4. Necesito ayudarla.

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Adrien miraba a Marinette a lo lejos, observaba todo lo que hacía y cómo lo hacía. Era abrumador. Ella solía ser tan enérgica que verla tan apagada era como ver a alguien más en su lugar.

«Tengo que intentarlo», se dijo, mientras la veía salir del salón. Quién sabía qué tan temprano había terminado sus deberes, de todas formas no le tomó importancia y salió disparado tras ella.

—¡Adrien! —gritó Alya a sus espaldas, volteó a verla desde el marco de la puerta. Los ojos de la chica le suplicaban que pensara mejor lo que iba a hacer—. No lo hagas —le pidió.

La preocupación de Alya era genuina, pero debía intentarlo. Murmuró una disculpa antes de salir sin mirar la expresión de desaprobación que sabía estaba en el rostro de su amiga.

Adrien sabía cuáles eran las probabilidades de que Marinette reaccionara mal con él, pero no podía quedarse sin intentarlo. No podría dormir tranquilo si se quedaba sin hacer nada. Era claro que Marinette tenía problemas, no la iba a dejar sola.

Bajó las escaleras del segundo piso a la velocidad de la luz. No se molestó en buscarla en la escuela, ya sabía a dónde se dirigía.

Ella iba a casa.

—¡Marinette! —la llamó una vez que estuvo en la entrada de la escuela.

Volteó sobre su hombro. Por un segundo tuvo una expresión confundida, una que hizo que el pecho se le apretara.

Estos días eran raras las veces en la que se la veía con otra cara que no fuera una seria. Recordaba que a su alrededor ella no era capaz de estar tranquila, siempre sonrojándose, siempre tartamudeando; pensaba que era imposiblemente adorable. Habría dado todo el dinero que tenía con tal de verla bien otra vez.

La extrañaba.

Y seguiría haciéndolo porque en cuanto lo vio, volvió a tener la misma cara seria. Una expresión con la que ya estaba familiarizado (eso no lo hacía más fácil).

Bajó las escaleras tan rápido como sus rodillas temblorosas se lo permitieron.

—¿Qué quieres? —preguntó cuando estuvo a pasos de distancias. Tenía las cejas arqueadas y los brazos cruzados sobre su pecho. A Adrien se le secó la boca, de repente, ya no tenía nada que decir—. Escucha, Adrien, no tengo todo el día. —Intentó darse media vuelta, pero Adrien la tomó del codo y la mantuvo en lugar.

Marinette se tensó. Podía sentirlo, la forma en la que los músculos de su brazo se contrajeron. Volteó la cara hacia él, con furia en los ojos.

—Suéltame ahora —ordenó.

Aflojó el agarre y ella apartó el brazo. Dio un paso hacia atrás, sin quitarle la mirada de encima.

Adrien no podía decir nada, no cuando lo miraba así. Una oleada de miedo lo barrió. Era como si hubiera visto algo que no debía ver.

Se quedaron en silencio. Adrien intentaba exprimirse el cerebro buscando en las palabras que quería decirle.

—¿Vas a hablar alguna vez o me puedo ir ya? —preguntó ella finalmente. Dejó de mirarlo para poner los ojos en un punto encima de su hombro.

Apretó la mandíbula y devolvió la mirada a él. No sabía qué había visto, pero sabía que no era nada bueno. Si la forma en que intentaba perforarle la cabeza con los ojos era alguna indicación.

—Yo quería hablar contigo.

—Pues hazlo de una vez —espetó—, no querrás hacer esperar a tus amigos.

No necesitó mirar por sobre el hombro para saber a qué se refería, o a quiénes.

—Quería hablar sobre lo que ocurrió con Chloe. —Marinette gruñó fastidiada y viró los ojos. Sin embargo, no le dio oportunidad de responder aún—. Ella está mal, Marinette, sea lo que sea que le dijiste.

Marinette bufó.

—Y esperas que me disculpe, supongo.

Frunció el ceño, ¿estaba siendo sarcástica con él?

—Pues, no, esperaba que lo decidieras por ti misma —admitió sin pensar.

Se arrepintió de decir esas palabras en cuanto salieron de su boca. Su padre tenía razón, era muy impulsivo. Marinette no dijo nada por un segundo, sólo lo miró impresionada; no esperaba esa reacción de él. Sin embargo, no permitió que eso la detuviera.

—Me pregunto cuántas veces le has pedido a Chloe que se disculpe por algo así. —Negaba con la cabeza mientras sonreía incrédula.

—Lo que le hiciste no estuvo bien —dijo.

—¿De repente todo el mundo está de su lado o soy sólo yo? ¿Por qué cuando ella hace llorar a alguien nadie va a confrontarla?

Eso no estaba bien. Esa conversación no era como el quería que fuese.

—No se trata de ella, se trata de ti —dijo con un tono más suave—. Me preocupas, Marinette, tú no harías esas…

—¿Y qué sabes tú? —inquirió, como si la hubiera indultado—. ¿Qué sabes tú de lo que haría o no?

Silencio.

—Tú no me conoces, Adrien, recuérdalo.

No encontraba una respuesta, intentó refutar con algo, pero no podía porque esas palabras eran tan verídicas que era agonizante. Por más que aclamara preocuparse por ella, no cambiaba el hecho de que él no sabía nada de ella.

Eso lo estaba asfixiando.

Sabía que Marinette tenía problemas, todos los tenían. Y dolía saber que se enfrentara a ellos sola. Ella siempre estaba dispuesta a ayudarlo, a animarlo, sin importar si usaba una máscara u otra. Ahora necesitaba devolver el favor.

Tenía una horrible sensación en el pecho, una presión. Los ojos le ardían, conocía la sensación a la perfección, pero se controló justo a tiempo para voltear y ver a Alya y Nino, parados en las escaleras de la entrada con miradas lastimeras.

Se acercó a ellos a paso lento.

—Te dije que no lo hicieras.

La voz de la experiencia siempre tiene la razón.

Adrien tuvo que aprenderlo de la mala forma.

Nota de autora:

Tardé más de lo que debí en editar este. Tuve problemas personales que me dejaron sin ganas de nada, por eso no escribí esto antes.

De todas formas, lo lamento.

Espero que les haya gustado. Adiós.

[06/09/17]
Palabras: 1000

¿Qué le sucede a Marinette?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora