8. Alguien tiene que ser el monstruo.

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Miró alrededor. Encontró ojos desorbitados y mandíbulas caídas, acompañados de mejillas húmedas y miedo paralizante. Marinette sentía que era la única que aún debía reaccionar, pero sorpresa cuando posó los ojos en Sabrina. Su cara se había tornado casi verde, lucía enferma. 

No tuvo tiempo en ahondar en la falta de reacción de la pelirroja. Las preguntas estallaron como un ataque terrorista. Un coro de ¿adónde se la llevan?, ¿por qué?, ¿quiénes son estas personas? le explotó la cabeza. No podía procesar nada aún y las incógnitas no le servían para otra cosa que abrumarla.

Entonces Sabrina dijo:

—E-E-Es un secuestro. Pedirán dinero por ella y la regresarán. Sólo... sólo debemos mantener la calma.

Su voz sonaba ahogada, comenzaba a tener dificultades para respirar y se le notaba a leguas. Marinette ya conocía los indicios; podía simpatizar con ella.

—¿Entonces dices que nos sentemos como si tomáramos té y dejemos que se la lleven? —espetó Kim.

El chico había salido de la etapa de la palidez y se tornó rojo de ira. Sus cejas se arrugaron tanto que no parecía posible. Sabrina —más sorpresa todavía— imitó su expresión. La rabia de Kim había encendido algo en ella. 

—Bueno hasta donde estoy enterada tú no tienes un miraculous —espetó de vuelta. 

Marinette supo entonces que Chloe y Sabrina no eran tan diferentes después de todo. Ninguna se pararía a pensar sus palabras por si te herían; no les importaba. 

Las palabras de Sabrina fueron una patada en la cara. Marinette sí tenía un miraculous, y seguía atrapada, y Chloe seguía en peligro. 

—¡Al menos puedes fingir que te interesa!

—Sácanos de aquí y sálvala entonces. Oh, espera, no puedes porque no eres ningún héroe. Eres tan inútil como el resto de nosotros.

Las palabras de Sabrina se convirtieron en un disparo al pecho. No era una muerte instantánea, la dejaron desangrando, agonizando. Vio en sus ojos desesperación de verdad, miedo e ira, porque a ese punto ya sabía que no aparecería nadie a salvarla. Sabrina sabía que Ladybug había fallado y por sí solo, ya era un fracaso bastante pesado que agregar a la lista.

«La chica tiene razón, sólo deben mantener la calma y todo estará bien. Solo no entres en pánico», concordó.

La rabia la atacó en olas.

«¡Chloe puede morir! ¿Cómo demonios crees que me puedo quedar tranquila?»

«¿Y qué vas a hacer, Marinette? Te vas a poner en peligro por alguien que te hizo la vida miserable.»

«No hables como si te preocuparas por lo que me pueda pasar. Tú no le darías la mano a alguien que se estuviera ahogando, ni siquiera si esa persona fuera yo. Quédate fuera de esto, hipócrita.»

No respondió luego de eso.

Levantó la cabeza y miró alrededor, buscando una respuesta, algo que le dijera qué debía hacer o cómo debía actuar. Pero el salón seguía siendo el salón y sus antiguos amigos seguían teniendo miedo. Y ella, ella continuaba siendo un fracaso como persona, como amiga y como heroína.

Se removió en el suelo y sin querer, sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez. Alguna parte de ella se preguntaba cuánto había pasado desde que había llorado así. La otra, increíblemente más grande, estaba ocupada sintiendo cómo el peso de su responsabilidad le aplastaba los huesos.

Agradecía el resto se concentrara en otra cosa que no fuese ella, derrumbarse ya era malo estando sola. Debía calmarse, así no lograría nada. Cerró los ojos con fuerza y reposó la cabeza en el escritorio. Lágrimas aún caían sobre sus mejillas.

¿Qué le sucede a Marinette?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora