1

7 2 0
                                    

Era un viernes, yo estaba ya harto de que todos en el liceo se burlaran de mí, no podía seguir viviendo de esa manera, estaba en los extremos de mis depresiones, y mis simples cortadas de desdicha en los brazos estaban a punto de convertirse en la causa de mi muerte.

Cuando estaba a punto de hacer la cortada mortal mi madre entra llorando en la habitación.

- ¡Darío! -gritó mi madre al ver lo que me proponía-.

Con lágrimas en los ojos que me rompieron el corazón dijo:

- No serías capaz.

No sabía que responderle, deje caer el cuchillo y rompí a llorar con ella. No podía creer que estuve a punto de dejar a ésta mujer tan maravillosa, Laura, mi madre, la única persona que me quedaba en este mundo, la única por la que no me había suicidado ya.

Después de que se nos acabaron las lágrimas, ella me llevó a la cocina y me obligó a quedarme con ella, quizá era lo mejor, yo tampoco quería volver a perder la cabeza si me encontraba solo. Después de que cenáramos con su deliciosa lasaña mi madre, dijo:

- Ya es tiempo de que te saque de aquí, ya has terminado el bachillerato y no puedo dejar que sigas sufriendo -los ojos se le empañaron, pero eso no la detuvo en su descarga emocional-, vamos a viajar, tu tía Clara me ha conseguido un trabajo y no tardaremos en mudarnos, nos vamos mañana.

- Maldita sea mamá, no tienes porque hacer eso, si fue por lo de hoy de verdad perdóname, perdí la cabeza.

- ¡Exactamente! -gritó- y no voy a dejar que eso vuelva a ocurrir.

Gracias A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora