El error

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- ¿Cerdo o pollo?- la pregunta me tomo por sorpresa. Estaba sentado en la mesa del comedor con la familia de Marshall, inesperadamente eran muchos. Al ver la casa en que vivían uno esperaría que saliera un monstruo por la puerta en cualquier momento, o peor aún, ser arrastrado al interior de la casa por una fuerza sobrenatural. Pero no, me encontraba aquí sentado por mi propia voluntad con otras ocho personas, cuatro niños, Marshall, su esposa y sus dos hijas. Me sorprendió que tuviesen carne y me sorprendió que pudiese elegir, después de todo no había visto ningún animal desde que llegué al pueblo, y sobretodo me daba desconfianza.
-pollo, por favor- respondí, había escuchado que la carne humana tenía sabor a cerdo, puede que sea una tontería, pero no estaba mal ser precavido.
Había estado ayudando a Marshall a reparar mi auto hasta hace poco cuando nos llamaron porque la cena estaba lista. De verdad un trabajo agotador. El problema, según Marshall, se encontraba en el motor, pero afortunadamente el contaba con otro motor idéntico con el que podía reemplazarlo. Yo no sabía de autos, pero si sabía que el automóvil que estaba manejando era un modelo antiguo y muy común, y que Marshall trabajaba con tractores y otras maquinarias por lo que no era raro que contase con partes o hasta un motor del mismo modelo. Fue sorprendente cuando Marshall con sus propias manos sacó el motor del vehículo, su tamaño no era sólo de adorno.
- ugh... Mi estómago- fingí - el almuerzo que comí por el camino no debe haber estado en buenas condiciones. Lo lamento, pero no creo que pueda acompañarlos en la cena.
Ayudó un poco que me pusiera pálido por el hambre, pero no quería comer nada después de haber visto a los habitantes del pueblo, no quería tomar riesgos innecesarios. Cuando uno prueba comida del Hades, no puede escapar nunca más, o eso dice el mito.
Sally me guío a la habitación en la que me estaría quedando, tal vez porque ya me había guiado por el pueblo, y me dijo para mi tranquilidad que Marshall seguiría reparando mi vehiculo después de cenar, pero que no me preocupara y que tratará de descansar.
La habitación era rústica, no tenían electricidad y no esperaba que la tuvieran. Saque mi teléfono, como esperaba, sin señal y un poco más del cincuenta por ciento de batería, no era una sorpresa después de todo no lo había usado desde que entre al pueblo. Mire la hora y caí dormido; 20:32.
Desperté con el sonido de cánticos en un idioma que no pude descifrar. Idioma extraño, cabellos claros, construcciones ajenas, puede que el origen del pueblo se remonte a la etapa de colonización del Sur del país que se produjo hace poco más de cien años.
Revise la hora en mi teléfono, faltaban quince minutos para la medianoche. Me levanté al ver luces detrás de la puerta. Todas las velas se encontraban encendidas, camine por el pasillo que recorría como una serpiente la casa, no había nadie. Las puertas estaban abiertas de par en par, todas las velas de la casa encendidas, los cánticos seguían sonando pero se alejaban cada vez más en dirección al pueblo.
Atravesé las grandes puertas que me invitaban a salir, camine hacia el cobertizo en el que se encontraba guardado mi vehículo, no esperaba encontrarlo, y efectivamente Marshall no estaba ahí. Pero el auto al parecer se encontraba reparado. Podía subirme al automóvil y salir de este pueblo lo más rápido posible, era lo que había querido hacer todo el día. Pero algo me llamaba, los cánticos disarmonicos atraían mi atención de forma poco natural, cuando me di cuenta ya me encontraba caminando en dirección al pueblo tras la extraña canción. Mis oídos podían escuchar la melodía cada vez más cerca, pero no me acercaba para nada. Llegué al punto donde Sally me había dicho que no me acercara al río, podía escucharlo sonar. Un grito, dos gritos, tres gritos, ahogaron el canto en la oscuridad. Un hombre, un caballo y otro sonido que no pude reconocer, tres llantos de agonía. El cántico siguió, esta vez más fuerte. Mis piernas comenzaron a correr, no sabía que estaba pasando, quería saber que estaba pasando, un hombre podía estar en peligro, corrí entre los árboles, evitando el camino principal. Corrí hasta llegar a la orilla del pueblo, podía ver el centro pero ya no se encontraba vacío como hace unas horas. Ahora se encontraba poblado por cientos de personas en capuchas negras, cada una con una antorcha que brillaba como el oro, y en el centro de la muchedumbre, un hombre. Estaba atado y colgando de cabeza, su cuello abierto de lado a lado. El hombre estaba bañado en sangre y trozos de lo que alguna vez fue un caballo lo rodeaban, y bajo el recibiendo la sangre que brotaba de la herida, el cadáver de una de las pálidas criaturas que había visto en el pueblo durante el día. El hombre aún estaba vivo, pero no había nada que hacer, no había nada que yo pudiera hacer. Sus ojos se encontraron con los míos, una mirada de auxilio, y a la vez una mirada que me pedía que escapara, ninguno de los dos sabía que estaba ocurriendo.
Di un par de pasos hacia atrás, me gire y comencé a correr con todas mis fuerzas. Corrí por el bosque, normamente era un cuestión imposible de hacer durante la noche pero hoy la luna llena se encontraba en el cenit, la noche era más clara. Corrí, corrí y seguí corriendo y corrí aún más fuerte cuando escuché una voz conocida que gritaba «atrapenlo», aunque ya me encontraba lejos escuché la orden del viejo de manera clara.
Llegué al cobertizo y encendí mi auto, mi corazón se alivio un poco al ver que funcionaba de manera normal, pise el acelerador y conduje hacia la salida del pueblo.
Iba a ochenta kilómetros por hora, era lo más rápido que podía ir en este camino de tierra, a esta velocidad podía salir de este pueblo infernal en cinco minutos.
El miedo volvió a mi cuerpo cuando vi una sombra rebasar el automóvil y colocarse frente a mi.
-¡Maldición!- grite, y acelere aún más el automóvil.
Un fuerte impacto me detuvo en seco, mi cabeza golpeó el airbag lo que me dejó aturdido. Baje del vehículo que ya no funcionaba, y vi a Marshall tirado en el piso, inconciente pero aún vivo, el maldito había detenido el auto con su propio cuerpo.
Sentí pequeños pasos acercarse, corrí nuevamente en dirección al bosque , estaba desorientado no sabía hacia a donde me dirigía, lo único que quería era escapar, no quería morir.
Seguí corriendo y los pasos se acercaban cada vez más acompañados de gritos demoníacos, mis piernas no daban más, pero aún así no paré, no me detuve hasta llegar al río.
Cuando llegué a la orilla del río mis rodillas cedieron y caí al suelo, toda la fuerza que me quedaba abandono mi cuerpo. No podía creer lo que veía, tenía frente a mi un río putrefacto, negro, Fétido, que no emitía reflejo alguno. El agua, si es que podía ser llamada así, era tan espesa que parecía una procesión de millones de insectos capaces de saltar y devorarme en cualquier momento.
Mi camino se había terminado, no podía cruzar este cause demoníaco, no tenía escapatoria, si regresaba por donde había venido los cientos de criaturas que me perseguían me atraparian, si bajaba por el cause llegaría al pueblo, sería entregarme a mi muerte. La única opción era subir, llegar al origen del río o buscar un lugar lo suficientemente estrecho para cruzar esta aberración.
Ya sin fuerzas, comencé a correr incentivado por el miedo y el deseo de vivir. Los pasos y gemidos que se habían detenido comenzaron nuevamente, pero esta vez me seguían de forma paralela al río, no se acercaban, en cualquier otra situación yo tampoco lo hubiese hecho.
No se por cuanto tiempo seguí corriendo, me pareció una eternidad, mis rodillas crujían, y sentía que mi corazón quería salir de mi pecho, mi visión se comenzó a nublar y me costaba mantener el equilibrio . Fue entonces cuando vi lo que parecía ser el origen del río, un agujero en la tierra, un círculo perfecto que medía alrededor de cinco metros de diámetro. Aguas negras brotaban de el, como una herida putrefacta en la tierra. Un poco más adelante había lo que parecía ser una cueva, ruidos bestiales provenían de ella, no quería acercarme, pero si quería bordear aquel agujero debía hacerlo.
Cuando di el primer paso escuché una voz a mis espaldas que decía «verdaderamente desafortunado», sentí un fuerte golpe en la parte de atrás de mi cabeza y caí inconciente cuando el primer rayo de luz se mostraba en el horizonte.

Terror en Pueblo ViejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora