Helados navideños

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En todo el entrenamiento de Joe no pude apartar la mirada, todos sus movimientos eran increíbles. No había momento en el que me preguntara el como el Raimon había conseguido romper sus defensas. 

—¿Podrías disparar contra mí? —preguntó, mientras me lanzaba el balón. 

Cogí la pelota y miré al castaño con miedo en los ojos, no sabía nada acerca de jugar al fútbol. Y cuando digo que no sé nada, es porque ya no es confundir a Napoleón con Colón. Asentí un poco nerviosa y él me sonrió mientras se ponía en posición de defensa.

Tomé aire mientras dejaba el balón cobre el césped, me alejé un poco e intenté chutar. ¿Por qué no lo confirmo? Pues porque mi pie pasó por al lado de este sin tocarlo, causando que el portero soltara unas grandes carcajadas. Bufé mis mofletes con malestar y le indiqué con la mirada que se callara, me hizo caso mas sabía que por dentro estaría aún riéndose de tal fallo.

El segundo intento al menos dio al balón ¿y por qué digo al menos? Pues porque salió para arriba en vez de hacia el frente. King puso la vista en el cielo, se acercó un poco a mí y tomó la pelota antes de que tocara el suelo.

—Nunca había visto a alguien tan malo jugando al fútbol —soltó, sin embargo lo hizo con diversión. Era como si no quisiera que aquello me sentara mal.

—Digamos que... no es mi punto fuerte —pronuncié mientras este se alejaba y limpiaba el rostro con una toalla. Alzó sus brazos, estirándolos, y volvió a posar su vista en mis ojos.

—No hace falta que lo jures, por cierto. Voy a ir tomar algo, es una costumbre que tengo después de entrenar. ¿Quieres acompañarme? —Me tendió la mano, invitándome a ir con él. 

Me sonrojé por unos instantes, pero correspondí a su invitación. Me sonrió y no pude evitar recordar lo que sucedió el año pasado, justo por estas fechas. Soltó mi mano y comenzó a andar con un paso ligero, no sabía muy bien si debía ponerme a su lado, mas tras un rato lo hice. Todos los pensamientos, y todos los malestares que sentía a causa de la ausencia del chico iban desapareciendo poco a poco. Me sentía cómoda a su lado.

"Bueno... Es normal... Pero se me olvidaron nuevamente las bragas de repuesto".

Mientras caminábamos por las navideñas calles no pude evitar sonreír, eran realmente bonitas. Y me recordaban al año pasado, no gané el concurso pero es uno de los recuerdos más agradables que tengo. Noté como una mano me zarandeó el hombro, mi vista se torció hasta el estudiante de la Royal.

—Sí que eres distraída —susurró para luego girarme con cuidado hacia la heladería.

"Joe King es el único chico que come helado hasta a sesenta grados bajo cero".

—¿Helado? —Me parecía una auténtica locura comer algo tan frío en invierno, pero antes de que pudiera negarme él ya me había obligado a entrar.

Tomó asiento, se le veía bastante feliz. Era extraño ver a alguien tan orgulloso como él de este modo, aunque... Recordé su imagen con las orejas de gato y no pude evitar taparme la boca para no reír. Enarcó su ceja de manera inquisitiva e hice un gesto para restarle importancia al asunto. 

—Bienvenidos —pronunció la animada voz de un camarero, quien vestía un traje de ayudante de Santa Claus—. Hay un helado especial para las parejas. —Se rió al ver como nos sonrojábamos, yo estaba tan colorada como la lava que destrozó el hermoso aspecto de Anakin Skywalker. 

—No... —Antes de que pudiera terminar, el joven se marchó con una enorme sonrisa. Joe, quien no podía haber terminado la frase soltó un bufido. Parecía un gato... bueno, más bien una panterita.

Mientras esperábamos para ese helado especial, le hablé sobre mi patético día. Pese a intentar poner una cara de comprensión, no podía disimular que estaba apunto de explotar. Le parecía cómico que confundiera nombres tan importantes. Apoyé mi barbilla sobre la mesa y alcé los ojos para mirarlo, no llevaba las marcas de pintura que solía ponerse para los partidos, era extraño verlo así. Pero me gustaba. 

"A ti te gusta siempre idiota".

No tardaron en traer la comida, una enorme copa  con la que podría decirle adiós a mis intentos de no engordar estas fiestas. Pero lo que más me echó para atrás era que deberíamos compartirla... Compartir... Como en las películas románticas. Mi cara de tomate hizo acto de presencia.

—Solo espero que David no nos vea —soltó el portero mientras tomaba una de las dos cucharas y comenzaba a comer con ganas el helado. Cogió la otra y me la dio, mientras me decía con la mirada que no fuera tonta y disfrutara de tal manjar.

No tardamos mucho en acabar, King era todo un devorador. Mientras que yo me había comido un poco, él parecía haber tenido la cara enterrada en la copa. Incluso me dio un poco de miedo, sin embargo sabía mantener los modales. Era todo un estudiante de la tan especial Royal Academy.

Al salir, vagabundeamos por la ciudad. La noche había caído y las luces brillaban con su máximo esplendor. Incluso había árboles navideños en las zonas más visitadas del lugar. Nos detuvimos en cuanto la voz de una anciana nos llamó, refiriéndose a nosotros como la pareja que estaba bajo el muérdago. Su envejecida faz, transmitía una gran cariño y alegría, y con voz pausada nos explicó que no podíamos romper la famosa tradición del muérdago.

—Si no os dais el beso, muchas penurias abundarán en vuestra vida. Mas si lo hacéis, la fortuna estará a vuestro lado, tanto en el camino que recorráis por separado como el que crucéis de la mano. —Nos explicó pese a haberle intentado aclarar que no eramos nada de eso, sino unos simples conocidos. 

Los cristalinos ojos de la mujer me animaron un poco, tan solo sería algo suave, algo pequeño. Y una oportunidad que no podía dejar pasar. Me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla, no era nada especial. Sin embargo, fue un gran momento. King se sobresaltó un poco, pero no hizo nada por separarme, cuando me alejé, me sonrió.

—Puede que no seáis pareja, pero ahora tenéis la suerte de vuestro lado —comentó la anciana—. Seguro que acabáis cogidos de la mano, y riéndoos como todos aquellos que antes de vosotros vinieron como simples amigos.

Estas palabras consiguieron que sonriera, me planteé la idea de salir con él. Sería increíble, tendría todas aquellas miradas, de su parte, que me ayudaban a superar todos mis bloqueos. Pues, en lo más profundo de mi corazón, aún estaba agradecida por su apoyo en la actuación. 




El rey de los porteros [Inazuma Eleven]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora