—¿Qué quieres hacer ahora, amor? —musitaba en su oído.— Cariño.
Esas palabras eran bonitas, no podía negarlo, pero era demasiado extraño sentir eso. La sensación de cosquilleo cada vez que salía un "Cielo" ó un "Bebé" de la boca del peliazul.
De su peliazul, a Stuart le gustaba denominándose como "Tu Stuart" y le gustaba denominarlo a él como "Su Murdoc".
A Stuart le gustaba también besarlo en su cuello, le gustaba abrazarlo y decirle cosas bonitas.
Stuart era un encanto. Y Murdoc se sentía principalmente querido, por primera vez en su vida, querido.
Querido de muchas maneras. Incluso se sentía bendecido. A veces se preguntaba que cosa tan buena hizo para que Satán le otorgara aquél sueño de novio.
—Murdoc eres tan lindo —soltó de la nada. Stuart estaba enamorado de él. Y eso lo hacía sentir bien.— Eres tan lindo, qué me voy a morir.
¿Lindo? ¿Qué tenía él de lindo?
¿Tres de fracturas en su nariz y mal gusto en ropa?
Realmente no se lo explicaba. Él no era lindo, él era un engendro. Siempre se lo estaban repitiendo.
Por qué Stuart no lo hacía.
profundizo la situación, esto es relleno importante.