6. Cosas que comprender

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En la vida, no hay cosas que temer, sólo hay cosas que comprender.
Marie Curie


Sus ojos se abrieron con lentitud sólo para volver a cerrarse y repetir el proceso, batiendo sus pestañas en un vaivén parecido al aleteo de una mariposa.
Sintió la piel de su rostro presionada contra una dura superficie y alzó la cabeza poco a poco, colocando un par de mechones de cabello detrás de su oreja. Sus perezosas orbes leonadas recorrieron la estancia y repararon en una figura con una revuelta mata de cabello rubio que dormía plácidamente en el escritorio, justo frente a ella.
Vagamente recordaba estar revisando unos libros la noche anterior y caer rendida de cansancio en algún punto de la madrugada. Sacudió la cabeza para tratar de espabilar y se irguió sobre su silla, estirando sus brazos y piernas, consiguiendo que sus huesos tronaran bajo sus entumecidos músculos.
- Kay - habló con voz ronca - Kay, despierta. Nos quedamos dormidos.
Sacudió al chico y siguió llamándole.
- Sólo cinco minutos más...- murmuró el otro.
-No, despierta. Debemos seguir.
Como si sus palabras le hubieran hecho recordar algo importante, Kay se enderezó velozmente y miró a su alrededor confundido, rememorando la razón de que estuviera en la biblioteca y no en su habitación.
- Serilda, ¿Sabías que hablas cuando duermes?- la escrutó con sus ojos azules.
- Ah, ¿En serio?- le respondió despreocupadamente.
- En realidad, no lo sé. Si lo haces, no me di cuenta.- Se encogió de hombros, tomó el libro más cercano y comenzó a ojearlo. Ella puso los ojos en blanco.
-Eso me recuerda... ¿Qué decidiste hacer? ¿Enviarás un informe a la Clave?
- Realmente, no lo sé. Creo que, tal vez, sería más conveniente esperar a que realmente sepamos algo, pero la espera me está matando. No quiero que mi padre pase ni un día más lejos de aquí, pero tampoco puedo enviar un informe que no tenga información. Simplemente, no sé qué hacer.
La muchacha le miró con tristeza.
- Quizá debas escribirlo.- Kay lo miró con extrañeza y antes de que pudiera cuestionar las palabras de la otra, continuó- No digo que lo envíes, sólo que lo escribas. Cada que descubramos algo, escribe lo que encontramos. Así no olvidaremos ni un solo detalle y nuestro trabajo será más sencillo. Es la única forma de traer de vuelta a tu padre.
El rubio bajó la cabeza y se mordió el labio ansiosamente. En realidad, estaba más angustiado de lo que dejaba ver.
- ¿Sabes qué? Bajaré a buscar algo de comida, tú quédate aquí escribiendo ese informe. Ya vuelvo.
Él asintió casi imperceptiblemente y ella lo tomó como la autorización que le hacía falta para, finalmente, salir de la biblioteca.

Kerstin lo fulminó con la mirada. Simplemente, no se explicaba cómo, tras cinco minutos, seguía igual, sin cambio alguno.
- Vaya, con esa actitud no llegarás a ningún lado.- expresó en voz alta y suspiró.

-En realidad, no creo que estés siendo justa. Regañas a algo que ni siquiera puede defenderse.
Kerstin se sobresaltó y dejó de mover su taza.
- Ah, sólo eres tú Cort. Me asustaste.
Ahora fulminaba al joven, el cual sólo reía.
- Lo siento. Puedo compensarte ayudándote con eso.
Dicho aquello, se acercó hasta la joven, que llevaba un buen rato tratando de que el azúcar se disolviera completamente en su café, tomó la taza y la colocó sobre la mesa.
- Nunca te dije que podías ayudarme.- dijo ella.
- Bueno, tampoco necesité tu permiso para asustarte, pero ya vimos que eso me importa más bien poco.
Él continuó riendo mientras removía el azúcar del fondo de la taza con una cuchara.
- Ahí lo tienes. Es más sencillo con una cuchara.
La otra resopló a manera de respuesta y tomó bruscamente su taza.
- Está bien, pero tú lavarás la cuchara.
- Suena justo.- Cort la observó en silencio mientras tomaba un sorbo de su bebida y, unos segundos después, se animó a hablar nuevamente- ¿Mala noche?
Kerstin suspiró nuevamente.
- Algo así. Los últimos días han sido muy duros, pero alejarme de mi papá es la parte más difícil de todo.
- Entiendo eso.- asintió, comprensivo, el joven de cabello cobrizo.
- ¿Te costó trabajo? Venir aquí me refiero. Separarte de tu familia, dejar atrás tu hogar de toda la vida.
- Siempre es difícil separarte de lo conocido, pero somos cazadores de sombras. Tenemos que dejar atrás lo que amamos todo el tiempo.
- Uhm...Ya. Ahora, responde otra vez, pero no como cazador de sombras, sino como ser humano.
-No creo que tengamos esa opción, Kerstin.
- Sí que la tenemos. Yo, por mi parte, no quiero cumplir la mayoría de edad. No quiero dejar Alemania; no me imagino ningún lugar en el que pudiera ser tan feliz como aquí, por nuevo, lejano o exótico que sea.
- ¿Y crees que tu padre, tú hermano o tú parabatai quieren eso para ti? ¿Que te quedes aquí, encerrada, como si no hubiera un mundo allá afuera? Tienes la oportunidad de ver todo el globo terráqueo si quieres, algo con lo que cualquier mundano sólo puede soñar.
- Cualquier mundano puede elegir por qué pelear, con quién estar y dónde vivir. Ellos no tienen una obligación mayor. Han peleado por algunas cosas, pero no tienen que hacerlo todo el tiempo.
Él suspiró.
- Pero tú tienes un propósito. Algunos mundanos mueren sin encontrar el suyo.
- ¿Y qué? Si mi propósito es pelear a cada segundo de mi vida mientras ellos pueden vivir despreocupadamente, porque no saben sobre el mundo de las sombras, y aceptar que todo lo que amo se irá, entonces no quiero mi propósito.
- Los mundanos no son más invulnerables que nosotros...
- ¿¡Ah, sí!? ¿Y acaso ellos tienen que enfrentar la posibilidad de que su padre sea arrancado de su lado permanentemente...? A sus padres no les quitarán las Marcas dentro de un tiempo si no encuentran pronto al responsable de un homicidio múltiple.
Su voz se quebró. Sentía las lágrimas presionando contra sus ojos, amenazando con dejarse ver.
Alarmada, se esforzó por evitarlo. No quería que algún extraño la viera llorar. Quería ser fuerte: por su padre, que necesitaba su entereza para poder ser liberado, por su hermano, que intentaba resistir por ella, por su parabatai, que ya de por sí estaba demasiado preocupada por ella, por su madre... ¿Qué pensaría su madre?
La dejaría llorar. Acariciaría su cabello y murmuraría palabras consoladoras. Secaría sus lágrimas y la abrazaría hasta que su llanto cesara y ella se quedara dormida, arrullada por el compás del corazón fuerte y confiable de su madre.
Pero ella no estaba.
Su madre se había ido y jamás volvería. El constante latido de su corazón se había apagado, el brillo de sus ojos se había opacado y su sonrisa, la que le devolvía la confianza, jamás iluminaría sus días oscuros nunca más.
Y ahora perdería también a su padre.
Kerstin no se dio cuenta de que estaba sollozando suavemente hasta que sintió un par de brazos envolverse en torno a ella.
No se sentía como el abrazo de Serilda ni el de Kay. Al alzar la vista, se encontró con los ojos acero de Cort, quien le habló antes de que ella pudiera decir nada.
- Sé que te conozco apenas ayer. Pero,realmente, te ves tan triste que decidí que podía arriesgarme a ser apartado. Nadie debería de llorar sólo. Tienes razón, Kerstin. Somos cazadores de sombras, pero también seres humanos, con sentimientos. No tuvimos opción, no pudimos elegir lo que queríamos hacer de nuestras vidas, pero al menos sabemos que podemos pelear por proteger a los que amamos. A tu padre no le quitarán las Marcas, ¿De acuerdo?
Kerstin se limpió las lágrimas velozmente. Si alguna vez había sospechado que Cort tenía relación con el asesinato, ahora descartaba toda duda. Era demasiado humano para algo así.
- Hubiera sido vergonzoso para ti si hubiera decidido rechazar tu abrazo, ¿No lo pensaste?
- Creo que puedo arriesgar un poco mi orgullo para consolar a alguien que la está pasando mal.
La muchacha desvió la mirada y rió.
- Debo admitir que sabes causar una buena primera impresión.
Él dió un paso atrás y se encogió de hombros con una media sonrisa.
- ¿Qué puedo decir? Está en mi naturaleza, no puedo evitarlo.
- No deberías. En fin, ¿Qué necesitabas?
-¿Qué? - él la miró desconcertado y, de un segundo a otro, pareció comprender - Ah, claro. Dijiste que hoy me llevarías a conocer los alrededores. No sé qué opinas, pero creo que seré más útil si conozco el lugar.
- Ah, cierto. Uhm... ¿Tienes alguna idea de adónde quieres ir primero?
Él pareció pensárselo un momento.
-Quiero ir a donde encontraron los cadáveres.

-Hola.
Kay se sobresaltó y, al ver la cabeza albina que se asomaba desde la puerta, dejó salir un suspiro de alivio. Siguió con la mirada a la chica que se adentraba en la biblioteca y la observó en silencio mientras depositaba sobre la mesita de café una charola cuyos contenidos no alcanzaba a distinguir y se sentaba en uno de los sillones que estaban apostados en el centro de la habitación.
Ella hizo un gesto con la cabeza para indicarle que se acercara y él lo hizo sin más, sentándose justo frente a ella.
- ¿ya decidiste qué vas a anotar?- le inquirió ella antes de morder una rebanada de pan tostado.
Él quedó absorto en sus pensamientos por unos segundos antes de responderle.
-Escribiré todo. Cada pequeño detalle que pueda recordar; luego lo leeré, a ver si pasé algo por alto. Y al final, no sé, escogeré qué parte contarle a la Clave.
El muchacho extendió la mano hacia la mesa con intención de tomar una de las tazas de café que estaban en la superficie pero, luego de hacer una mueca de disgusto, se abstuvo y volvió a sumirse en el sillón con gesto cansado y sin animarse a tomar alimento alguno.
Ella lo miró, preocupada.
- Sabes que no es de mucha ayuda un muchacho inexperto que no sabe ni por dónde comenzar a resolver un caso de asesinato. Pero, si hay algo más inútil que eso, es un muchacho inexperto que no sabe ni por dónde comenzar a resolver un caso de asesinato y que ha estado matándose de hambre y de sueño por días. De nada le sirve a tu papá que te descuides.
Él puso mala cara. No quería dejarse decaer, pero tampoco tenía intención de mantener una fachada tranquila. Él no era ningún líder; sólo era un chico asustado.
Por algún motivo, las palabras de Serilda lo molestaron: ¿Por qué tenía que cuidar de sí, si él no quería? ¿Acaso no era su salud y, por consiguiente, su problema? La chica notó su reacción y lentamente, como si temiera ahuyentar a un cervatillo herido, se acercó a Kay y le tocó el hombro, con intención de comunicar en silencio lo que ni mil palabras iban a expresar.
Él se relajó.
-Perdón. Es sólo que la tensión me está matando. Digo, ¿qué puedo hacer? No tengo ni la menor idea de por dónde iniciar. ¿De qué me sirve saber que hay un par de brujas metidas en el asunto, que hay un grupo llamado La Corte o que mataron a los vampiros sólo para hacer que la Alianza comenzara a tambalearse? De nada. Cualquier idiota con ideas conservadoras, una vitrina de trofeos de subterráneos y una estela podría...
De pronto, se puso pálido como la nieve. Serilda temió que estuviera al borde de un colapso por estrés y falta de comida, pero cuando fue a tomar la taza de café para hacerle beber, él tomó su muñeca y se aferró a ella como si su vida dependiera de ello.
-Esos desgraciados...-murmuró.



Luego de un rato de caminar bajo el sol, Kerstin se detuvo y se giró sobre sus talones.
-Aquí sucedió. Hallamos los cadáveres justo bajo ese árbol.
Ella señaló con su índice y Cort caminó por entre la vegetación en la dirección que ella señaló.
Se arrodilló, quedando a la altura de la base del tronco, examinó la madera y la tierra por unos segundos y dirigió una mirada inquisidora a la joven.
-¿Movieron algo? ¿Limpiaron la sangre, tal vez?
Ella sacudió la cabeza negativamente.
- Esta área está protegida por un  glamour, pero eso es todo. La Clave quiso que se quedara así para acelerar la investigación y evitar que ignoráramos la más mínima pista.
Él arqueó una ceja.
-¿Los cadáveres estaban... Tenían sangre aún?
Nuevamente, Kerstin negó.
-Estaban bastante secos. Creemos que las runas provocaron que la mayoría de la sangre se evaporara.
En esta ocasión, le tocó a Cort expresar un silencioso 'No' con una sacudida de cabeza.
-Cuando matas a un demonio con un cuchillo serafín, salpica icor y no se evapora; humea y corroe, pero no se evapora. Por otro lado, cuando marcas a un mundano, se queman la piel y los músculos, resultando en una muerte lenta y dolorosa, pero la sangre no se evapora. Ahora, sé que matar a un demonio con un cuchillo serafín no es lo mismo que matarlo con una estela, pero imagino que el efecto es similar.  Además, los subterráneos no son ni demonios ni mundanos, sino algo intermedio, lo que me lleva a deducir que el motivo de que falte tanta sangre en los cadáveres es otra más oscura.
Kerstin permaneció inmóvil un minuto, cavilando lo que el chico frente a ella teorizaba. Cuando acabó de digerirlo, se le fue el color.
-Si la sangre no está en los cuerpos, entonces... ¿Para qué quiere alguien algo así?
Él meneó la cabeza, dando a entender que tampoco sabía.
-Lo que quiera que sea, si necesitan tanta sangre de vampiro, no puede ser nada bueno.

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⏰ Última actualización: May 15, 2019 ⏰

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