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- Buenos días niños -dice mi madre entrando al cuarto y encendiendo la luz, cosa que me causa un buen dolor de cabeza-.

Cuando por fin logro abrir los ojos veo a mi madre metiendo algunas ropas en mi closet, Ros está aún dormida a mi lado sosteniéndome fuertemente el brazo izquierdo. Verla allí me causa gracia, creí que quería irse temprano para no encontrarse con mi madre, será divertido ver su cara cuando se entere de que ya nos descubrió.

- Ya va estar el desayuno, levántala para que salgan y me expliquen qué hace aquí -dice mi madre terminando de colocar las cosas que traía-.

- Está bien mami -espero que el "mami" ayude a suavizar su humor, creo que está más molesta de lo que imaginé-.

Sale de la habitación dejando la puerta abierta. Volteo el rostro para observar a Ros y una sonrisa se me escapa al verla dormida, parece mucho más frágil e inocente en este estado. Le acaricio el rostro con el dorso de mi mano y me acerco a sus labios para rozarlos con los míos.

- Despierta pequeña -susurro-.

Ella abre un poco los ojos y me observa fijamente.

- No me digas pequeña, tengo casi el mismo tamaño que tú.

- Eres por lo menos quince centímetros más baja -digo mientras le beso la frente-. Anda, levántate que vamos a desayunar.

- No quiero levantarme para desayu... ¿Qué? -Abre los ojos repentinamente y se levanta de golpe, observa la habitación y se arrincona a la pared para taparse la cara con las manos-. No me digas que me quedé dormida.

- Como quieras, no te lo diré -río-.

- No lo puedo creer -se lamenta mientras cae de nuevo a mi lado, boca abajo-. Que pena con tu mamá.

- Estamos en problemas, no te lo negaré, pero ya no podemos hacer nada, hay que dar la cara.

- No quiero dar la cara -dice enterrando su rostro en las sábanas-.

- Pues te toca.

- Pues no quiero.

Tardo un rato en convencerla para que salgamos a desayunar, puede ser muy testaruda cuando se lo propone, tanto que tuve que sacarla de la cama a la fuerza.

Entramos en la cocina y ella permanece pegada a mi espalda por vergüenza con mi mamá.

- Buenos días, ¿cómo está la mejor madre del mundo? -empiezo-.

- Muy bien, gracias, ¿cómo están ustedes? -dice con voz calmada, me pregunto qué piensa hacer con esa actitud-.

- De maravilla, estamos muy bien, gracias por preguntar -tal vez si le sigo el juego no sea tan mala la represalia, mientras yo hago eso Rocío sigue oculta a mis espaldas-.

- Que bueno, anden, siéntense mientras les sirvo el desayuno.

Ros se asoma un poco para ver a mi madre con incredulidad, y luego me mira a mí cómo si buscara una respuesta, el problema es que yo me encuentro igual que ella.

No sentamos en silencio y esperamos a que mi madre nos sirva el desayuno, son crepas con queso, de las que aprendió a hacer gracias a Rocío, y un jugo de naranja.

Ros parece realmente mal por esta situación, apenas y ha tocado la comida cuando mi mamá le pregunta:

- Debo admitir, Rocío, que siento mucha curiosidad por saber cómo entraste a la casa sin que te escuchara.

- Bueno... -Ros empieza a sonrojarse mientras le cuenta cómo entró por la ventana, mi madre sólo se ríe-.

- Pues eres una chica muy ágil, pero hubiera sido mucho más fácil haber tocado la puerta.

- ¿Esa era una posibilidad? -le pregunto yo a mi madre con sorpresa-.

- Claro que sí Darío, es mejor que entrar por la ventana además.

Rocío y yo sólo nos miramos intentando procesar sus palabras, esto no me lo esperaba, no esperaba que estuviera molesta tampoco, pero no creí que lo tomara de esa manera.

- ¿Qué pasa? ¿no creerían que les iba a empezar a gritar? -dice tratando de parecer ofendida-.

- Yo lo esperaba -dice Rocío en un murmullo-.

- Claro que no preciosa -dice mi mamá riendo-. No soy tan anticuada como para eso, ustedes ya son grandes, Darío tiene 18 y tú sólo un año menos, no son unos niños a los que tenga que estar vigilando, y sé que Darío sabe usar un condón.

- ¡Mamá! -grito al escuchar esto último-.

- Yo sólo lo mencionaba, hay que ser precavidos -dice mientras retira los platos de la mesa y entra a la cocina-.

No puedo creer que lo haya dicho, el único puto tema que no había querido hablar con Rocío aún y es mi mamá la que lo saca a colación, ¡mi mamá!

Miro a Rocío y la veo sonrojada pero tratando de contener la risa mientras me mira.

- ¿De qué te ríes?

- De ti, tu expresión es muy graciosa -dice sin poder contener más la risa y dando una carcajada-.

- Bueno es que... ¡ay!, no importa.

Me levanto y voy a mi cuarto a ver si me cambio, ya que tenía sólo un mono deportivo que uso para dormir y no tenía ganas de andar por la casa con eso.

- ¡Darío! -llama a la puerta Ros-.

- Ya voy, me estoy cambiando.

- Vale -unos momentos de silencio-. ¿Estás molesto?

- ¿Qué? No, no estoy molesto Ros -no estaba molesto, sólo un poco agitado-.

- Bueno, te espero en la salita entonces.

- Ok.

Tuve suerte y el tema del desayuno se olvidó temprano, así que pasamos el resto del día desempacando cajas.

Ya entrada la tarde Ros fue a su casa para cambiarse y volver más tarde, era agradable saber que podía quedarse sin que tuviera que ocultárselo a mi mamá.

Gracias A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora