Capítulo 4 : Simón

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Ayer pude ver algo que me devolvió la esperanza.

Llevaba ya varios días tosiendo fuertemente y con mareos. Las mujeres no hacían nada por mi. Seguramente me habrían dejado morir si hubiese sido asmático.

Como no sabía si iban a hacer algo por mi, tomé la decisión de hablar con ellas.

Fue justo después de comer, mientras regresábamos a la casa. En la calle sólo había una mujer vigilándonos. Iba armada, pero me daba igual. No podía soportarlo más y tenía que hacérselo saber a alguien. Tendrían que tener medicinas, algún antibiótico o cualquier cosa que me hiciera sentir mejor. Me acerqué a ella para hablar.

Lo primero que recibí fue un puñetazo, después una patada y luego un insulto que no recuerdo cuál era. Me levantó y me empujó contra la fila de hombres que regresaban a sus casas. Me giré y empecé a explicarle qué me pasaba. Para mi sorpresa no me atacó. Me miró un buen rato sin decir nada. Luego me dijo que no me moviese y se fue en busca de alguien. La obedecí. Al poco regresó y me dijo que la acompañase, yo por delante de ella. Seguramente me estaba apuntando con el arma.

Anduvimos un camino que no había visto nunca. Fue tan laberíntico, que si hoy tratase de repetirlo, no podría.

Llegamos a un lugar que debía ser su centro de reunión, aunque más bien parecía un templo. Era todo de piedra, con grandes pilares a los lados. Dentro había una estatua de la Venus de Milo rodeada de cientos de fotos de retratos de mujeres colgando del techo. Seguimos caminando hasta llegar a una puerta de madera al final de la estancia.

La chica llamó a gritos a sus compañeras, refiriéndose a ellas como ‘hermanas’. Nadie apareció. Se quedó pensativa mientras miraba al suelo. Luego levantó la mirada, me observó y me tomó del brazo.

No le digas a nadie lo que vas a ver dijo con seriedad.

Abrió la puerta y entramos en una habitación pequeña, sin iluminación. Lo poco que podía ver era gracias a la luz que entraba por la puerta del templo. En la pared que nos quedaba al frente había una compuerta pequeña. A la derecha una mesa pequeña con folios y lápices. La chica me dijo que no me moviese. Se acercó a la mesa y escribió algo que no llegué a entender. Luego abrió la compuerta. Tras de ella había un hueco que daba a otra compuerta. Dejó allí la nota y golpeó la segunda compuerta tres veces. Luego cerró nuestra compuerta y se calló.

Ahora sólo nos queda esperar dijo sin bajar la guardia.

La chica se preocupó por mí. Tuve suerte de dar con ella, porque de tratarse de otra mujer seguramente ya estaría tirado en la calle con la nariz rota. Ella por lo menos trató de buscar una solución, o eso pensaba. Tal vez la nota no era buena en absoluto.

Antes de que pudiera caer en una desesperación a causa de mis temores, sonaron tres golpes en la compuerta. La chica la abrió y tomó un pequeño paquete. Lo abrió rápidamente y lo observó.

Ten, que nadie lo vea. Tómalo una cuando vayáis a bañaros por la mañana. Así ninguna de mis hermanas podrá verte tomarlo. No se lo digas a nadie, ni siquiera a los niños de la ciudad me dijo entregándome el paquete. Se lo agradecí enormemente y me pidió que me marchase de allí lo antes posible. Así lo hice.

Esta mañana ya me he tomado la primera pastilla. Tal como ella me dijo, lo hice mientras nos bañábamos, pero casi devuelvo. El agua sabía fatal, peor que otras veces. ¿Cambiarán alguna vez el agua? Creo que no, porque no hay ninguna tubería cercana. No tardaremos en morir de enfermedad, y me extraña que nadie de mi casa lo haya hecho ya. Algunos han vomitado hace poco, pero no me atrevo a decir que sea por la falta de higiene. Quién sabe, tal vez fueron ellas las que trataron de envenenarles.

No sé por qué, pero algo me dice que no pasaremos mucho tiempo más aquí. Es como si estuviesen tramando algo. Si de verdad quisieran matarnos ya lo habrían hecho. Si quisieran torturarnos, sacarnos algo de información, robarnos… todo eso lo habrían hecho ya.

Sin embargo, nos mantienen con vida, nos cuidan a su manera, y, siempre que sigamos sus normas, no nos hacen nada.

¿Para que nos querrán entonces?

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Un fuerte saludo, Igor

La Ciudad De Las Niñas VioladasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora