1. Nuestras Vidas

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Nuestras vidas se definen por las oportunidades, incluso las que perdemos

F. Scott FitzGerald, El curioso caso de Benjamin Button

2017

Un suspiro cansado salió de la boca de Kerstin mientras colocaba la tapa de madera sobre las teclas del piano. Hacía tiempo que no podía dormir.

- Adelante.

Entonces se abrió la puerta.

El cuarto de música era el lugar favorito de Kerstin, así que ya no era de sorprenderse que se le interrumpiera constantemente. Cuando era apenas una niña y quería estar sola, buscaba refugio en esa habitación, de manera que cuando no le encontraban por ninguna parte, parecía lógico buscarla en ese lugar, hasta que en algún momento, se convirtió en el único sitio en que la buscaban.

La mirada de la chica se posó sobre la persona del umbral de la puerta y una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Kay... -murmuró.

-¿No puedes dormir?

Ella sacudió la cabeza. Su mente estaba agotada, pero se negaba a apagarse.

Kay se pasó una mano por el cabello rubio, denotando que no estaba seguro de qué debía decir.

Estaba usando una camisa azul, las mangas dobladas hasta los codos, la cual resaltaba sus ojos del mismo color y contrastaba con sus vaqueros negros.

-Deberías intentar con otra cosa, tocar el piano requiere mucha... concentración, y eso te mantendrá despierta. - Se le veía inseguro.

Ella se encogió de hombros.

-Me gusta tocar el piano.

Él suspiró.

-Como quieras. Pero si mañana surge un espontáneo demonio Shax, no me culpes si te come.

Ella rio con ligereza.

-Supongo que tienes razón.

-Claro que la tengo.

La joven se levantó de su lugar frente al piano, y fue a su habitación.

Kay dirigió una última mirada al instrumento antes de cerrar la puerta detrás suyo.





La mañana era simplemente silenciosa.

Todos estaban en sus respectivos lugares en la oscura mesa de caoba, en medio del gran comedor. Todos tomaban sus desayunos sin articular palabra.

Pero faltaba alguien.

Por ningún lado asomaba el cabello oscuro, coloreado aquí y allá con canas platinadas; o los ojos grises de Gustav.

Las orbes* púrpura de Kerstin se posaron fugazmente en la cabecera de la mesa. Vacía.

-Volverá pronto. - le dijo Serilda, quien en ningún momento levantó la mirada del plato.

Eso hizo que una sonrisa asomara al rostro de la chica.

Serilda siempre sabía qué decir y cuando decirlo, y aún sin que ella expresara en voz alta su preocupación, ella la había percibido.

La miró por un momento.

El cabello rubio platinado hasta los hombros, los ojos dorados, el tenedor removiendo perezosamente un trozo de tocino.

Si lo pensaba bien, eran muy distintas para ser hermanas.

Kerstin, con su cabello negro, largo hasta media espalda y sus ojos púrpura oscuro, sólo era similar a ella por su piel pálida. En cambio, cualquiera creería que es hermana de Kay.

El código oscuro: Caballero de los demonios (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora