¡Hay que joderse!
Delante de mí, tanto con la cara, como con la ropa ensangrentada, mi medio hermano; ¿Es que me lo tengo que encontrar hasta en la sopa? aun así cuando su aspecto debería ser detestable, está guapo.
Es la tercera vez que le veo en este largo día y, como en las dos primeras, no soy dueña de mis reacciones en su presencia. Se me traba la lengua, me pongo nerviosa, me recuerda a cuando era adolescente y estaba cerca del chico que me gustaba, pero esto es diferente, ese que está ahí es mi hermano.
Hace un año tuve que dejar mis estudios de medicina por falta de recursos, sé que con el dinero que me pasa Alejandro podría haber seguido sin problemas, pero no quiero deberle nada. Me repugna el pensar que ese extraño tiene mi misma sangre, será mi padre biológicamente hablando, pero ese sobrenombre se me queda demasiado grande. Y encima ahora tengo que lidiar con su hijo, de seguro que en mi otra vida fui una mala persona y por eso lo estoy pagando en esta.
Me acerco a la mesa donde está el instrumental médico con los utensilios necesarios para limpiarle la herida. Estos niños pijos se meten en peleas y luego no quieren ir a un hospital a que los curen, el motivo por el cual lo hacen lo desconozco, puede que para no se involucren la policía o los periodistas o simplemente porque son idiotas, pero este hombre ya no es un niño, está más cerca de los treinta que de los veinte, muy bien llevados todo hay que decirlo.
Cuando pasa algo así suelen mandarlos al carnicero, ese tipo es un verdadero matasanos, no hace preguntas y la higiene brilla por su ausencia. Yo jamás me pondría en las manos de ese tipo, ni aunque fuese el único ser vivo en la tierra. Pero cuando estoy cerca me pide ayuda, lo hago por un favor personal por la amistad que me une a Roberto.
El olor a alcohol llega hasta donde estoy, y eso, que nos separa algo más de un metro de distancia. Miró hacia su dirección y veo que está absorto mirando sus puños, ni siquiera creo que sea consciente de quién soy.
Preparo todo lo que creo necesario en una bandeja y voy hacia donde está, la dejó cerca de él y me dispongo a examinar una herida que tiene encima de la ceja derecha, después de lavarme las manos.
– Levanta la cabeza – le pido con voz nerviosa, la misma que siempre he usado en su presencia.
Obedece de inmediato y me mira casi sin expresión, lo que consigue con ello es que aumente mi nerviosismo.
Tranquilízate, tranquilízate, me repito una y otra vez utilizando esas palabras como mi mantra.
– ¿Sabes lo que estás haciendo? – me pregunta cuando creo que me ha reconocido.
– Sí claro, practicaba con mis muñecas.
Frunce el ceño perplejo, es bastante cómico, me muerdo el labio para evitar reírme.
– No te preocupes no es la primera vez que lo hago – le aclaro mientras le limpio la herida – solo tendré que ponerte un par de puntos, la sangre es muy escandalosa, pero es un corte limpio, apenas dejará cicatriz.
Sin más que añadir me pongo a hacerlo, cuanto más rápido lo haga, antes saldré de esta habitación que cada segundo se me hace más pequeña e incómoda.
– ¿Desde cuándo? – le miro confusa sin saber a qué se refiere con esa pregunta - lo que tienes con el dueño.
– No tengo que dar explicaciones a nadie sobre mis amistades – le contestó con orgullo.
– Sois más que amigos – me responde.
– Si lo es o lo deja de ser, es mi problema – digo sin entender a dónde quiere llegar.
Se siente la tensión en el ambiente, este hombre cada vez me confunde más. Ya solo me queda taparle la herida y mi pensamiento es salir lo más deprisa de esta habitación, me mira como queriendo decirme algo o tal vez tan solo sea el alcohol que lleva en su sangre.
Me acerco con el apósito, me agachó un poco para ponerme a su altura al estar el sentado.
Una vez puesto le sonrío satisfecha de mi trabajo.
En un segundo, casi sin poder reaccionar siento sus labios en los míos.
¡Me está besando!
Por un momento me gusta esa sensación es cálida y, a pesar de que esté bebido su aliento es fresco. Sus labios acarician los míos acomodándose, como si ellos fueran parte de mi hogar.
Por suerte recobro la cordura y soy consciente de quién es.
Retrocedo rápidamente sin percatarme de la bandeja que está a mi lado y la tiró al suelo haciendo un ruido estridente.
– ¡No, no, no! – le gritó – no deberías de haber hecho eso, estás enfermo.
Salgo apresuradamente de aquella habitación sin mirar atrás ni una sola vez. El corazón me va a mil por hora.
Me ha besado y por una milésima de segundo me gustó. Toco con las yemas de mis dedos mis labios rememorando lo sucedido
¿Qué había ocurrido ahí dentro?
Intento limpiarme con el dorso de la mano. Me tengo que centrar. Está borracho y no sabía lo que hacía, pero yo no, me tengo que recordar que ese hombre es mi hermano a pesar de hacer unas pocas horas de haberle visto por primera vez. Es el hijo de mi padre aunque yo no reconozca en voz alta ante nadie eso.
–Princesa – escucho llamarme antes de llegar de nuevo al local — parece que hubieses visto un fantasma.
–Casi — le contestó — el tío de tu despacho es el hijo de mí p… jefe — rectifico antes de meter la pata.
–¿Gael? ¡Qué pequeño es el mundo! — dice mirándome a los ojos — sabes que no puedes contar que estaba ahí.
–Jamás te haría eso — respondo y sin más me giro para buscar a Laura e irme, cuanto más lejos mejor.
Mientras Roberto va hacia su despacho yo miro a mi alrededor hasta encontrar a quien buscaba y, como siempre, está rodeada de hombres. Laura es guapa, escultural, simpática y con un corazón que no le cabe en el pecho. La chica perfecta, si no la quisiese tanto, la odiaría. Me acerco a donde está y me saluda con una gran sonrisa.
–Ella es mi mejor amiga, que digo, mi hermana — por su voz se nota que se ha pasado un poco con la bebida.
Varios de esos hombres me miran y con la misma indiferencia se vuelven a girar. Laura se olvidó decir que también soy invisible.
Me quedo allí de pie con la palabra en la boca esperando a que termine de hablar para pedirle irnos, no pienso dejarla aquí sola con esas hienas que solo esperan a que se distraiga para devorarla, si no hubiese bebido ella misma se encargaría, pero en las condiciones que está, es difícil.
Siento una mano agarrarme del brazo y cuando me giro a mirar ahí está el hombre de mis pesadillas.
–¿Qué quiere? — le preguntó inquieta.
–Quiero agradecerte por lo del despacho — señala la ceja — y pedirte perdón por lo otro.
–No se preocupe ni por una cosa ni por la otra — digo casi gritando porque la música está demasiado alta — por mí nunca le he visto aquí.
Una sonrisa se dibuja en su cara, ¡Ains! No podía imaginar que aún podía estar más guapo y otra vez me equivocaba, es que es perfecto, necesito encontrarle algún fallo, seguro que tendrá un micropene. Lo mejor es que deje de pensar que tiene aparato genital, para mí no puede ser un hombre, me tengo que hacer a la idea que es un terreno prohibido. No es un hombre, solo un ser con patas, un ser endiabladamente sexy ¡Aaah! Está demasiado cerca, tanto que puedo oler su fragancia y hace que se me eriza cada poro de mi piel. Juraría que también puedo escuchar como su sangre corre por sus venas y si me acercara un poco más hasta oiría sus pensamientos.
–¡Qué bueno estás! — escucho decir a Laura detrás de mí, ella y su falta de filtro — yo te conozco de algún sitio.
–Yo no tengo ese placer – manifiesta él de manera seductora, que si no fuese por que llevo pantalón se me habrían caído las bragas, se le nota que es un don Juan — Gael Duarte.
–Yo Laura, bombón — dice casi babeando y le planta un beso en cada mejilla.
Pienso si quedarme aquí de sujeta velas o irme a un rincón oscuro en donde aparcarme y esperar a que se termine el cortejo sexual. Decido que mejor hago lo segundo.
Me gustaría que algún día yo fuese el centro de atención, pero eso jamás pasará. Jamás nadie me mirará como Gael está mirando a Laura, es mi triste realidad y ya va siendo hora que me haga a la idea.
Voy a la barra y le pido una Coca-Cola al camarero, cuando le voy a pagar me dice que todas mis copas corren a cargo del club, si lo llego a saber pido algo más fuerte.
Desde mi posición veo el coqueteo que llevan Gael y Laura y sonrío con tristeza, tengo demasiados motivos para no querer estar en el sitio de ella, pero muy dentro de mí siento la envidia.
Busco mi móvil y con pesar le mando un WhatsApp a Laura.
“Pásatelo bien, me voy para casa“
Les echo un último vistazo con tristeza y me dispongo a irme cuando alguien tropieza conmigo y me derrama su copa encima.
–¡Serás gilipollas! — grito y me giro.
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Tierra Trágame
RomanceMe encantan los clichés, tanto en las novelas como en las comedias románticas, ella guapísima con un cuerpazo de escándalo, tímida , virgen, él guapo a rabiar con más músculos que neuronas, chico malo, se ven se enamoran y viven felices para siempre...