0. Nunca libre

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En un intento absurdo de volver al comienzo, mis piernas se balanceaban en aquel columpio que estaba a la vuelta de mi hogar. Era uno de mis lugares favoritos, mi infancia se basaba en pasar en aquel parque disfrutando de aquellos juegos que me provocaban el placer de balancearme y conocer nuevos amigos. 

Ya se hacía tarde y la verdad es que volver a casa no era una opción muy convincente en mi cabeza. No quería volver a ese lugar taciturno sin salida. No era agradable volver a ese lugar sombrío. Lamentablemente ya se hacía de noche y un buen castigo tampoco era la mejor elección. 

A pasos cortos mi lamento se hacía más grande, aunque algo no encajaba. Aquella puerta café se me hacía desconocida. Las pequeñas ventanas que se encontraban en la parte superior ya no estaban y la cerradura era distinta. ¿Cómo quieren que entre a esa casa si no tengo las llaves nuevas?. Era estúpido pensar que me dejarían fuera sin avisarme. Decidí llamar al teléfono luego de pensarlo unos minutos, pero no contestaba nadie. 

Sin respuestas, volví a aquel columpio ensimismado. No tengo llaves, no hay secretos ocultos para poder entrar sin aviso, tampoco se encuentra nadie, no tenía opciones. El frío cada vez era más infernal y no tenía ganas de luchar contra esas inconsistencias de tan noche. No contaba con nadie en ese momento, mis únicos amigos cercanos estaban de viaje y no tenía un lugar donde dormir aparte de mi pequeña habitación hogareña.

Me dispuse a viajar reiteradas veces a mi casa suponiendo encontrar a mi madre en la puerta esperando mi llegada. Pero no era una opción convincente ya que cada vez que volvía al balanceante instrumento mis ganas se agotaban. Decidí quedarme a dormir en el parque. Pero no alcanzaron a ser más de 5 minutos hasta que mi madre se dispuso a llamar.

- ¿QUÉ HACES QUE NO VUELVES A TU CASA? ¿QUIÉN TE CREES QUE ERES? - me gritaba.

Sin entender absolutamente nada me quedé sin habla. Una mezcla de sentimientos agudizaron mis lagrimales. Entre angustia, rabia y tristeza me salieron unas cuantas palabras con desánimo.

- ¿Por qué me gritas?, intenté mil veces abrir e ir reiteradas veces a la casa, pero nadie contestaba. 

- NO ME VENGAS CON COSAS SIN SENTIDO. SIEMPRE ESTUVE AQUÍ! - decía cada vez más alterada. - VEN INMEDIATAMENTE - Y colgó.

Dentro del susto, corrí para volver y tragarme todas mis palabras. Sin entender absolutamente nada, la puerta era la misma que siempre conocí. Parecía otra casa, el mismo toque tormentoso ,e incluso, más fugaz. Definitivamente entrar sería el mayor error de mi vida. Casi era cosa de vida o muerte. Pero nuestros ojos se encontraron y ya no había vuelta atrás. Era imaginario pensar que lograr salir de esa casa una vez por semana significaría la libertad inmediata. 

Volver era angustioso, volver era una tristeza agonizante. 

Esos ojos grandes y brillosos me admiraban desde esa pequeña ventana.

Inmóvil fuera, observaba sus toscos movimientos.

Entré y cerré la puerta. Nunca más se volvió a abrir. 

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Diciembre, 2020.

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