『☁』

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Ante aquellas solitarias tardes, el cielo se había convertido en su lienzo.
Todo gracias a la tonos naranjos, blanquecinos y rosados que le ofrecía el ocultamiento del Sol.
Swirlix y Goldeen son los pokémon que encuentra.
Jugueteando en armonía en un escenario tan peculiar e irreal.
Enternecida, no puede evitar anhelar poder danzar con ellos.

Eso le gustaba, acampar en una pradera si era posible y por las tardes echarse en el césped.

Cuando su viaje como entrenadora pokémon apenas comenzaba, ella repudiaba la sola idea de tener que montar un campamento en el aire libre, todo gracias a supersticiones que tenía de niña.

Hoenn era un hermoso lugar, le enorgullecía haber tomado esa decisión, conocía gente nueva, se hacía cada más fuerte junto a sus pokémon y cada vez recolectaba nuevas experiencias.

El soplido del viento entre los árboles le hace excavar más a fondo en su memoria, cuando era una niña asustadiza.

Qué temía perderse en lo más profundo del bosque y de no poder regresar a casa; temer ya no poder disfrutar de los abrazos de mamá, de tener comida caliente, ya no ver jamás a Rhyhorn y Fletchling.

Esa vez en Kanto creyó que todos sus miedos se harían realidad, en ese campamento, donde con su voz trémula pedía ayuda y como si el príncipe de los cuentos que solía leer se tratase, un niño de dulce sonrisa le ofrecía su ayuda.

Caminando entre nubes.

Así se sentía.

Como si todo a su alrededor fueran bellas pinturas y si se caía, las nubes esponjosas la retendrían.

Calificó esa sensación de esa manera.

Y eso la hacía sentir segura.

“Caminar entre nubes de la mano de un principe”.

Un paleta entera de colores claros y cálidos, que le transmitían el sentimiento de empatía.

Una vida llena de colores ilustres.

Con la irrealidad de la mano.

Esa manía suya de ver perpleja los cuadros de escenarios fantasiosos.

Por lo menos, en sus ojos de niña ingenua todo era posible.

Camino por un sendero de luz por un tiempo, se encandilo por el brillo e intento trazar su propio camino cuando una voz le ánimo a seguir.

Se topó de nuevo con esa sonrisa, con esa media luna que guardaba en su corazón, y una nueva página se abrió ante sus ojos.

La niña de ayer se comenzaba a alejar.

Pero no la abandonaría.

Toská.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora