Rompimiento

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Estaba en la catedral, todo estaba en silencio, el sol estaba en justo en el punto máximo, entonces la vi, se acercaba a mí y yo caminaba con impaciencia hacia ella, luego sentí sus labios chocando contra los míos para luego desaparecer

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Estaba en la catedral, todo estaba en silencio, el sol estaba en justo en el punto máximo, entonces la vi, se acercaba a mí y yo caminaba con impaciencia hacia ella, luego sentí sus labios chocando contra los míos para luego desaparecer. 

Me levanté, estaba soñando con ella, me había quedado dormido mientras leía Frankenstein, no es que estuviera aburrido, en realidad estaba disfrutando de la lectura y eso que los libros y yo, no nos llevábamos bien, pero Marissa me había suplicado que le ayudara a terminar ese libro para presentar su reporte, mientras ella se enfocaba en sus entrenamientos.

Tomé una gran bocanada de aire y terminé por ponerme de pie, mientras me despertaba por completo. Aún tenía la sensación de su beso en mis labios, jamás había tenido un sueño así, tan real. 

Me acerqué al escritorio que estaba en mi cuarto y me senté en la silla giratoria, vi mi guitarra recargada sobre la pared. Hacía tiempo que no la tocaba, Marissa se había empeñado en que no lo volviera a hacer, no le gustaba que lo hiciera aunque no me lo había hecho sus actitudes me lo demostraban. 

Empecé a tocar al azar las cuerdas, mientras estas sonaban desafinadas, llevaba tiempo sin agarrarla, así que empecé a afinar una por una hasta que me permitió volver a tocarla. No sabía bien que tocar, que canción.

Debía de terminar con Marissa, ya no teníamos nada en común, ni siquiera sabía cómo es que había terminado con ella, con la capitana del equipo de fútbol femenil del instituto. 

Recuerdo que cuando se acercó a mí sus ojos verdes me miraban como si yo fuera un desafío que conquistar, había algunas chicas tras de mí, querían que un chico las llevará en moto, eso es lo que mi amigo decía que las atraía. Mauricio era mi mejor amigo, cabello castaño y ojos miel, que no podían ser ocultados por el armazón de sus lentes.
Era mi mejor amigo desde el kinder, teníamos prueba de ello en los álbumes que mi madre guardaba con recelo en su habitación, dónde aparecían fotos demasiado vergonzosas de los dos. Y mi madre de vez en vez lo usaba para chantajearnos a ambos.

Dejé la guitarra a un lado de mi cama y tomé el libro con un monstruo en la portada que parecía haber sido pegado a pedazos cómo si se tratase de un rompecabezas, era la misma portada del libro de aquella chica misteriosa que había visto hace días en la catedral. Su imagen caminado a la catedral sin prestar atención a su alrededor no desaparecía de mi mente, hasta un sueño vívido había tenido con ella. 

Un sueño que prefería atesorar como un recuerdo que se esfumó en cuanto ví a Marissa entrar por la puerta de mi cuarto, había olvidado que debía de acompañarla a su partido de esta tarde, ella quería llegar con su novio en la moto. Marissa era una chica que me confundía era honesta, algo mandona, y guapa, sabía que podía contar con ella, pero en los últimos tres meses había cambiado algo, cada vez que la besaba no sentía nada, y lo que sentía era lo más parecido a besar a mi mejor amiga, lo cuál no tenía sentido si era mi novia, no mi amiga. Era de las chicas más guapas del instituto y muchos chicos iban a los partidos sólo para verla, pero a mí no me interesaba en lo absoluto el fútbol, los deportes en equipo no eran lo mío, prefería la música, las motos y correr sólo por distraer la mente.

La Mujer Del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora