El sábado por la mañana me arreglé con muchas ganas de ver a Rocío, aunque me cueste reconocerlo, me gusta, nunca me había gustado nadie y ella parece causar algo diferente en mi.
Sonó el timbre y salí corriendo a atender.
- Hola -me saluda Rocío con una sonrisa-.
No pude responder, estaba bella, no tenía otra palabra para describirla. Traía una franela gris con el cuello abierto y las mangas llegaban a sus codos, una falda morada salpicada por pintura que imitaba el espacio, una gorra de color claro, crema quizá, y botas del mismo color. Me quedé viendo por unos segundos extras un medallón largo en forma de corazón. Ella dejó que la observara un poco más antes de preguntar:
- ¿Nos vamos?
- Sí, sí -digo sacudiendo la cabeza para aclarar mis ideas-, ¿a dónde vamos primero?
- Para la mañana me gustaría llevarte al acuario, ¿quieres?
- Usted manda -le dije sonriendo-.
Me devolvió la sonrisa y nos dirigimos al acuario.
Era grande, peces de diferentes colores y tamaños por todos lados, nos divertimos mucho, tomamos fotos mientras imitábamos a los peces. Hacía bastante que no me sentía tan contento.
Luego nos dirigimos a un parque interactivo. En eso se nos fue la tarde. Al término del paseo guiado nos dejaron seguir en el parque, casi no le había hablado, así que le invité a comer helado. Tomé valor y le hablé como se supone que lo hace una persona normal.
- ¿Tú quieres mucho a Miranda? -fue lo primero que logré decir-.
- Sí -dijo con una bella sonrisa-, es como una hermana para mí.
- Que tierno -le digo sonriendo-.
- Sí, un poco -dice ruborizándose-.
- Y dime, ¿quién es ese tal Richard? -dije recordando lo que sucedió aquella mañana-.
- Oh, es un chico del liceo, Miranda cree que me gusta, la verdad es que lo uso como pretexto para cuando alguien mete la pata -en ese momento me miró con rabia, pero yo sólo podía sentirme aliviado-. Soy como su cuidadora, quiero evitarle los momentos dolorosos, como ya te dije sus sentimientos son débiles.
- Claro, o sea que tú y él...
- No somos nada -dice sonriendo, no puedo evitar devolverle la sonrisa-. Vamos a jugar con la maquinita que está a la entrada del parque, tengo ganas de ganarle un par de niveles a esa cosa.
- Claro -reí un poco recordando que cuando vimos la maquinita me dijo que siempre que venía a este lugar intentaba ganar pero no conseguía llegar ni a la mitad del juego-.
Pasa unos minutos luchando contra la máquina mientras yo lucho contra la risa un poco apartado de ella, unos momentos después decido ir a ayudarla un poco porque le está yendo realmente mal.
- Te hace falta una mejor estrategia y ser un poco más rápida cuando mueves la palanca - le digo mientras me acerco-.
- Realmente no sé cómo hacer eso -dice mientras analiza el juego-.
Le tomo la mano, sintiendo un calor recorrerme el cuerpo con el contacto, y la posiciono sobre la palanca mientras le susurro al oído:
- Así.
Gano un punto en el juego con este movimiento, pero ella se aparta rápidamente y dice que ya está cansada y que preferiría bajar. Yo, algo decepcionado, acepto y nos vamos.
No hablamos más mientras bajamos a la casa, a pesar de todo yo estaba feliz, sólo su presencia me hacía sonreír, ella era especial para mí y me sentía tan estúpido.