Atrapar una estrella

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Caminaba y sentía la brisa típica de los vientos costeros de Antofagasta,era una sensación tan relajante. Me sentía inmersa en mis pensamientos mientras caminaba directo a casa.
Había sido una larga jornada en el colegio,en matemáticas la histérica profesora Contreras repetía una y otra vez la explicación del teorema de Thales,incrustando con una fuerza única la tiza en la pizarra logrando producir un chillido ensordecedor. Pero ni aquel ruido estremecedor lograba quitar mis ojos de mi libreta de dibujos.
Tenía mi mente inquieta sentía que algo iba a pasar,aquel sexto sentido que te indica que habrá un cambio estaba activo. Concentrarme en la clase era misión imposible,esto me causó varios llamados de atención por parte de la docente,e incluso una amenaza de mandarme con el director. Aunque nada lograba bajar mi mente del cielo un lugar tan hermoso y lleno de estrellas. Ahh las estrellas algo tan hermoso,un regalo único de la naturaleza y un recuerdo de mi abuela.
Nunca olvidaré de pequeña cuando realizábamos viajes al desierto de Atacama para acampar y avistar el imponente cielo nocturno. Donde mi abuela Enriqueta siempre me contaba sus historias de cuando trabajaba en el observatorio,como una de las pocas mujeres astrónomas de la época. Llevaba aquel pequeño telescopio y me enseñaba las constelaciones,dándole alas a mi mente y haciendo crecer el sueño de aquella pequeña de ser una gran astrónoma e incluso astronauta. Suena algo difícil alcanzar ese sueño,pero si hay algo que mi abuela me enseñó es que si uno nunca baja los brazos,mantiene sus pies en la tierra y su vista alta en el cielo,podrá alcanzar lo que se proponga. Un bello recuerdo que tenía mi mente eclipsada,hasta que de pronto un golpe en seco azotó mi banco. Volví a la realidad y vi la larga regla de acero de la profesora quien me miraba enfadada,esta me quitó la libreta,la cual solo pude recuperar al finalizar la clase.
Ese día los minutos me parecían horas y las horas años,sentí que pasó una década hasta sonar la campana que anunciaba el final de la jornada. Como siempre me despedí de mi mejor amiga Antonella y partí rumbo a mi casa.
Seguía ese presentimiento extraño en mí,no quería volver aún a mi hogar,sabía los problemas diarios con los que debía lidiar.
Opte por darme una escapada a la playa y hacer un poco más largo el trecho a casa. Sumergí mis pies en la bruma,necesitaba refrescar mis ideas,observé mi libreta de dibujos y vi que mientras mi subconsciente se encontraba reviviendo mi infancia,mis manos habían trazado el dibujo de un astronauta intentando atrapar las estrellas.
¿Eso sería algo imposible?  Tener a una estrella entre tus manos,llenarte de su luz y calidez y quedarse atrapado en la magia de su encanto,una belleza enigmática que nos hace mirar al cielo. Si tan solo la galaxia quisiera regalarnos una,entre tantas de las que es dueña,dejarla caer desde las nubes a nuestras manos,saciar la ambición humana de poder alcanzarlas.
Un rugido estrepitoso me devolvió a la realidad,era mi estómago hambriento,vi la hora,ya era pasado el mediodía,debía regresar para almorzar o mi madre se molestaría y no era buena idea sumar un problema más a mi familia.
Alcé mi mochila de la arena y subí la escalinata. En aquel fugaz instante supe que era aquella sensación tan peculiar que me había invadido toda la mañana,tan solo me bastó verla para entender todo.

Polvo de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora