Bienvenida a casa.

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-Per flammas igne me provocaveritis ad potentiam. Per potentiam ad me Draco fugere.
Tras pronunciar el hechizo, un gran torrente fuego me cubrió en cuestión de segundos. Al principio chillé, pero tras varios instantes comprendí que el fuego no se expandía, me rodeaba.
Iba girando cada vez  más y más deprisa; hasta que tapó por completo mi suelta para sumirme en un caos profundos. Continuó así uno o dos minutos, y a continuació, se extinguió como si nunca hubiera existido.
Al abrir los ojos me di cuenta de que me encontraba en las puertas de la gran fortaleza del maesteo Ignis.
La nieve había desaparecido, dejando ver una fina hierba verde esperanza que brillaba con rocío.
Toqué dos veces la puerta, agarrando mi bolsa como si temiera que las flores me la robaran.
Pronto apareció Jvala. Se había recogido el pelo en dos trenzas desgrañadas y sonreía con dificultad. Dos grandes ojeras marcaban su rostro, y tenía las manos temblorosas.
-Bienvenido- murmuró, estirando un brazo hacia el interior del hogar.
Yo pasé timidamente entre murmullos de agradecimiento, y tomé asiento junto a ella en el sillón del salón central.
- ¿Qué te ha pasado con tus padres?- preguntó-.  ¿Te has enfadado con ellos?
Yo tragué saliva y desvié la mirada.
-Es complicado- dije-.
-Lo entiendo; pero puedes contarme cualquier cosa.
Vacilé un isntante antes de relatarle todo l9 sucedido con mis padres en los días anteriores.
Ella mantuvo silencio y atención. Cuando terminé, asintió lentamente.
-He de contarte algo. Algo que no sabes, y que puede afectarte...más de lo que tu crees.

La Sombra de Sus AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora