Introducción

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Mi mirada esta fija en el hombre frente a mí, y sí, por primera vez lo veo como un hombre y no como mi profesor de leyes, tiene un aspecto más salvaje y fuertemente atractivo desde este punto de vista.

Lleva consigo una camisa de vestir blanca con sus tres primeros botones desabrochados, sus mangas están remangadas dejándome ver los escasos vellos de su brazo además de un gran reloj plateado. Su cabello negro como la noche esta ligeramente revuelto como si hubiese pasado sus manos un par de veces, sus labios se ven rosados y húmedos; al ver un vaso de whisky con hielo en su mano me hace imaginar la razón, su ceño —marcado, fuerte y duro— está fruncido por la confusión, aunque creo más que es por la impotencia y la tortura, tal como yo lo estaba otras atrás.

Sus pupilas azuladas están dilatadas, las venas de su cuello saltadas y todo él parece un volcán en erupción. De pronto, siento mi garganta seca y quisiera poder succionar el escaso líquido de sus labios.

—¿Que quieres de mí? —farfulla, entonces, de una manera tan personal que se que cualquier tipo de relación profesional esta muy lejos de aquí.

Por mi boca miles de mariposas entraron vomitando mierda, cierro los ojos solo un segundo para tragármelas en seco, al abrirlos se siente como si hubiera bebido ese último trago de vodka que te hace armarte de valor y hablarle a tu ex para decirle que aun lo extrañas.

—Que lo hagas —digo, pretendiendo que él desee lo mismo que yo deseo.

Me mira perplejo, toda su atención esta puesta en cada centímetro de mí, su perfecta mandíbula se forma tensa y otro músculo de su rostro de endurece solo para confirmarme todo lo que esta reprimiendo. Unos segundos después, tras un silencio que le podrían los pelos de punta a cualquiera, se bebe su último trago de whisky, ese que te da el valor de hacer lo que deseas con quien lo deseas.

—Atrévete —le animo—, bésame y siente como sabe lo prohibido.

Clases, letras y besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora