Capítulo uno, en el que Sanny decide enamorarse.

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—Hombre, ¿y qué pasa si no le caes bien? —me advirtió Liz.

La miré sorprendida.

—¡¿A quién le importa?! ¡Ahora sólo se trata de enamorarse! No podemos

entretenernos con minucias.

—Para serte sincera, Sanny, sigo sin entender por qué no te enamoras.

Entorné los ojos.

—Vaya Liz, ya te lo he dicho mil veces: ¡es por mi hermano!

No cabía duda de que mis fracasos amorosos eran por culpa de un hermano de mi

misma edad. Un hermano gemelo. Un hermano gemelo pesado y panoli. Quien se

pasa toda la infancia junto a un tío como mi hermano Konstantin, pierde por

completo la fe en el mundo masculino y en el amor.

Tengo trece años y, de momento, nunca he estado enamorada. La culpa de eso

sólo puede ser suya. Desde hace tres años, mis compañeras de curso están siempre

enamoradas.

Konny también está permanentemente enamorado. Se enamora constantemente

de todo lo que se mueve, tiene melena y no consigue ponerse a salvo a tiempo. Una

vez persiguió durante dos días a un chico de pelo largo, pero lo cierto es que la

metedura de pata no lo descolocó en absoluto.

«Ejem... Por detrás se le veía muy mono.» Eso fue lo único que dijo cuando le

señalé su error.

Dejé escapar un suspiro.

Liz me miraba desconcertada.

—¿Estás segura de que ha llegado el momento?

 —¡Segurísima! —Afirmé con la cabeza—. ¡Tengo la edad adecuada y quiero saber

de qué va eso de una vez!

—Vale —dijo Liz—, entonces sigamos.

Y volvió a inclinarse sobre nuestra foto del insti.

—¿Qué tal éste? —pregunté señalando a un chaval de cuarto de ESO. Parecía muy

majo.

—¡Sanny! Es demasiado mayor para ti.

—No importa; no quiero casarme con él. Lo único que quiero es enamorarme.

—Pero no puedes enamorarte de alguien sólo por una foto.

—¿Y tú cómo lo sabes?

—Porque tampoco te funcionó con las estrellas de cine. Cualquier principiante se

enamora primero de una estrella de cine. O de un cantante. Menos tú.

—Pero eso sólo porque no hay oportunidad de conocer a la posible víctima.

Venga, vamos a repasar a todos los chicos del instituto —decidí con tono enérgico—.

Elegiré a uno y mañana lo buscaremos en el patio y me enamoraré de él.

—De acuerdo. Pero entonces deja que escojamos a uno de tercero de ESO.

Acepté. Además había uno que era bastante guapo. Aunque esto era lo de menos,

ya que sólo se trataba de un experimento.

Señalé con el dedo al chico de la foto. Liz lo contempló unos segundos y dijo:

1000 Razones para no amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora