¿Chateamos?

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Maldito, día, de, mierda.

Sábado y yo estaba metida en mi casa, sin planes para hoy, sin planes para nada, porque la estúpida familia Vega se había llevado a su hija menor hasta Puerto Rico a visitar a su abuela... María, o Juana o como fuera que se llamase. Ya había leído, revisado y memorizado el libreto de Sikowitz, el cual, debo decir, me había encantado. La idea de un asesino serial que mata únicamente a criminales solo con escribir su nombre en un cuaderno me parece un poco rebuscada, pero el trasfondo de los personajes, su motivación, eran geniales. Incluso me sentí identificada, a pesar de que a la tonta morena que sería mi co-protagonista le pareciera que no era más que un vulgar asesino.

Pues yo lo veía como un Robin Hood moderno... solo que no roba, mata.

Respecto a Vega, llevábamos un mes... ¿Saliendo? No sabía cómo decirlo. Un mes viéndonos, sí, es más correcto. Y debo decirlo... estoy deliciosamente sorprendida. Jamás pensé que mi apetito sexual pudiera llegar a los niveles que ha llegado estas últimas semanas, ni siquiera con Beck disfruté de esta manera. Habíamos tenido sexo prácticamente a diario y lo hacíamos prácticamente en cualquier jodido lugar que se nos ocurriera –aunque nuestro lugar predilecto seguía siendo el cuarto del conserje–; eso incluía los baños del tercer piso de Hollywood Arts, mi auto, mi salón, mi sala, incluso mi garaje. Sí antes agradecía enormemente tener la casa sola para mí durante más de 14 horas al día, ahora estaba pensando en agradecer a cualquier Dios por dicha bendición.

Vega era igual que yo, bastante activa, hambrienta. Siempre estaba dispuesta a hacerlo, incluso muchas veces era ella la que me provocaba con su atuendo o diciéndome cosas. Y, a pesar de lo que creía, nuestra libido no disminuyó ni un maldito uno por cierto. Al contrario, parecía aumentar cada vez más.

Aunque, no solo el sexo era bueno.

Pasar tanto tiempo con Vega a solas me ha enseñado muchas cosas de ella que no sabía. Tori es... buenísima, genial. Una persona madura, con una idea clara de su vida, que defiende sus convicciones e ideales de una manera única, argumentando, debatiendo. Siempre tuve una idea establecida, un patrón de conducta, que lo asocié a su mentalidad y a pesar de que los últimos días antes de comenzar con... esto, eso fue cambiando un poco, ahora es que descubro que es una persona realmente madura, con la cual se puede mantener una excelente conversación. Había llegado, incluso, a admirarla un poco. Aunque no lo admitiera nunca.

Los mensajes de texto entre nosotras se habían convertido en nuestro medio de comunicación ideal cuando no estábamos juntas. Muchas veces madrugábamos hablando, de cualquier cosa –sí, muchas veces terminábamos hablando de sexo– y no me molestaba la sensación arenosa en mis ojos durante el día. Valía malditamente la pena.

Por eso me encontraba así, casi que trepaba las paredes como Linda Blair en el Exorcista. Aunque no lo admitiese, quería verla.

No fue hasta la una de la tarde que recibí un mensaje y pude leer la leyenda de Vega en la pantalla. Me levanté como resorte de la cama y leí.

Vega dice: Ya estoy donde mi abue, como lo pasas sin mí?

Sonreí. No podía evitarlo. Este tipo de bromas eran constante entre nosotras, así que tecleé rápido.

Jade dice: Mejor que tú sin mí, ¿Qué tal la abuela Petra?

Vega dice: Carmen, Jade, Carmen.

Jade dice: Como sea, ¿qué tal Puerto Rico?, ¿ya hablas como reggaetonera?

Vega dice: JAJAJAJAJA no idiota. Aunque no está mal, pero hace mucho color.

Jade dice: Mucho calor, poca ropa.

Un poquito másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora