¡Rob! ¡Rob! ¡Rob! ¡A la mañana siguiente me enamoraría de Rob! Ya no podía
pensar en nada más.
¿Cómo se desenvolvería nuestro primer encuentro? Necesitaba información más
detallada. Pixi y Dixi tenían que ayudarme. Metí mi collar del corazoncito en el agua.
Ambos peces se acercaron y pasaron el uno junto al otro tan cerca del corazoncito
que creí que iban a provocar un choque.
¿Qué querían decirme con eso? ¿Un primer encuentro tormentoso? ¿Amor a
primera vista? ¿Un gran amor sempiterno?
Mientras estaba especulando aún, Konstantin entró con precipitación en mi
habitación.
—Oye, hay buenas noticias: ¡nuestros padres van a intercambiar los papeles!
—¿Qué quieres decir?
—Papá se quedará en casa, y mamá se irá a trabajar.
—¿Y quién se ocupará de la casa?
—Pues papá.
—¡Pero si no tiene ni idea!
Konny movió la cabeza con aire radiante.
—Sí. ¡Ahí está lo bueno! ¡Será un puro caos! ¡Será la mejor época de nuestra vida!
Le miré con cara confusa. Entonces entendí, y esbocé una sonrisa.
—¡Ah, claro!
Konny movió la cabeza en señal de afirmación.
—Exacto. Sin obligaciones, sin control, sin reproches, sin más medidas educativas:
¡seremos libres!
—Estupendo. Entonces tómate la libertad de salir de mi habitación.
Todavía no había acabado el juego pregunta-respuesta con Pixi y Dixi.
Pero Konny hizo caso omiso. Su mirada cayó sobre mi espejo de pared, se pasó la
mano por el pelo con autosuficiencia, forzó una sonrisa con aire imperturbable y dijo:
—Hola, mi nombre es Kornblum. Konny Kornblum.
Me atraganté.
—¿Otra vez el numerito de Bond? ¡No, por favor!
—Pero si a las mujeres les gusta.
—¡Ni pizca! Y deja ya de probar tus nuevas engominadas con mis amigas.
—No estoy probando muecas, ¡estoy enamorado!
—¡¿No me digas?! ¡¿De todas mis amigas?!
—Sí. ¡¿Y qué culpa tengo yo?!
—¡Estas chiflado! Es imposible. ¡No se puede estar enamorado de media docena
de chicas a la vez!
—¡¿Ah, no?! ¡Ya ha hablado la experta en asuntos amorosos! ¡Antes de andar
opinando sobre el amor deberías experimentarlo aunque fuese una sola vez!
—Quizá no me apetece enamorarme.
Konny movió la cabeza con aires provocador.
—Razón número uno: no necesito tener tratos con un niñato como tú.
Konny esbozo una sonrisa.
—Razón número dos: no necesito escuchar majaderías como: «Tus ojos brillan