Capítulo 7 Final : Bejira

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Por fin abandono la ciudad de Kiria. Me comporté terriblemente cuando entregué a Dorian a esas horribles mujeres. ¿Cómo pude yo, como madre, llevar a mi hijo ante tal destrucción? Ellas me juraron proteger a mi hijo, usarle para un bien común. Me habían hablado de un estudio sociológico para mejorar la mente humana. Fui demasiado tonta.

Ahora conduzco a toda velocidad a través del bosque huyendo de ese campo de concentración. Muchos hombres habrán conseguido escapar, pero tanto yo como mi hijo sabemos que muchos de ellos han muerto.

Todo empezó con la llamada de aquella mujer que se hacía llamar Bitia. Era la encargada de ese experimento sociológico con el que mejorarían la mente humana. No sé cómo supieron que yo había sido violada por mi padre cuando tan sólo tenía diez años, pero gracias a sus palabras y mi debilidad me convencieron. Me hablaron de estudios psicológicos que decían que los violadores se formaban en la infancia, por culpa de todos los moldes establecidos en nuestra sociedad, y que, para poder evitar que mi hijo y otros niños se convirtiesen en violadores en el futuro, tenía que inscribir a Dorian en ese curso de fin de semana en el que cuidarían de él y le darían una serie de enseñanzas básicas.

No sé por qué les creí. Tal vez por evitar que hubiese otras niñas violadas. Por nada del mundo imaginé que mi hijo pudiese ser violador el día de mañana, pero en aquel momento sus motivos me parecían nobles, y decidí inscribirle, no por él, si no por los demás niños. Además, me pareció bastante interesante el hecho que fuesen a ir hombres a dar charlas sobre el tema, dándoles a entender que todos los seres humanos somos iguales y que ninguno puede pisar al otro. Tuve que darles un donativo de quinientos euros en metálico.

Cuando firmé el contrato para la estancia de Dorian lo pasé bastante mal. Iba a ser la primera vez que me separaba de mi hijo, y lo que pensé que iban a ser tres días se convirtieron en cuatro semanas.

Nada más entregar el dinero en mano todo se volvió oscuro, y cuando me desperté me encontraba en la carretera, perdida en mitad de la nada, a doscientos kilómetros de mi casa.

Traté de ponerme en contacto con aquel grupo pero me fue imposible. También regresé a las oficinas donde había firmado el contrato, pero todo estaba vacío. Se fueron el mismo día. Desde entonces he tratado de encontrarlas, y tras mucho investigar, conseguí la localización exacta de Kiria, La Ciudad de las Niñas Violadas: entre Madrid y Barcelona, al pasar junto a un bosque muy oscuro. Hay que entrar y buscar la gran piedra entre los dos troncos. Rodearla y caminar dándola la espalda. Tras media hora de caminata se llega a Kiria.

La primera vez que la vi me parecía estar en una película de terror. Se trataba de una fortaleza gigantesca, con unas murallas demasiado altas como para ser escaladas. Los edificios acristalados que aparecían en los folletos eran mentira, no existían. Esa era la realidad. Una fortificación de piedra en mitad del bosque.

Tras revisar la muralla y ver que debía proteger una ciudad demasiado grande, llegué a la conclusión que buscar una puerta de entrada me iba a llevar un buen tiempo, y que si me encontraban seguramente tendría problemas. Así que busqué otra forma de entrada. Encontré una alcantarilla cercana. Levanté la tapa y del interior salió un olor bastante desagradable. Aún así entré y, completamente a oscuras, caminé siguiendo la dirección que pensaba que era la correcta. Gracias a Dios acerté en la dirección. Al final del camino había una escaleras que torpemente subí. Al no haber luz no puedo decir que altura llegué a escalar, pero seguramente quince metros.

Una vez en la superficie aparecí en un templo. Tenía tres antorchas encendidas en un lado de la sala. Justo en medio había una réplica de la Venus de Milo rodeada de cientos de fotos de rostros de mujer, todas colgando del techo de la sala. Cerca de la estatua, en el suelo, había una gran mancha roja ¿Sería sangre?—. Caminé a la puerta que daba al exterior del templo. Estaba oscureciendo y se podían ver a unas pocas mujeres caminando lentamente por las callejuelas. El olor era verdaderamente nauseabundo, como si algo estuviera podrido en el aire.

La Ciudad De Las Niñas VioladasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora