamó poniendo el pastel en manos del chico y acto seguido apretando los puños para inflar las mejillas como un pez globo, como hacía cuando estaba muy nervioso.

Lo miró reírse, abrió su boca tanto que parecía que toda su cabeza podría haber perfectamente cabido ahí. Cerró los ojos y el pastel casi se le cae de las manos, comenzó a lagrimear y a respirar de manera pesada, y por primera vez Jin pensó que se veía realmente guapo haciendo eso. Pero algo llamó su atención por sobre todas las cosas. Aún cuando estaba riendo realmente fuerte, ningún sonido salió de su boca. Se sintió verdaderamente torpe, porque pensó que el chico que tenía frente a él solo era reservado y silencioso, que no tenía interés en él, también.

Enrojeció.

Enrojeció tanto que bien podía compararse su tez con el color de su labial.

El moreno caminó por su departamento para llevar el pastel a la mesa, haló dos sillas y palmeó una de ellas para luego sentarse y mirarlo. Le dio tiempo suficiente para que reuniera el valor de hacerle la pregunta que aunque su respuesta era obvia, necesitaba escuchar.

—¿Eres mudo, tipo bronceado?—trató de parecer casual, pero al intentar apoyarse de la silla no miró bien y casi resbaló, denotando que estaba muy nervioso.

Solo recibió una mirada como de consuelo y un asentimiento lento, muy lento.

—¿Cómo vas a hablar conmigo entonces?—volvió a preguntar, al segundo dándose cuenta de su error y moviendo frenéticamente sus manos —Osea, no a hablar hablar, me refería a comunicarte conmigo, ya sabes, a veces la gente comete er...—probablemente seguiría por un rato más pero fue interrumpido por la mano del chico frente a el dándole un golpecito con una libreta negra y un lápiz seguido de su silenciosa y adorable risa.

Jin estuvo a punto de escribir en ella, volviéndose a golpear mentalmente por ser tan torpe.

—¿Quieres qué te haga algo de comer? sé hacer muchísimas cosas y tengo tiempo libre, además me gusta hablar mucho y supongo que a ti no te gusta mucho estar en silencio porque debe ser aburrido, también puedo cantar para ti—Comenzó a decir mientras iba directo a la cocina y rebuscaba en sus cajones.

Namjoon pensó en decirle que disfrutaba del silencio y de estar solo, pero eso sería mentir porque hacía mucho tiempo que no se reía tanto como con la visita del alto chico frente a él, y a parte de eso, su voz era suave, graciosa y estaba encantado con la idea de que cantara para el.

Tomó un papel y escribió en el, para luego tocar con el dedo la espalda del rubio causando un respingo y un sonrojo inmediato en Jin. Puso el papel en su mano y le sonrió.

"Buenas tardes bonito, soy Namjoon"

Sonido ➳ n.jDonde viven las historias. Descúbrelo ahora