🔶La felicidad no es eterna🔶 SuperMario

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El héroe del Reino Champiñón, Mario, estaba en una nueva aventura. Y es que para él era muy agotador el hecho de que tuviera que rescatar a la Princesa tantas veces.

Cada vez que Peach era raptada nuevamente, él apenas estaba descansado de su aventura pasada.

Y lo peor, es que lo hacía sólo. Su hermano Luigi de vez en cuando aparecía, pero la mayoría lo hacía él en soledad.

Pero, mientras avanzaba por una parte del primer mundo, se encontró con un huevo. Era uno muy inusual y distinto a los que Mario estaba acostumbrado.

Su moral le decía que no debía romperlo, pero su mente tenía otros planes. Mario sabía que no debía romper un huevo de una criatura, pero tenía un buen presentimiento de que, si lo hacía, le iba a suceder algo bueno.

Entonces, sin pensarlo tanto, lo rompió, y vio que una criatura muy rara salió de este. Era verde, tenía como unas pequeñas escamas y un caparazón que simulaba ser una montura.

Por más raro que pareciera, la criatura no tenía mal aspecto. Hasta se podría decir que era... adorable.

Mario se le quedó viendo, presenciando la extraña, pero admirable apariencia del dinosaurio.

La criatura miraba al héroe con una mirada que fulminaba por su ternura. Parecía que le decía "ven, súbete a mi lomo".

Mario dudaba; no sabía si hacerlo o no. Pero al final, se subió al lomo de ese ser tan adorable.

Empezaron a recorrer el lugar. El ser avanzaba y comía unas jugosas frutas que estaban en los arbustos, mientras que Mario lo guiaba. El héroe empezó a sentir una comodidad al estar con alguien; con hacer, tal vez...

UNA NUEVA AMISTAD

Cuando terminaron de cruzar los peligros del área, la pequeña criatura se despidió del héroe, dejándolo perplejo. Mario, por alguna razón, sentía que conocía aquella criatura tan amable y alegre.

Siguieron los mundos, y en la mayoría de ellos salía el ser tan adorable. Mario sentía cada vez más que lo recordaba, pero no daba con esa memoria.

Al final, Mario rescató a la Princesa. Estaba exhausto, pero le vio el lado bueno; conoció la criatura.

Después de una gran celebración, Mario tenía ganas de saber el nombre de esa raza. Hizo una larga búsqueda e investigación, y con aún más cansancio, encontró su nombre; Yoshi.

Yoshi...

Yoshi...

Ahora le sonaba más, pero no podía recordar del todo. Su mente se bloqueaba cada vez que intentaba descifrar quien era realmente.

Claro, no duró mucho su investigación, ya que la Princesa volvió a estar raptada. Y ahí iba, a rescatarla de nuevo.

Eso sí, Mario no estaba sólo. Yoshi lo acompañaba, como un perro fiel a su dueño. Y el héroe lo apreciaba mucho. Tenía ganas de apoyar a la raza, pero no sabía cómo. Quería agradecerles la compañía que le habían hecho, pero tampoco se le ocurría una buena idea.

Y así seguía; Mario se embarcaba en nuevas aventuras, y cada vez que un Yoshi aparecía, tenía ese sentimiento de remordimiento y confusión. Sentía que lo conocía desde hace mucho; ¡sabía que lo conocía! Pero no podía recordar desde cuándo.

Las aventuras eran increíblemente largas, pero la compañía fiable lo hacía ver un poco más soportable; un poco más... divertido. Y es que, si Mario debería enfrentarse a Bowser incontables veces, debería de verle lo positivo.

¡Historias de cualquier tipo!Where stories live. Discover now